Capítulo 48

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–Hola – dije conteniendo la respiración.
– Hola ____, adivina donde estoy.
– Ni idea – no tenía cabeza ni para pensar del uno al cinco menos para adivinar.
– Afuera de tu oficina, marqué a tu casa, pero como no me contestaste supuse que estarías aquí, te invito a cenar.
– Que sorpresa, en unos minutos bajo – dije nerviosa y le colgué.

Miré con pánico a Kendall y comencé a abrocharme la blusa y metérmela en la falda. Comencé a buscar mis medias, pero no las veía por ningún lado, él estaba parado cruzado de brazos viéndome seriamente, creo que había adivinado quien me había llamado, yo levanté los hombros y moví la cabeza negativamente, él sabía perfectamente de la existencia de Brandon, además, lo que había entre nosotros sólo era sexo, aunque ya no existieran las reglas, al final del día lo único que nos unía era eso, sexo sin compromiso ni ataduras.

– ¿Buscas esto? – preguntó mostrándome mis nada sexys medias azules.
– Cómo te gusta hacerme sufrir – exclamé y levanté la mano para quitársela pero él puso la suya detrás de su espalda – no es momento de juegos, tengo que irme ya.
– Pues vete, yo no te estoy deteniendo.
– Dame eso de una buena vez.
– No, quiero conservar algo tuyo hasta que vuelva a verte.
– Pero eso no – grité entre seria y asustada.
– ¿Por qué no?
– Por obvias razones que no quiero repetirte, dámelas ya y estoy hablando en serio.
– ¿O qué?, ¿vas a llamar a los policías?
– Ash, me estás desesperando en serio, ya déjate de juegos.
– Hasta luego _____, que pases buenas noches.

Comenzó a caminar y lo atajé en la puerta casi estampándolo en ella.

– Porfavor Kendall – dije en tono suplicante, casi al borde de las lágrimas de desesperación.
– Él te tiene completa, ¿qué más da que yo conserve esto?
– No, no me tiene completa y lo sabes, no te puedo dejar eso, al menos no hoy, otro día, te lo prometo, cuando volvamos a vernos, te daré otra cosa hoy, por favor.
– ¿Y qué me darías a cambio?

Lo tomé de la mano obligándolo a caminar conmigo, no quería que se me escapara, se veía molesto y quizá podría ser capaz de cometer una locura. Abrí el cajón de mi escritorio con la mano que tenía libre, sin soltarlo, ahí tenía un pañuelo, lo saqué y lo puse sobre el escritorio, tomé el pequeño perfume que estaba también en el cajón y le rocié un poco al pañuelo y se la di. Me sonrió y me entregó las medias.

– Ah, se me olvidaba decirte, no uses vestido rosa ni lila para la boda– dijo en el umbral de la puerta.
– No te he asegurado que iré.
– Buenas noches, _____.

Ardiente Tentación (K.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora