Rodrigo
Si, el fin de semana había sido eterno... y también intenso.
El sábado a la noche, ya había estado tomando bastante y me sentía algo mareado, pero después de que Martina se sentara en nuestra mesa, dejé de tomar automáticamente.
Estaba dispuesto a hacer las cosas bien con Angie, y cagarla tan rápido, hubiese sido bajo hasta para mi.
La chica en ningún momento quiso seducirme, ni tampoco me reprochó nada. De hecho, ahora que la conocía mejor estando más sobrio que la otra vez, tenía que admitir que era simpática, y parecía buena onda.
Tenía un vestido azul que hacía resaltar sus ojos, y su bonito cabello moreno atado en una colita que le daba aspecto inocente. En ningún momento, había mencionado la noche que habíamos pasado juntos, aunque podría haberlo hecho.
Podría haberme insultado por cómo la había tratado, o por no haberla vuelto a llamar nunca. Pero no.
Estaba divirtiéndose con sus amigos, y me daba charla como si fuera uno más.
No puedo estar seguro, por que había estado muy borracho aquella vez, pero podía adivinar porqué me había fijado en ella, y porqué había terminado ocurriendo lo que ocurrió. En cierto punto... algo en Martina, me recordaba a Angie.
No físicamente, porque no podían ser más opuestas. Pero en su forma de ser. Las dos eran muy naturales, y genuinas, tan distintas a todas las mujeres con las que había salido hasta entonces.
Al darme cuenta de eso, me sentí terrible.
Me arrepentía de haberla, prácticamente, echado de mi casa al día siguiente. Había estado mal de mi parte, y ahora que la tenía en frente, me daba cuenta.
Y en realidad, si era por hablar de arrepentimientos, de lo que más me arrepentía era de haberme acostado con ella, porque eso fue lo que había arruinado las cosas con Angie.
Ese sentimiento de culpa, el que había evitado sentir por tanto tiempo, era de lo peor, y me hacía sentir asqueado por mis acciones.
El domingo, me la pasé durmiendo todo el día, así que el lunes, me desperté antes de que saliera el sol. Inquieto en mi cama, terminé por levantarme y escribirle a Angie.
Ese día se suponía que llegaba, y quería saber a qué hora.
Fui a la empresa, di una vuelta, y como vi que no tenía nada que hacer, me pedí el día. De todas maneras sin Miguel, no se estaba haciendo mucho, y no era el único al parecer que había tenido esa idea.
Lola, que siempre era la primera en llegar, ese día brillaba por su ausencia, y no es que me estuviera quejando, pero me imaginaba que siendo la secretaria del gerente, ella sería más necesaria en su puesto, que yo.
Bajé y cuando estaba saliendo, me la crucé en recepción.
Estaba hecha una furia, genial.
—Te estuve llamando. – dijo con los brazos en jarra.
—Ya sé. – contesté tranquilo, sin intenciones de tratarla mal. —Estuve descansando el fin de semana, por eso no te atendí.
—Pero estabas solo, podríamos habernos visto. – insistió. —Aunque sea un rato. Ella seguro la estaba pasando bien en Mar del Plata, mientras vos acá la esperabas como un tonto.
Tomé aire, haciendo lo posible por no levantarle la voz, aunque estaba cada vez más molesto.
—Lola, – dije con paciencia. —No me sigas buscando, porque me pasan cosas con alguien más. – ahí estaba la verdad, sin anestesia. No estaba siendo cruel, ni hiriente. Solo sincero.
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Milán (#2 Trilogía Fuego y Pasión)
RomanceSinopsis: En la segunda parte, conocemos a una Angie totalmente renovada. Toma las riendas de su vida y deja atrás todo lo que le hizo daño. Enfocada en su trabajo, nos presenta un poco más del escenario de la Moda Internacional en una de sus más em...