Capítulo 17

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Pospuse todo lo que pude el tener que hablar con él, pero la jornada de trabajo había llegado a su fin y me tocaba. Así que me armé de valor y caminé hasta su mesa.

—Rodrigo. – dije, pero él no levantó la vista de sus dibujos.

—¿Si? – contestó. Todo su cuerpo estaba tenso.

—Tenemos un problema. – eso pareció por fin llamar su atención, porque me miró y frunció el ceño.

—¿Qué pasó? – preguntó preocupado.

—Este jueves o viernes, Miguel quiere mostrar parte de la colección a los inversionistas y socios. – su rostro se quedó inexpresivo por un segundo, pero después, como si recién estuviera entendiendo lo que le había dicho, se llenó de alarma.

—¿De esta semana? – vocalizó en mi dirección, disimulando porque justo mi jefe salía de su oficina y nos saludaba con la mano mientras se iba. —Mierda.

—Si. – le confirmé. —Tenemos que ponernos con los diseños cuanto antes, porque algo me dice que Miguel va a querer una presentación completa. Está acostumbrado a otra cosa... en España trabajan de otra forma.

Asintió, frotándose los ojos y de paso, soltando un par de maldiciones.

—Yo estuve trabajando mucho en mi casa. – admitió, sorprendiéndome. De hecho, la sorpresa tiene que haber sido bastante evidente en mi gesto, porque él entrecerró los ojos y me sonrió con esa sonrisa torcida que siempre me había puesto tonta. —Si, aunque no lo creas. En casa diseño mejor últimamente. – se encogió de hombros y cambió rápido de tema. —Tenemos que hacer una puesta en común.

—Si. – estuve de acuerdo. —Pero no tengo conmigo mis bocetos.

—Podemos juntarnos hoy, más tarde. – propuso sin mirarme.

Si, probablemente era lo mejor. Al día siguiente yo tenía el curso y no podría desocuparme hasta después de las ocho de la noche. Y ahora necesitábamos todo el tiempo que pudiéramos aprovechar.

—¿Mi casa? – pregunté.

Asintió sin mirarme, y si antes me había parecido que estábamos raros, esto ya era ridículo. ¿Cómo íbamos a hacer para trabajar? Iba a ser una tortura, pero por lo menos lo haríamos en un terreno que me quedara cómodo.

No sabía qué cosas me pasarían por la cabeza si volvía a su departamento. Y no me moría por averiguarlo.

—¿Te falta mucho? – miré su escritorio e inmediatamente me arrepentí. El dibujo que estaba haciendo era precioso. Todo hecho en lápiz, el boceto de un par de manos que se me hacían demasiado familiares. ¿Ese era mi anillo con piedra turquesa? Viendo a donde mi mirada se dirigía, se apuró en dar vuelta la hoja y se puso de pie, sobresaltándome.

—No, ya estoy listo. – apagó el ordenador y se guardó el móvil en el bolsillo. —Vamos.

Todavía algo desconcertada por su actitud, me encaminé hasta los ascensores y esperé a que me siguiera.


Rodrigo

Traté de mantener la calma durante todo el día, y había sido terrible. Tenía el cuello lleno de nudos y me dolían las mandíbulas por tanta presión.

La charla en la cafetería ya me había dejado un poco trastornado, pero verla abrazando al modelito gallego fue demasiado. Creía que había hecho un buen trabajo en disimularlo, hasta que cerca de la hora de salir, Angie se había acercado y me había hablado.

Milán (#2 Trilogía Fuego y Pasión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora