Capítulo 3.

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¿Quién soy yo para cuestionarte?

El reloj marcaba las 8:00 por obvias razones, la suspensión de clases se hizo presente aquel día. Tenía tiempo suficiente para levantarme, arreglarme y comer con toda tranquilidad para estar puntual del evento a las 14:00, sin embargo, terminé por atragantarme con la comida en un intento fallido de retener los nervios. Richard me miraba con una mueca formulada en sus labios, ¿acaso habrá notado mi desesperación?, una pregunta muy tonta, pues comía con indiferencia analizando los bocados, mientras que yo me atascaba las cosas de un movimiento.

Este año por suerte, sería el último para mi adorado primo, sin embargo, me temo que yo no corro con la misma suerte, pues aún tendría que lidiar con dos largos años de cosecha. Vaya lástima, ¿no?

Me dirigí a la cocina, donde me encontré con el señor Masen, se encontraba sentado en la mecedora del rincón, con una mirada perdida y reteniendo algunas lágrimas en los ojos. Totalmente en silencio. Una mueca de preocupación de formuló en mis labios, y decidí acercarme lo más abierta posible para saber qué le sucedía (respuesta muy obvia, por cierto) pero no me gustaba verlo de esa forma tan pronto, digo, no es como si pudiese ver el futuro.

-¿Se encuentra bien, papá? -me animo a preguntar. Realmente, no es mi padre, pero yo siempre lo he llamado así. Él fue quien me pidió que le dijera "papá" pues no le gustaba verme llorando por aquel tema. 

Se secó las lágrimas y se giró para verme. Al parecer, ni siquiera me escuchó llegar.

-Todo perfecto, Jess -respondió clavando su mirada en la pared, como si no quisiera mirarme a los ojos. Estaba mintiendo.

-Sabes, yo también estoy nerviosa -le aclaré sentándome en uno de los bancos que se encontraban junto a él -.la cosecha es algo que pone nervioso a cualquiera, no veo por qué habrías de mentir. Incluso el más valiente se atemoriza de algo -añadí tratando de tranquilizarlo mientras apoyaba mi brazo sobre su hombro. 

-Me conoces bien pequeña -amplió su sonrisa justo antes de agachar la mirada. Abrió la boca para decir algo, pero se escuchó la puerta de la cocina rechinar, y se detuvo para mirar a Richard interrumpiendo con su aparición.

-¿Interrumpo algo importante? -volqué la mirada, sarcástica, sin responder. Nuevamente, el señor Masen se animó a decir algo, pero volvió a ser interrumpido por el muchacho -.suficiente tengo con el día de cosecha, no necesitas añadir un comportamiento grosero -evidentemente eso fue para mí. 

¿Tan rápido se ofende? pensé. No voy a responder. 

-Vamos Jessica, no seas tan temperamental -me dice mi padre. Vaya ánimo, sobretodo si viene de una persona que estaba llorando hace un par de segundos y se avergonzaba de ello. Me levanté fulminando al hombre con la mirada, me crucé de brazos y me retiré del lugar. 

Al compás de mis pasos escuchaba la conversación a trabas que acababan de iniciar, como si estuviesen discutiendo. Y la temperamental soy yo. En fin, creo que hoy no es un día bastante "feliz" para ninguno de nosotros. Me adentro en el pasillo más largo de la casa, tan hundida en mis pensamientos que no alcanzo a percatar a la señora Masen antes de estrellarme contra su brazo. 

-Oh querida, lo siento ¡qué distraída he sido! -exclamó. Se le notaba mucho más tranquila que a mi padre -.toma, esto es para ti -aprovechó para entregarme un conjunto de ropa, hurgué cada prenda con la mirada. Una camisa de botones blanca y perfumada, una falda color gris, que probablemente me llegue hasta las rodillas, unas calcetas blancas y largas, unas zapatillas negras bien boleadas y un peculiar broche blanco para el cabello. Un gran detalle. 

-Todo está precioso -agradecí en un tono algo decaído, supongo que ella entenderá la razón -.¿cómo es que...? -me detuve a preguntar levantando una ceja. 

-Esta fue la ropa que mi madre me daba a utilizar en mis días de cosecha, y ya sabes lo que dicen, cuando se trata de este estilo no importa la vejez de la prenda ¿o sí? -bromeó agachando una sonrisa. Tal vez acababa de recordar el motivo por el cuál me estaba dando la ropa. 

-Se lo agradezco mucho -incliné los hombros mientras la despedía con los ojos.

[10:00]

A diferencia del resto de la gente, a mí no me gustaba permanecer encerrada hasta la hora de la cosecha en aquellos días, no. El sentirme aprisionada sólo empeoraba mi autoestima, y suficiente ya podía haber tenido con la fecha. Al igual que todos los años, me coloqué mi ropa después de bañarme y corrí a atender a Fawkes. Un gato gordo color marrón que le pertenece a mi primo. Me incliné para darle un poco de pan, el cual terminó rechazando. 

-Eres un glotón, vamos, cómetelo ya -insistí haciendo una mueca. Recibí una mordida y unas gotitas de sangre botaron de mi dedo índice. Succioné la pequeña herida como si tratara de retirar alguna clase de veneno de esta. Comencé a asquear con el desagradable sabor a fierro oxidado que tenía mi sangre, cuestionando lo difícil que sería ser caníbal intentando tragarte litros y litros de sangre. Simplemente me daba asco mirarla, me daba asco tocarla, me daba asco probarla. Vaya florecita. 

Salí un rato de la casa, para despejarme y tirarme sobre el pastizal. Recuerdo cuando solía venir aquí por las noches, yo estaba temblando de frío cuando mi primo asistía con una caliente manta y me llevaba a casa para que después pudiese contarle mi pesadilla, aunque aveces ni siquiera era necesario. 

Medité un rato, recordando mi más reciente pesadilla. Claramente, no fue nada comparado con las pesadillas que tenía sobre mi padre, oh no, esto era mucho más fastidioso que aquello otro. No encontraba algún motivo para que mi mente recurriera a esas escenas alternativas, obviamente, las primeras tenían sus razones, pero ahora todo se había vuelto más confuso. 

Me apresuré a descartar algo relacionado con mi madre, porque vamos, el único sueño que he tenido con ella fue quizá el único sueño lindo que llegué a tener. Parecía como si tuviese un bloqueo total, mis pensamientos se desvanecían con rapidez y se volvía más difícil averiguar qué significaba aquel chasquido antes de despertar. 

Pudo haber sido el sonido de una flecha chocando contra algo, tal vez algo muy duro, como mi pecho. Sí eso es, la flecha chocaba contra mi pecho. Por eso desperté, seguramente. 

Mmm, ladeé la cabeza inclinando los hombros. Eso no habrá sido. Concéntrate Jessica. 

¿Y si más bien era algo significativo? algo que no fuese literal, como si mi cuerpo tratara de advertirme algo. Inútil, yo no soy vidente. Además ¿qué sería tan importante de advertirme? uhg, argumentos tontos. Clavé mis uñas en la tierra. 

¡Suficiente! no necesito cargar con más problemas, ya tuve suficiente. Lo mejor será esperar a que las cosas sucedan, imaginando que nada malo pasará. Quizá fue cosa de un día, quizá mañana ni siquiera recuerde de qué iba aquel sueño, tal vez no lo vuelva a tener nunca más, ¿por qué habría de preocuparme por algo que no me afecta como tal? 

Me levanté, sacudiendo mi falda. Corrí hasta la casa y permanecí sentada por un largo rato.

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