Capítulo 6

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Me desperté como siempre a las siete y media. Me duché, me vestí, me maquillé un poco, desayuné unas tostadas con un poco de Filadelfia y le eché un poco de comida a Robin. Después me fui al despacho y entré como siempre a las 9:00h. Ana ya me había abierto la puerta y había comprado los dos cafés. Entré directa a su despacho y me puse a contarla todo lo sucedido a noche de carrerilla. Y justo cuando iba a acabar de contárselo me acordé de quien era y lo dije en voz alta:
-¡Eso es! ¡Es el piloto!
-¡Clara! No grites. Ana me riñó.
-¿Qué pasa? Ana no contestó así que continué: bueno, que le voy a llamar.
-¡No! Contestó firmemente Ana.
Extrañada la pregunté que qué la pasaba.
-La que no estas bien eres tú, contestó.
No sabía qué la pasaba pero me supuse que estaba triste o enfadada por algo así que la dije:
-Tranquila... Todo se arregla.
-Pues si de verdad crees eso no se que haces aquí.
Al ver mi cara continuó:
-¡Que vayas a la sala de espera!
-Vale.
-¡Clara! ¡Quieres concéntrate!
Entonces pensé... Hoy es martes son las nueve de la mañana... Sala de espera... ¡Ah! ¡Perdón!
-A quien deberías de disculparte no es a mi es a ellos.
-Tienes razón.
Salí en dirección a la sala de espera pero Ana me volvió a llamar en voz baja:
-¡Clara!
Me giré.
Se me había olvidado el informe. Lo cogí y ahora sí atendí a los caballeros.
Eran tres hombres de entre 45 y 50 años, fueron breves. Tardaron más o menos una hora.
Cuando acabé con ellos, ahora sí, cogí el papel del número de teléfono y comencé a marcar:
6-2-5-8-1-7-4-7-2
A los veinte segundos respondió:
-¿Sí?
-¡Hola! Saludé.
-¡Ah! Hola ¡Eres tú! ¿Te apetece que nos veamos esta tarde a las 19:00 en la cafetería que hay en frente de Los Harrods?
-Vale, perfecto.
-Adiós, hasta luego.
-Adiós.
Después de colgar Ana comenzó (como no) a preguntar:
-¿Qué te ha dicho?
-Vamos a vernos esta tarde, en la cafetería de siempre.
-¿En la de Harrods?
-Sí
-¿Estas contenta?
-¿Por?
A partir de aquí comencé a odiar la conversación:
-Pues, no sé, acabas de quedar con un chico.
-¿Y?
-Y... Es piloto, y... Ana comenzó a insinuar.
-Por ese camino no vayas que sabes que no.
-Bueno, tú mañana me lo dices, verás como.
-Veré ¿El qué? ¿Cómo me haces más preguntas absurdas?
Ana se calló. Me encerré hasta la hora de comer en mi despacho, luego me fui a comer a casa.

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