3

13 1 0
                                    


Subió las escaleras a toda velocidad, luchando porque nada se cayera de su bolso de flores. Guardó las llaves del auto y atravesó la puerta corriendo. La clase había empezado, y Gardner se tomó un segundo para mirarla y saludarla agitando su brazo.

-Adelante...-Le indicó un lugar al frente. Josy se sintió incomoda al percibir la mirada de todos encima de ella, así que pasó acurrucada hasta llegar a un asiento.

Tenía una buena relación con Gardner. Lo cierto es que Josy lo admiraba en sobremanera por ser como era. Tenía una forma única de dar sus clases, y era tan fanático de los libros y poemas como lo era ella. Después de cada clase, si tenían la oportunidad, conversaban sobre diversas citas de Conan Doyle, o de aquel libro que a Josy tanto le gustaba de Cortázar: Rayuela. Hablaban de las distintas formas de leerlo, o recordaban citas específicas que a ambos le erizaban la piel.

-¿Dónde está Kim?-Dustin apoyó sus rizos rubios en el hombro de Josy, haciéndola brincar tras un cosquilleo. Adoraba oírla hablar con su acento alemán.

-Está durmiendo, no ha querido venir ni en broma.

-Weibchen ... -Murmuró por lo bajo, queriendo decir "perra." Josy sonrió y prestó atención durante toda la clase, en pleno silencio, con los ojos brillantes de aprecio y anotando todo lo que oía por parte del profesor. Soñaba en clase, imaginaba en su vida cada frase, cada cita, y cada palabra. Luego recordaba que todo era imposible, y que las frases no eran más que eso, palabras unidas que por lo general nunca hacían hechos.

-Bernard Baruch dijo: "Millones de personas vieron una manzana caer, pero Newton fue el único que preguntó porqué."-Gardner dejó a todos embobados. Daba sus clases en forma de cuento. –Nos vemos la siguiente clase.-Se frotó las manos y saludó con la cabeza.

-¡Oh por Dios, muero de hambre!-Dijo Josy tomándose el estómago. Sentía un vacío anómalo que no podía explicar con palabras. Una buena tartaleta de choclo y huevo sería una gran opción. Caminaron al bufet principal conversando de todo un poco y luego de pedir cada una un plato, se sentaron junto a Dexter en una mesa cerca de la entrada.

La puerta corrediza se abrió de repente. El cabello corto al ras del peine, casi un rape. Josy abrió los ojos. ¿Qué acababa de ver? Tenía una altura llamativa, para empezar, siguiendo por los encandilantes ojos verdes. ¿Eso era un pendiente en la oreja? Al parecer sí, porque brillaba como una estrella. Ahora Dustin miraba junto a ella, al igual que un montón más de universitarias hambrientas. (Entiéndase en cualquier sentido). Tenía unos enormes bíceps que podrían destruir paredes, y una espalda que se asemejaba a un escudo de guerra. ¿Por qué aparecía repentinamente un sujeto totalmente desconocido, a mitad de cuatrimestre? Josy suspiró y lo siguió con la mirada, al igual que Dustin.

-¿En serio era necesario tanto disimulo? ¡Me dan asco!-Dexter chilló tirándole a ambas un par de papas fritas.

-Debes admitir que es un schön.-Dustin dio un sorbo a su gaseosa, pero sin quitar la vista de encima al sujeto de camisa negra que estaba sentado a unos metros de ellos.

-Meh...-Dexter se rascó el mentón.-He visto mejores.

Josy no podía mover los ojos de él. Estaba petrificada. Llevaba menos de cinco meses en Loyola, pero le pareció suficiente tiempo como para no haber visto ningún chico apuesto además del cretino de Kentin. El schön de camisa negra era simplemente a lo que ella llamaría perfección. El chico sonrió cuando alguien más entro al bufet. Un grupo de tipos riendo y haciendo ruidos. Josy no prestó atención a quienes eran hasta que se sentaron junto a él, y entonces quedó más atónita que antes.

El imán y la limaduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora