Angie
El sábado a la mañana, me había despertado con la peor noticia que me podrían haber dado en la vida.
Anki había fallecido durante la noche mientras dormía.
No podía decir que su médico no me hubiera estado preparando para este momento desde hacía semanas, pero igual había sido un golpe. Sin dudas, el más duro que había recibido.
Desde su última internación, algo en mí lo sabía. Y creo que sin planteármelo, ya había empezado a despedirme de ella.
La veía débil, y muy desmejorada. Nada en comparación de la mujer que había llegado a conocer alguna vez, y aunque me ponía triste pensarlo, mi lado racional quería creer que era mejor que hubiera dejado de sufrir.
Había pedido unos días en la empresa, aprovechando que podía porque la colección estaba terminada, y con un simple llamado a Miguel, eso había quedado solucionado. Él se había mostrado muy atento y me había ofrecido todo tipo de ayuda y apoyo. Pero en ese momento tan particular, no necesitaba más que tiempo y un respiro para poder despedirme de mi abuela en paz.
Me llevé la taza de café a la boca, dejándome relajar por el aroma al café y suspiré. Sofi me tenía abrazada por la espalda como si tuviera que sostenerme físicamente para que no me desmoronara, y Gala se movía en mi cocina, ordenando todo mientras cocinaba. Ese día ninguna trabajaba, pero estaba convencida de que si hubieran tenido que hacerlo, hubieran faltado para hacerme compañía.
Miré mis manos que sostenían la taza para sentir el calor en la piel, y el brillante anillo de turquesa me recordó los bonitos ojos de Anki. Según ella, los mismos que los míos... una de las cosas que siempre nos había gustado compartir y que me parecían el símbolo de esa familia unida que siempre habíamos sido las dos.
Solo las dos.
Y ahora estaba yo sola.
Anki había tenido una buena vida. Interesante y llena de amor. Había sido una gran mujer, y mi inspiración para todo lo que había hecho y lo que había logrado. Todo había sido gracias a ella. Le debía absolutamente todo lo que había llegado a ser.
Estos últimos años, no le hacían ninguna justicia a la luchadora y brillante madre holandesa que había tenido. Porque eso sentía que había sido para mi.
Una madre.
Con tanta sabiduría y tanto cariño, que me sentiría orgullosa si algún día me convertía en la mitad de todo lo que ella había sido.
Así y todo, era raro... pero no podía llorar. Me habían llamado desde la residencia, y había recibido el cachetazo con dolor, pero sin una sola lágrima.
Hasta mis amigas se habían conmovido cuando les conté, y Gino, desde España, dándome su pésame por teléfono, también parecía angustiado, casi al borde de quebrarse. Pero yo, no podía.
Tenía el pecho cerrado, y miraba a todos los que me rodeaban preocuparse por mi estado. Parecían asustados, esperando una reacción, y yo, nada.
¿Qué estaba mal en mí?
Tal vez se me habían acabado las ganas de llorar después de tantas semanas de hacerlo. Esa era una opción.
O a lo mejor, todavía no había caído, y cuando lo hiciera, estallaría y me vendría abajo.
Sea como sea, me sentaba bien estar acompañada de quienes me querían. Quienes pasaban a formar parte ahora, de mi única familia.
Una sin lazos de sangre, pero también muy especial.
ESTÁS LEYENDO
Milán (#2 Trilogía Fuego y Pasión)
RomanceSinopsis: En la segunda parte, conocemos a una Angie totalmente renovada. Toma las riendas de su vida y deja atrás todo lo que le hizo daño. Enfocada en su trabajo, nos presenta un poco más del escenario de la Moda Internacional en una de sus más em...