capitulo 11

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No tenía ni idea de qué hora era cuando Justin y yo por fin logramos separarnos uno del otro, pero al meterme a la cama esa noche, supe que el sol estaría haciendo su debut en algunas horas, máximo. Eso significaba que tendría que soportar tres horas matadoras de practicar ballet con sólo dos horas de sueño. No me importaba. Cada minuto de mi falta de sueño fue gastado al perderme en los brazos de Justin. 

Me obligué a cerrar los ojos y a apagar mi mente sobrecalentada, pero a sólo un latido los abrí de nuevo. Rambo comenzó a ladrar como la advertencia de un huracán. 

Salté de la cama y corrí hasta la ventana. Rambo no ladraba; tal vez gruñía, sonreía y daba algún quejido ocasional, pero nunca lo había escuchado chillar de ésta manera. Era como si él, o alguien cerca, estuviese a punto de que le quitaran la vida al ser estrangulado. 

No podía distinguir mucho más que el destello de su casita para perros y lo que podrían ser sombras moviéndose por el viento, o personas correteando por el perímetro. Levanté la ventana para poder ver mejor, y una pared de llamas explotó alrededor y por encima de la casita de Rambo. 

No fue algo que hubiese pensado. Simplemente fue una decisión del momento. Escalando fuera de la ventana, corrí rápidamente por el techo. Lo único que tenía en la mente era salvar a Rambo de otro incendio. Uno del que en verdad tenía la posibilidad de salvarlo. 

Cómo o quien había iniciado el incendio no fue ni siquiera una reflexión; simplemente tenía que llegar hasta él. Tenía que salvarlo. 

Balanceando mis piernas sobre el borde del techo, mis pies aterrizaron sobre la baranda del porche, y luego sólo me tomó un salto para llegar al suelo. Lo había hecho millones de veces, pero no creo que ésta vez calificara como una escapada. 

Los ladridos de Rambo habían parado cuando las llamas comenzaron, y no estaba segura si la razón detrás de eso era porque se encontraba demasiado asustado como para ladrar o si ya estaba muerto. Parecía incorrecto esperar lo primero. 

Tomando la manguera conectada a un lado de la casa, la encendí y corrí hasta el patio. Me tomó una eternidad recorrer la distancia en dirección a la playa donde se encontraba la casita. Colocando mi dedo al final de la manguera, regué la puerta de la casita primero, esperando poder apagar las llamas de ahí y así poder abrirla y liberar a Rambo. No podía verlo por todo el fuego, pero tenía que creer que se encontraba bien.

No podría decirte si la risa detrás de mí acababa de comenzar o si ya tenía rato, pero cuando unas palmadas la acompañaron, finalmente los noté. 

Manteniendo la manguera en dirección a la casita, miré sobre mi hombre para encontrar a Vince y a los gemelos caminando hacia mí. Sin el formidable cuerpo de Justin cubriéndome, ellos, y las miradas amenazadoras en sus rostros, me aterrorizaban.

—Así que nos encontramos nuevamente, —dijo Vince, separándose de los otros dos. 

Me sentía como si fuera a vomitar, pero no permití que eso me impidiera responderle. —Tenía la esperanza de que lo hiciéramos, ya que no estaba segura si lograste ver mi mensaje de despedida. 

Quitando una mano de la manguera, le volví a mostrar mi dedo. 

Sabía que era infantil, sabía que estaba fuera de lugar, y sabía que era inútil contra tres hombres y lo que sea que me harían, pero en ese momento se sintió jodidamente bien. 

El rostro de Vince decayó, como si no pudiera creer que le estaba mostrando el dedo cuando era muy probable que mi perro se estuviera incendiando y que tres chicos que personificaban todo lo trastornado me miraban como si yo fuera el próximo paso en su escala de crímenes. 

—Voy a disfrutar ver cómo ardes, perra. —dijo, caminando hacia un lado—. Agarren a esa zorra para que le podamos enseñar modales. 

Debí haber gritado, debía haber corrido, al menos debía haber soltado la manguera para poder usar ambas manos cuando los gemelos vinieran por mí, pero nunca fui esa chica que hacía lo que debía. 

Mantuve la manguera hacia la casita, y miré hacia la casa de Justin, esperando a que en cualquier momento saliera corriendo a salvarme. Dos pares de brazos me tomaron por cada lado, retorciéndome con tanta fuerza que la manguera se salió de mis manos. 

—¡Es mejor que me suelten ahora mismo! —Les grité, luchando contra sus agarres—. A menos que quieran la marca de una golpiza en sus frentes. —Otra mirada por encima de mi hombro reveló que no había señales de Justin, ni siquiera el indicio de una luz en su casa. 

—No va a venir a rescatarte, cariño, —dijo Vince, acercándose—. Justin no es el tipo de chico que le gusta ser un héroe. Más bien es del tipo anti-héroe si entiendes lo que digo. 

Esto se ganó un par de risotadas a cada lado de mí. 

—Ja, —resoplé—. Y esto viene de la persona que encendió en fuego a un pobre perro sólo para sacar a una chica de la cama e intentar intimidarla. ¿Eso te suena a alguien que podría reconocer a un héroe cuando lo viera? —Desde que tengo tres años, mi mamá me había dicho que mi boca sería mi muerte, y juzgando por el destello de homicida que cruzó por el rostro de Vince, tenía razón. 

—¿Cómo me estás llamando exactamente? 

Entrecerrando los ojos, enterré mis talones en la tierra. —Un cobarde. 

No parecía físicamente posible que un chico tan robusto como él pudiese moverse tan rápido como lo hizo. 

—Iba a permitir que vivieras —siseó junto a mi oído, mientras sus manos rodeaban mi cuello—, pero eso fue antes de que hicieras ese comentario. —sus dedos soltaron muy cuello y fueron por mi cabeza. Sabía lo que estaba a punto de hacer, así que me llené de valor, pero esperar el dolor no lo hizo menos doloroso cuando jaló mi cabello tan fuerte que estuve segura que me arrancó la mitad. 

—Tienes bonito cabello, —dijo, mientras un sonido vagamente familiar se escuchó detrás—. Espero que lo hayas disfrutado. 

El desagradable olor fue instantáneo, mucho más instantáneo de lo que le tomó a mi mente procesar y aceptar que éste tipo me estaba achicharrando el cabello. 

Finalmente, grité. 

—Tápale la boca, Zeke, —ordenó Vince, empujando a uno de los gemelos—. Maldición. Los dos son unos inútiles. 

Ya para este momento podía sentir el calor del fuego acercándose a mí cada vez más, incinerando mi cabello mientras subía. Sabía que no iba a salir de ésta con mi cabello, pero todavía había oportunidad, aunque remota, de salir de todo esto aún con mi vida. Me aferré a eso cuando mordí el interior del dedo de Zeke con tanta fuerza que pude saborear su sangre, y fue eso en lo que creí cuando pisé con todas las fuerzas que mi cuerpo de metro sesenta podía sobre el pie del otro gemelo. 

Y allí puse todas mis esperanzas cuando me di cuenta que no habían más manos aprisionándome y que a mi alrededor solo se escuchaba un trío de jadeos y gruñidos. Sentí el fuego tocando mi cuello, y ahora, en vez del olor a cabello quemado, en el aire, adhiriéndose a la capa de ozono, había un aroma tan horrible como el que me había imaginado que olería la piel quemada. 

Corrí hacia el lago. Por supuesto, detenerse, caer al piso y rodar era el método más eficaz para extinguir el fuego, lo sabía en algún lugar de mi arrugada materia gris, pero cuando en verdad te estás quemando y un frío cuerpo de agua se encuentra a menos de seis metros, no piensas. Corres como loca y te lanzas al agua, prefiriendo morirte ahogada en esa agua fría a morirte quemada, si en verdad tuvieras alguna opción. 

El agua me quemaba de una forma eufórica y dolorosa. No supe cuánto tiempo me quedé sumergida, pero quería quedarme más tiempo debajo. Allí debajo del agua había calma y silencio, y ningún olor desagradable subiendo por mi nariz. Fue un alivio tan grande, al flotar libre sin nada de fuego recorriéndome, que pensé que morir ahogada no sería una manera tan mala de partir. 

Eso fue hasta que un par de manos atraparon mi cuello y me mantuvieron sumergida. El lago pasó de ser un lugar de refugio a ser un enemigo con dientes afilados.

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