15

8 1 0
                                    

"Nos queríamos en una dialéctica de imán y limadura, de ataque y defensa, de pelota y pared"

Josy suspiró. ¿Existía libro más perfecto? Posiblemente los de Conan Doyle. También adoraba a Verne, pero Rayuela. Ah, Rayuela. El conjunto perfecto de palabras.

Un montón de estudiantes le pasaban por al lado con bolsos y valijas. Al parecer la residencia y todo el campus iba a quedarse vacío durante los cuatro días.

"Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella"

-¿Por qué viniste sin mí?-Kim apareció con el cabello revuelto y los libros volando en sus brazos. Se acomodó en el pupitre de al lado y la observó, esperando una respuesta.-Dijimos que íbamos a estudiar juntas los sábados por la mañana.

-Lo sé, es solo que creí que viajarías a ver a tus padres por el fin de semana largo, así que vine sola.

-Ya, he vuelto con Bobby.

-Me di cuenta. Ayer me dejaste plantada y te fuiste con el plegonero ese.

-¡No lo llames así! Ayer ha sido dulce conmigo. ¿Pero a ti qué mierda te pasa? Mira tu cara. ¿Vas a ver a tu madre?

-Ha de estar muy ocupada dándole amor a ese nuevo novio que tiene, porque no me ha mandado ni un mensaje para saber de mí.

-Bueno...Bobby me ha invitado a pasar el fin de semana en su casa de campo, pero si quieres me quedo en la residencia contigo.

Josy supo por el tono de voz que eso no era precisamente lo que ella quería. De todos modos, le gustaba pasar tiempo en la residencia. Siempre aprovechaba para adelantar tareas o leer algún apunte, si es que no se internaba en la biblioteca a leer los cronopios de Cortázar.

-No te preocupes. Estaré bien. Haré ejercicio y leeré mucho.

-¿Estás segura?-Kim ya había empezado a recoger sus libros.

-En serio. Diviértete.

Ella se levantó y plantó un beso en su mejilla.

-¡Buen fin de semana, amiga!

Eterno fin de semana, pensó Josy antes de volver a hundirse en sus frases y cronopios.

Prestándole atención a los locos se hacen los grandes descubrimientos.

Enmarcó en su libreta con una brillante lapicera roja. Se volvió a hundir en la letra redonda de la historia. Habían pasado ya veinte minutos de la partida de Kim, y la biblioteca estaba prácticamente desierta.

-Buen día, Crawford.-Una voz familiar sonó a su espalda. Aquella voz que tanta paz le daba. Josy se volteó y sostuvo la mirada del profesor Gardner durante unos cuantos segundos hasta que este se sentó a su lado.

-Buenos días, profesor.

-Veo que no pierde el tiempo.

Ella se encogió de hombros.-Es lo único que puedo hacer. No saldré de Loyola en estos cuatro días. Hay que matar el tiempo con algo.

Gardner se frotó la barba un instante, mirando con curiosidad a Josy. Ella se cuestionó si ahora vendría algún tipo de sermón, o simplemente una larga charla sobre textos y poemas.

El tipo carraspeó, como siempre lo hacía, digno fumador, y le sonrió antes de hablar.

-Josephine, ¿puedo llamarte así, cierto?

-Me gusta Josy.

Él sonrió aún más amplio.-Josy, claro. Supongo que estás enterada de que tengo mi propia librería, a unos metros de Loyola, ¿cierto, Josy?

Ella titubeó un momento. Claro que lo recordaba, y es que siempre prestaba atención a cada cosa que él dijera. Lo había comentado alguna vez hacía unos dos meses en medio de un análisis de Conan Doyle. Después del trabajo de Estudio en escarlata. Sí, claro que lo había dicho.

-Para los que no saben, alumnos, que este buen hombre de gran panza y barba canosa, aún está en condiciones, he abierto mi propia librería cerca de Victoria Park. Organizo libros de aventuras, y encontrarán todas las variedades de cronopios que deseen.

Josy recordó el momento. Parecía tan lejano.

-Sí, señor Gardner, lo recuerdo.-Él hizo una mueca de satisfacción. Al parecer alguien escuchaba sus clases.

-Este fin de semana mi esposa está muy enferma como para ayudarme, y solo ha quedado mi asistente Peter a cargo. Pobre hombre. ¡Debe acomodar más de quinientos libros, Josy!

-No entiendo de qué va esto, profesor.-Claro que lo sabía, pero quería que él se lo dijera.

-Quiero que trabajes para mí.-Se cruzó de brazos.-Puedo pagarte con los libros que desees, si no deseas tu sueldo, por supuesto. Al menos por estos cuatro días. Un trabajo corto, pero crucial. Trabajarías en recepción junto a Peter. Oh, Peter, ese muchacho es especial. Es muy educado y respetuoso, sabes, recuerda a ti. Se llevarían de maravilla.

Josy tragó saliva. Eso no solía pasarle. El papel de la buena suerte siempre solía estar lejos de tocarle a ella.

-Bueno...yo...

-¡No es obligatorio, señorita Crawford! No entre en pánico.-Soltó una risa enseñando un par de dientes chuecos.-Tranquila, es solo una oferta. Pensé en usted y en su pasión por los libros, y en que mi pobre muchacho estará solo.

Josy bajó la mirada. No era la oportunidad de su vida, simplemente era una más. Una opción.

-Acepto, profesor.-Respondió con seguridad.

Él sonrió ante la evidencia con la que le contestó y dejó el asiento junto con sus libros.

-Entonces, prepárate y paso por ti a la entrada del campus. Te espera un largo trabajo el día de hoy, Josy.


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 26, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El imán y la limaduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora