Capítulo 3

21.4K 1.4K 71
                                    

Gino me había dicho que podía quedarme en su casa si iba a visitarlo, pero no me parecía bien abusar de su generosidad. No tenía idea qué estaría haciendo, y no podía tocarle el timbre y esperar a que me alojara así como así.

Además, sentía que necesitaba un poco de espacio y tranquilidad. Exactamente lo que tendría en la habitación del hotel en la que me quedaría.

La recepcionista era preciosa, y me atendió amablemente, contándome todas las cosas que podía hacer en mi estadía en ese lugar, mientras me daba mi llave y me indicaba cómo llegar a mi puerta.

Tenían una piscina gigante con bar y terraza, y aparentemente a la tarde se llenaba de gente divertida.

Mi cuarto era impresionante.

Todo en colores claros, combinando maderas en tonos oscuros, tenía una enorme cama dos plazas, un pequeño escritorio, y frente a la salita con sillón y mesa del café, un baño que me quitó el aliento.

Me quería quedar a vivir en este baño.

Las paredes y los pisos eran de mármol y granito en colores grises, y todo lo demás de vidrio transparente. El lavabo, las repisas y las puertas que daban acceso a la tina. ¿Eso era un hidromasaje? Me llevé una mano a la boca y empecé a toquetearlo todo, como debe ser.

La ventana frente a la cama, daba a un balcón con vistas al solárium, y se respiraba un ambiente de vacaciones, que me encantó. Llamé a mis amigas para dejarlas tranquilas y de paso a la residencia. Iba a darles el número del hotel y mi número de habitación por si tenían que dejarme algún mensaje urgente.

Anki estaba bien, pero no tomaría ningún riesgo.

Después de una ducha más rápida de lo que a mí me hubiera gustado, me vestí con ropa liviana, y caminé por la ciudad dispuesta a sorprender a mi amigo.

Sabía que grababa hasta las cinco de la tarde entre semana, así que ya estaría en su casa.

Miré la dirección varias veces, impresionada de encontrarme en una zona muy bonita llena de edificios lujosos y sonreí. Le estaba yendo muy bien si el canal podía pagarle un lugar así para que viviera.

Tal vez me había equivocado de carrera.

Toqué el portero y esperé emocionada.

—¿Si? – contestó.

—¿Gino? – pregunté. —Soy Angie.

—¿Angie? ¿Qué An...? – puse los ojos en blanco dándole tiempo a reaccionar. —¡Angie! Ya bajo.

Dos minutos después, me abría la puerta mi antiguo vecino, cargándome fuertemente en un abrazo de bienvenida, y haciéndome girar en plena vereda. Me reí, prendida a su cuello encantada por su recibimiento y le contesté como pude todas las preguntas que me hacía.

—¿Qué hacés acá?

—Estoy de vacaciones. – se frenó para que volviera a pararme sobre mis pues y me miró con el ceño fruncido.

—¿Y por qué no me dijiste? Te hubiera ido a buscar... – parecía contrariado, así que lo tranquilicé.

—Está bien, recién llego. Te quise dar una sorpresa. – me miró de arriba abajo seguramente buscando mi equipaje. —Me estoy quedando en un hotel. – aclaré.

—Te dije que te podías quedar conmigo. – negó con la cabeza, pero ya resignado a que no cambiaría de opinión.

—Está bien, puedo venir a visitarte cuando quieras. – asintió. —Ahora por ejemplo.

Milán (#2 Trilogía Fuego y Pasión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora