capitulo 37

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Los dos últimos días previos a la graduación estuvieron repletos de desayunos de los del último curso, distribución de togas y birretes, cruceros por el lago, y firmas de anuario. Había decidido no participar en nada de eso. A pesar de papá y mi charla "motivadora" en el cementerio, yo parecía no poder aceptar sus palabras como ciertas. Los padres estaban destinados a fomentar y creer que sus hijas eran criaturas infalibles. Sabía que papá creía en lo que me había dicho, pero fue porque, como padre, era incapaz de mirarme con una luz imparcial.

Yo era su niña. Su ____ en el cielo. Eso era todo lo que veía cuando me miraba, no podía ver en lo que me había convertido. Pero tenía razón en una cosa—yo no podía salvar al mundo. No cambiaría lo que había sucedido y no traería John de vuelta. Sin embargo, habiendo aceptado eso, yo ya no sabía qué hacer conmigo misma. Mi vida se sentía un poco vacía y patas para arriba, y eso no era una receta para celebrar con un montón de gente que había conocido hacía menos de un año y con los que no estaría en contacto en una semana. 

Yo había estado en silencio en mi silla plegable de metal asignada, esperando que esta cosa acabe así podría poner este año de mi vida en una estantería y olvidarlo. El resto de los 300 más graduados estaban llegando, todo el mundo abrazándose y sonriendo y hablando efusivamente acerca de cómo permanecerían amigos para siempre y nunca, jamás perderían el contacto.

Todo era demasiado ruido de fondo y chorradas para mí.

Unos minutos más pasaron, y la mayoría de los asientos se llenaron. Mordí mi borla. Quince minutos más, dos horas para pasar de bla, bla, bla, nuestro futuro es brillante, bla, bla, bla, puedes ser lo que quieras, bla, bla, bla.

Bla.

Uno de los últimos rezagados que quedaba se abrió camino a través de la fila de unos pocos frente a la mía. Sawyer se movía un poco torpemente, como si algo no funcionaba del todo bien, o algo así como que su mano se había pegado a su polla. Yo ni siquiera traté de evitar la risa que se liberó.

Algunas cabezas se volvieron, incluida la suya, pero tan pronto como vio que era yo, su cabeza se apartó bruscamente como si acabara de golpearlo justo en la mandíbula. Había besado a esa porquería. Había hecho más que darle un beso. Eso fue suficiente para hacer que una chica renuncie a los hombres para siempre. Sobre todo una chica a punto de dirigirse a la universidad donde había oído que los chicos que habían sido unos cretinos en la escuela secundaria se convertían en pendejos Grado A [es algo de calidad], y los pocos buenos ya estaban ocupados para cuando llegaba el otoño. Las perspectivas en el departamento hombre era desolador, por lo que solo fingía que no había departamento con ese título. Mejor sola y marginalmente feliz que en pareja y positivamente miserable.

El Director Rudolph apareció desde detrás de las cortinas de color borgoña y se dirigió al podio. Esto iba a ser doloroso. De hecho, me sentí mal por mis padres, ambos estaban en la asistencia, sonriendo y saludándome cada vez que miraba en su área general.

—Estudiantes, padres, profesores—, comenzó, pasando por toda la cosa ominosa que no estaba funcionando para él, —este es realmente un momento para celebrar el pasado, el presente y el futuro.

¿Qué pasaba con estos discursos de graduación? ¿Hay alguna ley de que todo tenía que ser la misma cosa, vieja, cansada?

—Me gustaría aprovechar esta ocasión para— El director Rudolph se congeló en su lugar, con la boca y ojos muy abiertos. Abriéndose camino hacia el escenario, Justin corrió por él, tendiéndole la mano a Rudolph.

Él agarró el micrófono más fuerte, sacudiendo la cabeza, por lo que Justin se lo arrebató justo fuera del apretón de muerte de Rudolph. No había visto a Justin desde el domingo por la mañana, y todo en él era diferente. Tenía el aspecto de un hombre en paz. Un hombre que había descubierto todos los misterios de la vida. Un hombre que todavía, a pesar de todas las revelaciones y las palabras, hacía que mi corazón palpite.

