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 Francesca,

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Francesca,

Gracias por dejarme tener a los niños este fin de semana. La hemos pasado genial: Sheridan ayudó a Sierra a tomar su helado mientras yo ayudaba a Serena. Sé que quieres que ella pueda hacer las cosas sola a pesar de las complicaciones, pero cuando dijo que extrañaba que la ayudara no lo pude negar.

No creo que Sheridan se anime a contártelo, porque tengo la certeza de que si no fuera porque presencié el momento tampoco me lo diría a mí, pero unos niños en el parque molestaron a Serena, diciendo nombres que no valen la pena ser repetidos, y él saltó a defenderla. Estoy muy orgulloso de él.

Les gustó volver estar en sus habitaciones y desaparecieron un largo rato cuando les dije que prepararía la comida mientras miraba a Sierra. Al final se burlaron por mi pobre talento en la cocina y dijeron que era mejor si la próxima pedíamos pizza. Lo curioso y lo que hizo que este fin de semana fuera mejor, fue el hecho de que quisieran dormir conmigo. A Sierra tuve que pasarla a la cuna en algún punto de la noche, pero Sheridan y Serena no se separaron de mi lado.

Y pensar que dejé de prestarles atención por mi maldito empleo. Ya no más.

Sé que crees que te habías escondido bien cuando busqué a los niños por la casa de tu hermana el viernes y cuando los llevé ayer, pero te vi a través de la ventana. Sigues igual de hermosa a pesar de que no estabas sonriendo, con tu holgado suéter negro y el cabello oscuro apilado en la coronilla. Tuve ganas de abrazarte.

Aún las tengo. Quiero poder tener tu cuerpo entre mis brazos y sentir que tu olor se cuela por mis fosas nasales; sentir que tus manos envuelven mi torso o abrazan mi cuello y esa sonrisa tan singular que tienes aflora en tu rostro; que tu cabello lacio y sedoso se enrede en mis manos o se me meta en los ojos cuando estamos durmiendo. Quiero poder sentirte cerca otra vez.

Al ver a Sheridan y a Serena sentados en la alfombra mirando la televisión y Sierra dormida en mi regazo, me di cuenta de que éramos tan perfectos antes de que la cagara... Necesito tanto que las cosas vuelvan a ser como antes.

Como cuando Serena nos daba un dibujo a cada uno antes de irse a dormir, porque pensaba que si hacía eso entonces no nos olvidaríamos de ella en la mañana. Como cuando Sheridan se metía en el medio de nosotros y nos lamía las mejillas para que nos levantáramos a darle su leche. Como cuando Sierra estaba en los brazos de un extraño y nos miraba, pensando a cuál de los dos echarle los brazos, y por supuesto que siempre te terminaba eligiendo a ti.

También extraño entrar a nuestro dormitorio luego de acostar a los niños y encontrarte dormida abrazando mi almohada, con Ángeles y Demonios de Dan Brown entre la sábana y tu estómago. O cuando salía de mi ducha nocturna y te encontraba trabajando. O cuando los niños se dormían temprano y corríamos a la habitación para poder nuestro rato a solas, para besarnos como si fuéramos adolescentes, para conversar como si fuéramos viejitos, para reír como si estuviéramos locos.

Ah, Fran. Te extraño a ti más que a nada en este mundo. A ti y a ti a ti.

Y te tendré devuelta.

Te ama,

Jacob.

No me digas que me amasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora