Capítulo 11.

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Las cosas cada vez se volvían más confusas y difíciles. Había visto a la chica del uno un par de veces, acompañada del resto de los profesionales, me lanzaba miradas de desprecio constantemente. ¿Acaso me habría pillado mirando la escena del crimen? ¿por qué habría decidido acabar tan brutalmente con su estilista? ¿dónde rayos se encontraba Paisley? cada pregunta dejaba como resultado otra pregunta aún más difícil de responder. El asunto del asesinato se había mantenido en secreto, como era de esperarse, ninguno de los tributos se enteró de toda esta escena. Me imagino que los vigilantes lo encontraron tan insignificante que les fue fácil ocultarlo todo y simular que nada había sucedido. Después de todo, los estilistas no abarcaban gran importancia para ellos, eso había quedado bastante claro. Sabía que la cosa no podía empeorar cuando Theron me dio un uniforme de entrenamiento.

-Richard y tú irán juntos. Por ser el primer día, no creo que se nos permita entrenar aún con ustedes... -comentó observando a la mentora de Richard. Era una mujer bastante demacrada. No recuerdo haberla visto en ninguna de las ediciones, así que me imagino que ella ganó antes de que yo naciera, o quizá cuando era muy pequeña para ver la transmisión-. pero nos gustaría darles unos consejos, de forma general.

Ambos asentimos con la cabeza.

-Primero que nada. La socialización es un aspecto importante, aunque no creo que deban apurarse con ello, han de saber lo difícil que resulta adaptarse a un grupo social cuando se proviene de distritos bajos, no obstante, hay quienes, como Richard, tienen una facilidad bastante incrementada como para acercarse a hablar con el mejor postor y sacar muchas cosas buenas de este. Sin embargo, es escencial que hoy se muestren cerrados ante el resto de los tributos. Examinen a cada uno con detenimiento, y más adelante tendrán la oportunidad de elegir aliados, por el momento, queremos evitar que elijan a alguien que puede resultar un traidor dentro de la arena -enunció la señora enderezando la espalda. Por el tono de su voz, se nota que los años no le han jugado muy limpio, pareciera que aquella voz proviene de una mujer de 70 años, y no de ella. Deja muchas cosas de qué hablar.

<...>

Cuando llegamos a la sala de entrenamiento pudimos observar que eramos de los últimos en llegar. Todos se encontraban en una formación de media luna en el centro de la sala, y cuando abrimos las puertas para entrar muchas miradas se clavaron en nosotros. Richard observó cómo esto repercutía en mi forma de caminar, así que colocó su mano sobre mi espalda y lanzó una sonrisa indiferente al resto de los tributos, haciendo que todos volvieran a ponerse de espaldas. A excepción de los profesionales. Dos de ellos, los chicos del distrito uno, agitaron su cabeza con desaprovación mientras nos uníamos al grupo, y el resto simplemente nos observó colocándonos en nuestras posiciones.

La instructora comenzó a dar indicaciones específicas sobre el entrenamiento. Yo veía a Richard bastante atento en todo esto, pero a mí me era imposible concentrarme con los ojos de la chica del cabello pálido clavados en mi rostro. De vez en en cuando giraba la cabeza para confirmar que aún me estaba observando, pero luego volvía a fingir no haberla visto y seguía disimulando el nerviosismo.

En cuanto la instructora sonó el silbato, los tributos comenzaron a disperzar, yo me quedé perpleja y Richard comenzó a tirar de mi hombro para que le acompañara. Sacudí la cabeza volviendo a la realidad y eché a correr a una de las estaciones de tiro.

-Te noto muy distraída -susurró él posicionándose detrás mío.

-La chica del uno no deja de mirarme desde que entramos a la habitación, me está aterrando -respondí entre dientes observando cómo la muchacha lanzaba dos de sus cuchillos a uno de los maniquíes. Podría jurar que me miró cuando acabó su tiro, como si tratara de amenazarme de alguna forma.

-¿Hablas de Kathleen Crowley? tranquila, es precisamente lo que ella quiere, asustarte. No le des cuerda, sólo ignoradle -colocó su mano sobre mi hombro. Esa respuesta me hubiera sido útil si la circunstancia no le hubiera contradicho. Richard no sabía nada de lo que había ocurrido en el panel con la estilista, y tampoco planeaba decírselo, me prometí a mí misma que olvidaría aquella tragedia.

-Señorita Sweet, su turno -repitió el hombre con una voz gruesa y un tanto fastidiado. Sacudí la cabeza disculpándome entre dientes, tomé una de las hachas de mango corto de la armería.

Lancé el hacha con una fuerza mínima, esta azotó contra el suelo en seco, ni siquiera alcanzó a rosar los pies del maniquí. La fila estalló en risas haciéndome quedar roja de la vergüenza.

Richard se acercó a mí para acariciarme el hombro

-Tú puedes, una vez más, vamos -me susurró mientras regresaba a la fila.

Estaba por acercarme a tomar otra hacha cuando escuché al chico del distrito uno gritando algo desde el otro lado de la sala.

-¡Hey, Jessica! ¿así piensas sobrevivir al baño de sangre, querida? -le escuché enunciar y después me giré para ver cómo su compañera y él chocaban las palmas y seguían ríendo. Sus risas se silenciaron en cuanto Richard les miró fijamente, el pánico que les invadió fue tan grande que se volvieron a integrar y permanecieron en silencio.

Me acerqué al centro de tiro, me coloqué en posición. -Concéntrate, concéntrate, concéntrate- me repetía a mí misma una y otra vez dentro de mi cabeza. Unas gotas de sudor me calleron en el dedo índice. Tomé el mango con fuerza y lo arrojé a uno de los maniquíes, acertando justo en la yugular y derribando su cabeza en un movimiento certero. Sonreí victoriosa, me giré para observar las miradas rabiosas de los profesionales. Chasqueé la lengua con recelo al pasar por ellos y me dirigí a la zona de cuerdas.

Ahí mismo, me encontré con una hermosa chica de ojos azules y cabello castaño. Pude leer la inocencia en su rostro, al menos no tenía ese toque tan arrogante que el resto de los profesionales. Tomando en cuenta que su compañero estaba en el grupo de Kathleen, me sorprendió que ella no lo estuviera, pero me guardé las preguntas para otro día. Después de todo, este día estaría dedicado a inspeccionar a mis adversarios, únicamente.

Observé los dedos ágiles de la castaña, moviéndose de una dirección a otra para terminar un nudo perfecto para una presa pequeña. Envidié su talento intentando hacerme de las mías, aunque al final terminé por romper la soga en un intento frustrado de realizar un nudo marinero.

Una voz retumbó en todo el lugar, llamando la atención de todos los tributos.

-Atención tributos, se les informa que la primera sesión de entrenamientos culminará dentro de un cuarto de hora. Los tributos que aún no hayan pasado a las estaciones básicas, deberán hacerlo cuanto antes. Gracias -la voz cesó y el parloteó volvió a invadir la sala.

La castaña se levantó de su asiento y me regaló una tenue sonrisa. Yo no pude hacer más que devolverla antes de que se apartara con pasos veloces.

Distrito SieteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora