Capítulo uno.

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Las esposas que rodeaban mis muñecas fueron liberadas y con un leve empujón el oficial me adentro a la celda; di vuelta sobre mis talones observando como el anterior cerraba la reja y me daba una rápida mirada antes de irse por el largo pasillo.

Suspiré y me senté en la cama, o cama improvisada, que solo constaba con una parte solida de cemento y sobre ésta un colchón bastante gastado. Acomodé mis risos de costado y me quede allí sin aún poder comprender como era que estaba encerrado en esas cuatro paredes, ¿cómo es que una reja me prohibía la salida a algo que yo nunca había cometido?

Los sucesos de hace unas horas atrás, que para mi, parecía desde hace segundos, se repetían una y otra vez en mi mente, como en una película. Recuerdo el cuchillo en mi mano, los gritos falsos de mi madre, el charco de sangre que cubría a mi padre y a los oficiales entrar por la puerta de mi casa, para finalmente tumbarme contra el pavimento y retenerme.

No entendía como las cosas sucedieron de esa manera y tan rápido, sentía que estaba en una muy mala película, de esas que apenas las empezas a ver sabes como que va a tener un final de mierda.

Estaba confundido y aturdido: aún me costaba trabajo procesar todo lo que había ocurrido.

Mi padre estaba muerto.

Y yo lo había asesinado.

O bueno, eso es lo que creen.

Un golpe retumbo en la celda haciendo que dirigiera mi mirada a donde anteriormente el guardia había cerrado —Styles, salí— masculló.

Sin rechistar o hacer algo que me costara algunos golpes me levante de la no tan cómoda cama y me dirigí fuera de la celda, caminando delante del oficial, quien procuraba que no haga ninguna tontería, como golpearlo e intentar escapar, que estaba más que seguro de que muchos otros presos lo habían intentado.

Dios, realmente todo esto parecia un estúpido sueño.

Si, eso.

Y realmente me estaba costando despertar.

Lo que veían mis ojos era un salón de comidas, ya varios de los presos se encontraban sentados y otros haciendo una fila, para lo que suponía, buscar su comida, el oficial o mejor dicho guardia cárcel me empujo hacia ella y me hizo agarrar una bandeja, a lo que simplemente la sostuve, esperando a que llegara mi turno.

Con la bandeja en mano, la cual tenía una especie de pure y carne, me senté lo más apartado posible, desde un principio había recibido varias miradas. A ver, no soy ningún idiota y soy consciente de que ser el nuevo me convertía en el nuevo juguete de los presos. Yo no era una persona que buscara peleas, ya que sabía que en cualquiera saldría perdiendo, así que rogaba que nadie intentara insultarme o golpearme, o algo mucho peor que no quiero ni pensarlo.

Tome el tenedor y despacio empecé a comer, observando de reojo que nadie intentara hacerme nada, si tendría que usar una frase para decir como me siento, diría "cagado de miedo". Metí un trozo de carne a mi boca y lo mastique con lentitud, tratando de encontrarle el sabor, pero ésta parecida chiclosa, casi imposible de masticar y tragar.

—Hola, rulitos. — una voz ronca y gruesa resonó a mi costado, pronto sentí como la silla de mi lado chillaba y un peso caía sobre ella, mierda.

Tragué duro, sintiendo como el trozo de carne costaba pasar por mi laringe y carraspee observando al sujeto, fornido, tatuado por lo que parecía ser todo sector de su cuerpo y una mirada divertida y maligna cruzaba por sus ojos, mantenía la mandíbula apretada y comprendí que justamente con este tipo de hombres no quería saber absolutamente nada.

—Tienes unos lindos rizos.— murmuró jalando un mechón de mi cabello sin ningún tipo de sutileza y enrollándolo en su dedo, me mordí el labio para no chillar y simplemente desee que se alejara de mi. —¿qué pasa? ¿te comió la lengua el ratón?  —rió de forma brusca y seguido se escuchó más risas, por lo que supuse que en este momento era el centro de atención.

—Suéltame, por favor.—Pedí en voz baja, pero lo suficiente alta como para que él escuchara.

—No, definitivamente no creo que esa sea una opción— hundió su nariz en mi cuello olfateando, exclame un "ew" y lo empuje hacia atrás, parándome en mi lugar.

Las miradas de todos me pesaban y me carcomían por dentro, me empezaba a sentir mareado y débil. El grandote se volvió a acercar a mí, pero esta vez con una mirada seria y notablemente enojado, retrocedí con temor y mire para todos lados, buscando la ayuda de los guardias, pero éstos simplemente estaban en una esquina observando con diversión la situación, gruñí por lo bajo, eran unos hijos de puta. Claramente disfrutaban el show.

Sentí un fuerte tirón en mi brazo derecho y de un momento a otro mi rostro se encontraba justo en frente del grandote, me inspecciono con la mirada como si fuera el último trozo de carne en el mundo, quise decirle algo repulsivo, pero sabía que no iba a salir vivo, así que me mantuve callado. —Escuchame bien, princesa, porque esto sólo lo repito una sola vez. Nunca más vuelvas a empujarme de esa forma — su voz era baja, pero el terror y la amenaza se encontraba en cada una de sus palabras. —¿entendiste, ojos verdes? — Asentí lentamente.

El brazo me empezaba a doler y estaba bastante seguro de que después se me iba a formar un enorme y horrible moretón el cual me iba a doler por una par de días. Quería safarme de su agarre, pero también quería seguir con vida, así que simplemente opte por moderme la lengua y mirar al suelo, esperando o mejor dicho rogando que decidiera soltarme y seguir su camino.

—Soltalo.— una voz calmada pero demandante se escuchó detrás de mí. Gracias Dios. Finalmente los guardias se dignaron a hacer algo al respecto.

—O si no ¿qué, Tomlinson?- bueno, yo no creo que esa sea la manera adecuada de dirigirse hacia un guardia no?

—Ya sabes lo que pasaria si no haces lo que te digo Evans — Murmuró y sentí como su respiración se apegaba a mi nuca, lo que provoco que se me erizara los bellos de esa zona. —No la compliques, que hoy definitivamente no estoy de humor.

El grandulon bufo y rodeó los ojos antes de soltarme y dirigirse con los que suponía que eran sus compañeros, o amigos, ¿es que aquí se podría hacer amigos?

Suspiré y me volví a sentar en mi lugar, pronto sentí como otro cuerpo se recargaba en la silla de mi costado, sabía que era el guardia que me defendió.

Mi corazón todavía latía sin parar y podía jurar que me sudaban partes que no deberían sudar.

¿Cómo carajos iba a hacer para sobrevivir en este lugar?

—¿Ni un gracias? Vaya, pensé que ibas a ser un poco educado rulitos— apoyo sus codos en la mesa y me observo con una mirada divertida y fue ahí, donde lo observé. Definitivamente ese no era un guardia. Cabello castaño, levemente despeinado, ojos azules, diría como el mar, pero eso sonaría cursi, labios delgados y rosados, y tenía barba de unos días... malditamente sexy.

—Gracias...— me detuve al no saber su nombre.

—Louis. — Sonrió de costado.

—Gracias, Louis.

El prisionero | LarryStylinson [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora