La miraba. Los ojos azules clavados en ella. El Ford Ka no avanzaba, y era porque él la miraba. Y la miraba. Una sonrisa parecía querer asomarse por sus labios finos, pero no. Quería burlarse de ella, o simplemente consolarla para que se sintiera mejor, o quizás llevarla a por un helado, pero no. Se mantuvo serio. Y la miró.
"Soy yo, soy él. Somos, pero soy yo, primeramente soy yo, defenderé ser yo hasta que no pueda más."
Josephine recordó su clase de literatura con el profesor Gardner. Aquella frase era simplemente perfecta. Comenzaba a ponerse nerviosa. Los ojos de su amigo no dejaban de atravesarla como si la acuchillara con ellos.
-¡Ah, basta! ¿Vas a seguir observándome toda la noche como un idiota o vas a llevarme a mi residencia?-Se giró sobre sí misma y su cuerpo quedó en dirección hacia el asiento del conductor, donde James resplandecía con gloria, aún mirándola. Él se rascó el mentón y asintió. Por primera vez sonrió.
-Bien, solo quiero que me saques una duda.-La señaló con el dedo.- ¿Por qué estás empapada vestida con ropa gigante y me has pedido que venga por ti urgentemente a una fiesta en casa de un sujeto que simplemente no tolero?
Josy tragó saliva.-Kentin me ha tirado a su piscina luego de una discusión.-Antes de que James pudiera responder, ella remató. -¡Pero está ebrio, por eso lo ha hecho, nada más!
No sirvió de nada. James estalló en una carcajada excesivamente ostentosa que molestó a Josy por completo. Detestaba el teatro, y más cuando su amigo lo utilizaba exageradamente con ella.
-Lo siento...es que...es que...-Volvió a reír.-Esto es demasiado.-Se presionó el vientre.
Josy rodó los ojos para evitar pegarle un puñetazo en la cara.-Espero que sepas que eres un real idiota.-Volvió la vista al frente y se abrazó a sí misma para que el frío cesara un poco. Cada hebra de su pelo estaba mojada, y sentía pinchazos en todo el cuerpo.
-¿El idiota soy yo?-Tosió antes de hablar.-Mira, que yo sepa, siempre te burlas de mí o me regañas porque soy pésimo para elegir a las chicas con las que salgo, pero resulta que el único tipo con el que tú sales, te tira a la piscina. ¡Al final quien elige mal aquí eres tú, porque yo jamás te he llamado en horas de la madrugada para que me busques en una fiesta porque una de mis chicas me tiró a la piscina!-Dijo, elevando el tono de voz y soltando una nueva carcajada. Otra vez el teatro. Es que James era imposible. La única persona capaz de arrebatarle la poca paciencia que siempre había tenido con todo.
Suspiró.-Sinceramente, ya no sé de dónde saco paciencia contigo, así que hazme el favor de poner en marcha el maldito Ka y llevarme a la residencia.
Él hizo caso omiso. Giró las llaves sobre la caja y el motor comenzó a andar.
-¿Quieres que prenda el aire acondicionado?-Preguntó irónico al verla temblar. Le gustaba cuidarla y hacerla sentir bien, pero en ningún momento desde que la había visto subir empapada al Ka, le había ofrecido la chaqueta de algodón que llevaba puesta. Josy lo observó un instante con cara de pocos amigos y luego bufó mirando al frente.
Aquel parecía un barrio fantasma. Nadie circulaba a esas horas. Nada se oía tampoco además de la música electrónica del patio trasero de Kentin. Las farolas alumbraban apenas la larga y angosta calle que pronto circularía para ir finalmente a su hogar. Aquel lugar era simplemente la mezcla perfecta de terror y paz.
James la miró de nuevo con una expresión divertida en su rostro. Gozaba de hacerla enojar, solo por el simple hecho de que a él le hacía gracia. Josy, indignada y seria, no quitaba la vista del frente, y tampoco veía la hora de partir. Los dedos de James viajaron del volante a la palanca de cambio, y desde allí, a la pierna descubierta de Josy. Era pálida y delgada, y la mano morena de James se adaptó a la perfección. Sintió una helada en los dedos, y se percató de que ella realmente pasaba un frío intemperante.
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El imán y la limadura
General Fiction-No me toques.-Se abrazó a sí misma de nuevo, echándose hacia un costado y logrando que la mano de James quedara en el aire. Sonrió de nuevo, y una vez más, colocó la palma sobre la escuálida pierna de Josy. -¡Basta, te he dicho que no me toques con...