—Todo el mundo, disculpen tan sólo un minuto—, dijo Justin, rodeando el podio. Las cabezas giraban, mirando a sus vecinos para ver si estaban igual de confundidos. —No es una sorpresa que no estoy hoy aquí hablando como un valedictorian [es un título académico conferido al estudiante que entrega el cierre o la discurso de despedida en la ceremonia de graduación. El Valedictorian suele ser el estudiante con la calificación más alta entre su clase de graduación.], pero creo que todos ustedes están sorprendidos de que me estoy graduando del todo, así que estoy interrumpiendo este pequeño festival de aburrimiento. Desde que comenzamos el año conmigo arrancándole el micrófono de las manos al director Rudolph, también podríamos terminarlo de la misma manera—. Una ronda silenciosa de risas recorrió los graduados. —Y yo en realidad tengo algo importante que decir, al contrario que el resto de estos genios bastardos aquí abajo, en la primera fila. 

Todo el mundo estaba susurrando a su vecino, o tratando de retirar su boca del suelo, o mirando al escenario como que esto era inexcusable. Sin embargo, ___ Larson estaba sonriendo. Viendo a Justin allí arriba en su toga y birrete, a punto de graduarse, continuando con algún futuro que involucraba al fútbol, justifica una sonrisa. Yo estaba feliz por su éxito.

—Este año no fue como cualquier otro anterior—, empezó a decir, mirando hacia la multitud. —Aprendí más sobre mí mismo y la vida e incluso el amor que lo que tuve antes de mis diecisiete años.

Una docena de cabezas se dieron vuelta y me miraron cuando Justin dijo la palabra con "A". Me revolví en mi asiento. No tenía idea a dónde iba Justin con este discurso de graduación de desnudar el alma, pero sabía que iba a significar vergüenza, en el mejor de los casos, para mí.

—Aprendí que no soy la mierda que a todos les gusta creer que soy. El pedazo de mierda que yo creía que era—, dijo mientras el director Rudolph pasaba una mano por el brillo de sudor formándose en su frente. —Alguien me dijo eso una y otra vez y otra vez, y me tomó la mayor parte del año, pero creo que finalmente le creo. —Sus ojos se posaron en mi dirección para el segundo más corto—. Porque no necesito creer que donde he estado es donde me dirijo. Y no necesito creer que una tragedia puede dar forma al futuro, —hizo una pausa, aclarándose la garganta—. Sólo yo puedo hacer eso. Ahora lo veo. 

Otra pausa, y ahora en la habitación no volaba ni una mosca. —También sé que en el proceso de mí aprendiendo esto, la persona que me lo enseñó perdió su fe en mí, y tal vez incluso en sí misma, y en todo el maldito mundo—. Sus dedos se apretaron alrededor del micrófono, ya no mirando alrededor de la multitud—él estaba mirando directamente hacia mí. —Yo podría ir a la cárcel un millón de veces y nada sería peor que lo que le hice a ella. Ella me enseñó a amar—ella incluso me dio oportunidad tras oportunidad para demostrarle que yo era capaz de hacerlo. Y yo le fallé cada vez. —Su rostro se arrugó en una mueca de dolor parcial, pero no apartó la mirada de mí—. Te quiero, ____ Larson. Y siento que tuve que arruinar todo lo que teníamos para reconocer eso. Y entiendo por qué te perdí y nunca voy a tenerte de vuelta. 

Mis ojos se cerraron, era demasiado. La confesión, la emoción detrás de las palabras, todos en el auditorio mirándome, todo lo que estaba sintiendo.

—Tú me salvaste, ____, y yo no te devolví el favor. Y lo siento, —dijo, su voz baja—. Sólo quería que lo supieras.

Al abrir los ojos, me obligué a mirarlo mientras se alejaba del escenario, dándole el micrófono de regreso al director Rudolph con la cara roja. Él me sonreía, el Justin que estaba reservado para ocasiones especiales, y devolví esa sonrisa.

En medio de todo estando muy mal, algo bien fue abriéndose paso a través. Algo se estaba levantando de las cenizas.

Levantando la mano, él saludó antes de volverse y caminar fuera del escenario, dejando a su pasado atrás y yendo en pos de ese brillante futuro.

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