capitulo 20

169 4 0
                                    

—Dios mío, mujer. —Su respiración era tan dificultosa que en realidad no sonaba más como él—. Misericordia.

—No creo en la misericordia —le contesté, arrastrando mis labios por su cuello.

—Está bien, no voy a echar un polvo en el asiento delantero de un coche, y si sigues haciendo eso —dijo él, tratando de arquearse lejos de mis labios. Fue un intento fallido—. Tendré que sacar toda mi fuerza de voluntad, para cambiar de escenario.

La puerta se abrió de golpe, trayendo una ráfaga de aire fresco y un ruido de música cliché de baile de secundaria con ello. Gemí.

Él se rió entre dientes mientras me maniobró fuera de su regazo y del coche lleno de vapor. —Y pensé que nosotros, los hombres éramos bastardos en celo.

Ajustando mi suéter, me pasé los dedos por el pelo. —Así lo hago —impliqué.

—Tu ramillete —dijo, a la media hora de distinguir la sesión presentada a la parte posterior de su mente así como así. Yo todavía respiraba como un perro en celo.

Recuperando la caja de plástico del asiento de atrás, salió del coche. —Ya que tu vestido es negro, le pondré a la señora alguna cinta negra y de plata entre las rosas —dijo, deslizando el ramillete en mi muñeca como si fuera uno de los momentos de mayor orgullo de su vida—. ¿Te gusta?

—Ahora —le dije, sonriendo. Debe de haber gastado una fortuna. Rosas rojas corrían a mitad de mi antebrazo—, es un ramillete muy bonito, Sr. Bieber.

Él sonrió abiertamente. —Vaya, gracias, señorita. Larson. —Manteniendo su codo para mí, miró hacia el gimnasio—. ¿Vamos?

Suspiré. —Ya que no me dejas otra opción.

Cubriendo mi mano con la suya, besó la parte superior de mi cabeza. —No es que me preocupe o me queje, pero ¿qué fue eso de allá atrás? —Oí la risa tonta en su voz.

—¿Desde cuándo los chicos necesitan una explicación para llegar a segunda base con una chica?

—Desde que la chica eres tú —dijo, su mirada fija sosteniéndome como si yo fuera algo que perdería si miraba lejos. Nunca me habían mirado de esa manera. Toda mi vida lo había esperaba, y aquí estaba ahora, a los diecisiete años, en el estacionamiento de la secundaria de mi nueva escuela, con un chico llamado Justin Bieber.

Esto, aquí mismo, era algo muy poderoso.

Manteniendo la puerta del gimnasio abierta, me llevó dentro. Algunas canciones de hip hop fueron creadas y tocadas sólo para darles a los chicos una excusa para frotarse contra una chica como un jodido perro y el gimnasio entero parecía haber sido rosiado en Pepto-Bismal (es un medicamento para los problemas estomacales.). El arco iris entero de rosas estuvo presente: fucsia en los globos, tulipán en el papel crepé, pastel en los recortes de cartón de corazón, magenta en las serpentinas espirales que giran hacia abajo del techo. Este terreno rosa empapado era un clip robado de mi peor pesadilla.

—Oh. Mi… 

—Rosa —insertó Justin, haciendo una mueca mientras entrábamos al gimnasio.

Al otro lado de la habitación, cubierto sobre algún tipo como un pedazo de Velcro, Taylor agitó los brazos hacia mí. Casi me estremecí de nuevo cuando noté su vestido largo rosa fluorescente, fuertemente con lentejuelas cóctel. Que alguien llame a los groupies de los Club de los años 80 porque esta perra sólo arrancó uno de sus vestidos. Mi vestido de de cuerpo entero con un corsé era insípido en comparación con cada otro vestido ahí.

—Bien, apresúrate y baila conmigo antes de que me vaya por allí —le dije, tirando de su chaqueta.

—Con mucho gusto —respondió él, entregando nuestros tickets.

CrashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora