capitulo 9

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Siempre había amado las fogatas. Pero una fogata de noche, compartiendo una manta con Justin y teniéndolo pegado a mi lado, con una padre a punto de irse a la cama, iba mucho más allá que cualquier amor. 

Ésta era la fogata que superaba a todas las demás fogatas que hayan existido. 

—Buenas noches, chicos, —dijo papá, estirándose al levantarse. La cena había sido un evento placentero, gracias a que mamá se quedó encerrada en su oficina, regalándole un montón de malas palabras a la persona del otro lado del teléfono. Papá, extraño y todo, fue muy agradable, si podías ignorar el hecho de que la realidad escapaba de sus ojos. Había logrado aceptar esto como un hecho de la vida, y Justin tampoco parecía tener ningún problema con ello. 

—Buenas noches, papá. —Mi corazón ya se encontraba acelerado. Sabía que una vez estuviéramos solos, algo sucedería entre nosotros. Durante toda la hora, la tensión entre nosotros era demasiada, mientras miradas expectantes, manos jugando hockey de dedos, piernas frotándose entre sí, y palabras no dichas habían hablado mucho más fuerte que cualquier cosa que nos hubiésemos dicho antes. 

—Buenas noches, Sr. Larson. Gracias de nuevo por la cena, —Justin le dijo a papá cuando éste se retiraba, colocando su mano sobre mi rodilla. 

—Me gusta tu papá, —dijo, mientras su pulgar acariciaba el interior de mi pierna. Fue imposible ofrecerle cualquier otra respuesta además de una sonrisa y un asentimiento—. Aunque todavía no se le puede aplicar ese veredicto a tu mamá, —dijo, riéndose. 

Otra sonrisa y asentimiento. 

—Y me gustas tú, —dijo en voz baja—. De hecho, me gustas mucho. —Quitando su mano de mi pierna, la levantó hacia mi rostro. Y luego la otra. Me sostenía tan firmemente que no podía mirar a ningún otro lugar aparte de él, pero lo suficientemente delicado como para poder dejarme ir, si yo lo intentaba. 

—También me gustas. 

Curvó una ceja y esperó. 

—Me gustas mucho, —añadí, sintiendo tantas jodidas chispas que podría encenderme en cualquier momento.

Sonriendo, movió su pulgar hacia mi boca. Acarició la línea de mi labio inferior, y me estudió como si fuera algo que él podría poseer. 

Yo estaba a favor del empoderamiento de la mujer y todo eso, pero estando detrás del calor de ese toque, solamente quería ser poseída en todas las maneras en que alguna persona pudiera poseerte. 

Cuando estuve segura de que ya había pasado más de un minuto, abrí los ojos, pero perdí todo pasar del tiempo después de eso. Sus ojos eran del tono de gris más claro que alguna vez haya visto. —Puedes besarme, Justin. 

Esperaba cualquier otra cosa menos que su frente se arrugara y que sus ojos se oscurecieran. —Sé que puedo hacerlo, —dijo, su voz era tensa—. Sólo que no sé si debería. 

Esa aflicción que se originaba justo en el centro de mi ser comenzó a propagarse. Sólo existía una forma de aliviarla. —Deberías besarme, Justin. 

Sus ojos se volvieron aún más oscuros, pero nunca se apartaron de los míos. —No debería, —dijo, deslizando una mano detrás de mi cuello, con uno de sus dedos rozando la piel debajo del cuello de mi camisa—. Pero en este momento, no me importa un cuerno. 

Antes de poder comprender sus palabras, sentí sus labios. Eran tan poderosos como sus manos, pero gentiles al mismo tiempo. Separó los labios, y su gruñido vibró contra mi pecho, y antes de poder procesar si debía o no hacerlo, lancé mi pierna sobre su regazo, porque, más allá de cualquier razonamiento coherente, no lo tenía lo suficientemente cerca. 

Con su lengua contra la mía, su pecho presionando el mío, sus manos sosteniéndome como si estuviesen tan hambrientas como las mías, me pregunté si éste era uno de esos momentos que la gente recordaba en sus días más oscuros y sonreían. Yo no sonreiría solamente, yo estaría arrastrando este recuerdo en mi memoria hasta el día en que muriera. 

Mis manos se deslizaron por debajo de su playera, rodando por su estómago hasta que no había más lugar a dónde ir sino hacia abajo. 

—___, —respiró cuando mis dedos se posaron sobre su cinturón—. Detente. —sus manos sostuvieron mi caderas firmemente, pero su boca se apoderó de la mía otra vez.

—Me detendré cuando tú lo hagas, —murmuré contra su boca. 

—Maldición, —suspiró, apartándome con sus manos, pero volviendo a darme la bienvenida con su boca. 

—Si ya terminaste con ella, ¿puede ser mi turno ahora? —la voz gritó de pronto desde la playa. 

—Mierda, —siseó Justin, levantándome para ponerme de pie en un solo movimiento. 

—¿Qué? —murmuré, pasando mis manos por mi cabello desordenado debido a los besos. 

—Ve adentro, ___, —dijo, situándose frente a mí—. Ahora mismo. 

—¿Por qué? —No me iba a ir a ningún lado. No con el hombre que podría hacerme eso aquí afuera—. ¿Quienes son ellos? —pregunté cuando unos figuras oscuras caminaron hacia nosotros desde la playa. 

Girándose hacia mí, sus ojos se veían tan perturbados que no podía determinar si eran más frenéticos que maniáticos. —No me hagas preguntas, ___ Larson. Mete tu trasero en la casa ahora mismo. —Tomando mis hombros, me giró, y luego me empujó en dirección a la casa—. Ya, demonios. 

Tenía un mal genio, lo cual no era bueno. Porque yo también tenía uno. 

Me giré de nuevo, y le lancé una mala mirada. —¡Nunca vuelvas a empujarme! —grité—. Y nunca vuelvas a decirme qué hacer. 

La expresión de Justin se suavizó antes de volverse desesperada. —Por favor, ___. Sólo ve adentro. 

Su súplica era tan honesta, y sus ojos tan impotentes, que casi le hice caso. Pero las tres figuras ya se habían acercado. 

—¿Has estado evitándonos, Justin? —dijo uno, acercándose a la luz de la fogata. No era tan alto como Justin, pero sí más robusto. Me miró de arriba abajo como si me estuviera desnudando al mismo tiempo, y dijo—: ¿Conseguiste un fresco pedazo de trasero y no tienes la decencia de compartir con tus hermanos? 

—¿Hermanos? —esta vez murmuré, permitiendo que Justin se colocara frente a mí y que se mantuviese allí. 

—Metafóricamente, bebé —respondió el chico robusto—, Y hermanos que lo comparten todo. —La amplia espalda de Justin era lo único que me salvaba de otra violada con los ojos de parte del chico robusto—. Todo —repitió, contando una historia tonta en una sola palabra. 

—Vince, —dijo Justin, su tono era mórbido—. Lárgate de aquí antes de que te obligue. 

Vince se rió. —Sé que te gusta un pedazo de trasero, ya sea para patearlo, o para cogerlo, pero dudo que puedas con todos nosotros antes de que te derribemos. —Los otros dos chicos, que debían ser gemelos con una higiene bien particular, entraron al círculo—. Justo antes de que derribemos a tu chica. Que cada uno de nosotros derribe a tu chica. 

CrashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora