Jueves, 5 de octubre de 1453, 09:00 post meridiem. Creta.
Contemplé cómo poco a poco llegábamos a la isla. Nuestras naves estaban ya bastantes desgastadas por el arduo trayecto desde Crimea, ya que no habíamos parado ninguna vez. A los veinte mil soldados se nos iluminaron los ojos cuando avistamos tierra; todos lo celebraban. Yo en cambio estaba preocupado, no sabía qué le podía ocurrir a Niko.
''Desembarcaremos en esta playa'', -ordené, ''son dos horas de marcha''. Justino ya podía caminar tras sus heridas por la batalla naval de Trebisonda, sin embargo le ordené que fuera a caballo: ''Pensaba hacerlo de todos modos'', -dijo vacilante y guiñando un ojo. Reímos y entonces se me acercó Tariq: ''Mi señor, nuestro camino se separa aquí. Fue un placer navegar a su lado Theodoro Conmeno. Algo me dice que nos volveremos a ver''. Nos despedimos con un apretón de manos y zarpó rumbo a la isla de Lesbos, a su hogar.
''¡Marchemos rápido, soldados míos,-ordené de una gran voz-"pues ya oscurece!"
Jueves, 5 de octubre de 1453, 11:00 post meridiem. Hieraklión, Creta.
''La isla está gobernada por venecianos, aunque la mayoría prefiere volver al dominio bizantino, pues los cretenses eran los soldados más fieles a Constantinopla."-le expliqué a Alejo-''Es probable que nos ataquen. Entraremos pocos hombres en la ciudad. Los restantes deben quedarse en alguna aldea cercana''. Mi dominio del italiano era como mi habilidad artística: pésima. Siempre que intentaba hablar otro idioma me lo acababa inventando; sólo dominaba el griego y el latín, pues eran las lenguas más habladas en el Imperio.
Alejo y yo nos adentramos en la ciudad. Preferimos que nuestro amigo Justino se quedase con los hombres porque no queríamos meterle en combate: ''¿Dónde podría estar tu hermano?'', -preguntó Alejo a lo que le respondí: ''De pequeño jugaba con Nikolais en una fuente junto a...''. Me quedé pensativo, recordé una figura femenina, alguien con quien también jugaba. No recordaba su nombre pero el corazón comenzó a latirme más y más rápido: ''¿Qué ocurre Theo?'', -me asestó un golpecito Alejo en el hombro: ''Artemis. Junto a Artemis'', -respondí. No recordaba su rostro, pero sé que estaba enamorado de ella. Deseaba volver a verla: ''Debo preguntarle a Niko acerca de ella, ¡apresurémonos!'', -dije mientras comenzaba a correr: ''¡Espera Theo!''.
Llegué a la pequeña fuente,de la que ya sólo quedaban escombros: ''Nada, aquí solo hay comerciantes'', -informó Alejo. Todos nos observaban y en pocos minutos vinieron a toda prisa unos soldados que se disponían a combatirnos: ''A trabajar se ha dicho'', -dijo Alejo desenvainando su sable. El combate comenzó.Éramos dos contra cinco y sin embargo luchábamos, con diferencia, mejor que ellos: ''¡Parad inútiles: es mi hermano!'', dijo su capitán aproximándose al lugar de la afrenta: ''¡Niko!'', -corrí a abrazarle: ''¿Qué tal todo, Theo? ¿Cuándo conquistarás Constantinopla?'', -me cuestionó Nikolais: ''En ello estamos, hermano. Ya poseo buena parte de la península anatólica y Crimea, además de muchas islas griegas que poco a poco se van uniendo a mi coalición'', -dije contento: ''¡Me alegro mucho! Creta también será nuestra dentro de poco, por eso te envié la carta, porque quiero que motives a las gentes de aquí para iniciar una rebelión contra los corruptos venecianos que nos gobiernan'', -respondió.
Nos dirijimos él, Alejo y yo a una taberna cercana y empecé, ansioso, a hacerle preguntas: ''¿Recuerdas aquella chica con la que jugábamos cuando eramos niños? ¿Sabes algo de ella?'': ''¿Artemis?... Mmm... Creo que ya no vive en Creta. Me enteré de que inició una nueva vida después de la masacre otomana que acabó con su familia, y la nuestra , y con la mitad de la población de esta urbe en una lejana región. Emmm... ¡Valaquia!'', -respondió. Se me erizaron los pelos, no conocía esa región, pero tenía un mal presentimiento sobre ella: ''¡Iré a por ella después de conquistar Constantinopla!'', -vociferé con valentía, ''además, no puedo casarme con la princesa otomana, esa tal Meryem. Sé que nos quieres esclavizar y convertir al Islam. He hablado con muchos turcos que se unieron a nosotros y dicen que Mehmed, el sultán, es un tirano y que preferían estar a mis órdenes.''
Descansamos en la casa de mi hermano y al día siguiente nos dirigimos a la plaza pública a iniciar mi pequeño discurso que serviría para alzar a la población a las revueltas: ''¡Gentes de Creta, alzáos contra el dominio italiano y contra el acecho turco. Acompañadme a la gloria de Bizancio. Soy Theodoro Conmeno, vuestro paisano y el que quiere llevaros un modo de vida mejor que el acoso que sufrís hoy en día!'': ''¡Yo le conozco! ¡Miradle, es Theodoro Conmeno! ¡A por los opresores venecianos! ¡Gloria al Imperio Bizantino!" -clamaron las numerosas voces tanto de la plebe como de la nobleza cretense. Pronto la ciudad se sumió en un caos mientras tanto los nobles italianos se daban rápidamente a la fuga como ratas.
Todos los soldados que dejé con Justino se reunieron en la plaza mezclándose con los nuevos soldados cretenses;¡había alrededor de cincuenta mil! Era todo un logro: ''Theo, debemos convencer a toda Grecia de que se unan a nosotros también. ¡Vayamos al Peloponeso primero!'', -dijo Justino. Estuve de acuerdo con él y grité: ''¡Guerreros míos, vayamos a convencer a los demás hermanos griegos!''. Nos dirigíamos todos al puerto mientras coreaban mi nombre, pero cuando salimos de las puerta, Niko me dijo: ''Hermano, debo quedarme aquí, gobernaré la isla por tí. He preparado una gran flota para embarcarte a la Hélade''.
Arribamos al puerto y embarcamos hacia Grecia, todos eufóricos, mientras yo pensaba en mi amada Artemis.
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Marcha Bizantina
Historical FictionBizancio no es más que una mera sombra de Roma. Nos encontramos en el que parecía ser el fin de Constantinopla: los selyúcidas otomanos sitian la ciudad por orden del sultán Mehmed II. El emperador Constantino XI ya no tiene esperanzas de ganar la b...