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Querida Francesca,

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Querida Francesca,

Tengo tantas cosas para decirte, y sin embargo sé que nada de lo que diga alcanzará para que me perdones. Lamento tanto haberte apartado como lo hice, haber puesto esa pared invisible entre nosotros y dejarte de lado como si no valieras nada. Pero lo vales todo... más que todo. Sabes que no soy bueno con las palabras, pues cada vez que intenté decirte lo que siento terminé tartamudeando como un idiota; pero también sabes que nunca te mentí.

Nada de lo que ha pasado fue con la intención de lastimarte. En realidad pensé que te haría más feliz aceptando ese maldito empleo, que te gustaría una casa más grande, un auto más cómodo, utensilios de cocina con los que pudieras hacer maravillas para la cena. Lamento que mi codicia haya cegado mis verdaderos motivos.

Deseo volver a acostarme a tu lado y besar esos labios cereza que me dejaron bobo desde el principio. Cristo, ahora mismo te extraño tanto que no dejo de desbloquear mi móvil para no dejar de ver mi fondo de pantalla, en donde estás tú sonriendo como si la mierda nunca hubiera penetrado la burbuja en la que vivíamos.

Este lugar está tan vacío sin ti... Ni siquiera creo poder dormir en nuestra cama esta noche, sabiendo que cuando salga de mi ducha no te encontraré tirada en cama vistiendo solo un par de bragas, tirada boca abajo y chequeando las cuentas del pequeño negocio que tardaste tanto en conseguir, respondiendo y enviando mensajes a los proveedores, subiendo tus lentes gruesos por el pequeña nariz respingada y de vez en cuando enredando un mechón de cabello castaño en tu dedo índice.

Dios, no. No creo poder dormir en nuestra habitación. No seré capaz de pasar la noche pensando en que si no fuera por mis estúpidas ganas de ser mejor para ti, de ese pensamiento irracional que se cruzó sin permiso por mi mente, diciéndome que no era digno de ti cuando tú me viste digno desde el primer momento... Ahora estaríamos juntos.

Lamento tanto no haberlo visto. No haber prestado atención.

Realmente lo siento, y espero que algún día puedas perdonarme.

Con mucho amor,

Jacob.

No me digas que me amasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora