Capítulo 5.

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Nos escoltaron al edificio de justicia, yo aún seguía con lágrimas secando sobre mis pómulos. 

Supongo que, como todos los años, nos darían un cierto tiempo para recibir visitas, si bien, sería la última oportunidad que tendríamos para hablar con nuestros seres "queridos" y familiares más cercanos. Me imaginé que nadie vendría a visitarme, que mis tíos se enfocarían más en su hijo y correrían a asistirlo antes que a mí, porque claro, eso sería lo más lógico. Pero me equivoqué. 

Me planté en uno de los sillones de terciopelo que se encontraban a una esquina de la habitación, engullendo la cabeza en mis rodillas sin siquiera importarme el manchar la tela. Me deprimí bastante cuando pasó un minuto y reflexioné acerca de lo anterior, pero no pasó mucho más para que alguien irrumpiera mi drama y entrara con euforia abriendo la puerta de un tirón. 

-¡Jessica! -apenas escuché enunciar a mi tía antes de que se abalanzara sobre mí dándome un caluroso abrazo acompañado de un manchón lagrimoso. 

-Creí que no vendrías a despedirte, creí que nadie se despediría de mí -sollocé aferrándome a sus hombros mientras los empapaba de lágrimas. Ella colocó su mano en mi cabellera pelirroja. 

-Querida, todo va a salir bien. Estarán bien, todo saldrá bien -tartamudeaba mientras acariciaba las palmas de mi mano. Pero era una completa mentira, esto no podía ir peor, y sólo uno de nosotros sobreviviría después de la arena, o quizá ninguno. 

-¡No! -exclamé con los ojos llorosos- ¿por qué? ¿por qué hizo esto? ¡él no tenía por qué haberse ofrecido! -reproché llevándome las manos a la cara. 

-Jessica, está bien, está bien. Pase lo que pase, cuentas conmigo, los dos cuentan conmigo -se escuchaba en un tono algo alterado, pero logró reconfontarme por un instante. ¿A qué se refería con eso? supongo que no podía ser nada bueno, y si lo considero más a fondo, tal vez trataba de decirme que si vuelvo a casa y él no, seguirá amándome. Es triste que no pueda saber lo mismo de parte de mi tío. Aunque de todas formas, eso no servirá de nada. Yo moriré ahí dentro, Richard regresará a casa. Sí, definitivamente eso sucederá. 

-¿Lo dices enserio? -me atreví a preguntar mirándola antes de recibir un impacto sentimental, no me detuve y corrí a abrazarla nuevamente. 

-Te prometo que así será -finalizó. Segundos después, sus brazos comenzaron a desprenderse de mi cuello y grité con todas mis fuerzas suplicando por más tiempo, pero la puerta ya se encontraba cerrada. Caí de rodillas al suelo llevándome las manos a la cabeza, tenía coraje, me sentía impotente. 

De pronto, sentí algo encajándose contra mi tronco; revisé el bolsillo de mi blusa y encontré una bolita de papel. Estaba tan frustrada que no dudé en arrojarla contra el muro de aquel sitio, provocando un sonido bastante peculiar, como un metal golpeándose con una madera tallada. Lo reconozco fácilmente. 

Me incliné para recuperar el monto, esta vez preguntándome cómo habría ido a parar en ese lugar. Comencé a desenvolver el contenido de este, y observé un hermoso broche metálico que poseía unas definidas hachas entrelazadas, algo representativo del distrito. Indudablemente, esto había sido obra de la señora Masen. Los sentimientos volvieron como un vuelco en el estómago, contuve el llanto limpiándome las mejillas. 

Finalmente, llegó una última pareja de Agentes de la Paz, levantándome de los brazos para escoltarme hasta la salida del edificio. Las visitas habían terminado para los tributos del distrito siete. Me abstuve a dirigir una sola palabra a mi primo, no lo haría después de lo que él decidió hacer. ¿Acaso sería tan cínica para hacerlo? ¡uh! claro que no. Me dirigí, acompañada de él, a la puerta trasera, ambos rodeados de agentes y más agentes. 

En cuanto la luz del sol golpeó mi rostro las lágrimas se petrificaron dejando seco mi rostro, una de las ventajas de ser tan blanca sería eso. Es difícil reconocer cuando estuve llorando. Aunque claro, en esta ocasión la hinchazón en los ojos se hizo notoria instantáneamente. Evité pensar en eso mientras estaba frente las cámaras. 

A mitad de camino, se nos unió aquella señora mal vestida de la cosecha, supongo que la gente educada la llama "presentadora" pero yo prefiero llamarla como se me de la gana. Su taconeo volvía el nerviosismo a mi cuerpo, pero estar al aire libre tranquilizaba demasiado la situación. 

Subimos al tren, a traseras de la mujer. Quien por cierto, nos dio un "espléndido" tour de presentación alrededor de todo el sitio, haciendo referentes énfasis en los materiales con los que se había construido cada rincón de aquel asqueroso tren. Y sí, una vez más, estaba tan furiosa que no me molesté en poner atención a todo esto. 

Finalmente, se dispuso a enseñarnos nuestras habitaciones temporales, bastante bien decoradas por cierto, pero demasiado lúgubres para personas tan humildes como nosotros. Vacilé con la mirada las sábanas de mi pieza. Impecables. Todo lucía tan lindo; algo que resultaba extraño y me dejaba muchas cosas qué pensar. Como si fuéramos ratas de laboratorio pasando por una prueba de nutrición para que después puedan explotarnos hasta obtener lo que ellos deseen. No será tan sencillo conmigo, de eso podía estar segura. 

Me propuse a lograr algo; no estaba completamente segura si era bueno elogiar las ventajas de ser tributo, quiero decir, me miré siendo la menos cordial con todo esto. Cuando se nos mostrasen las habitaciones en el centro de tributos, ni siquiera me molestaría en dar las gracias. Y cada vez que se nos sirva un platillo de calidad, haré gestos de desagrado para mostrar mi inconformidad. Excelente, ahora sólo faltaba hacerlo una realidad. 

Parece que Richard estaba mucho más despreocupado, no me sorprende, él siempre gozó de verle el lado positivo a las cosas, y en este caso, le está siendo de gran ayuda. Es una lástima que yo no sea tan accesible como él. Supongo que se convierte en una desventaja, de todas formas, no me importa. 

Cerré la puerta de mi pieza con fuerza. Recuerdo haber escuchado "no azoten las puertas, el material con el que se elaboraron no es algo que se deba tomar a juego" pero ¿qué importa lo que diga alguien como ella? quiero decir, en el distrito no es bien visto recibir órdenes de un arco iris parlante. 


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