Capítulo dos: Comienza la guerra.

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Morfeo visitó a Lucero tres noches más sin obtener respuestas y sin volver a ver a Fobétor. Hasta que la cuarta noche el dios de los sueños se adelantó y llegó antes que su enemigo.

El dios de los sueños se posicionó a la derecha de la chica, siendo que Fobétor se posicionó sobre su abdomen, otra vez tomando sus manos y sus piernas.

>> Soy más fuerte que él. << Pensó Morfeo.

Fobétor comenzó a susurrar en el oído de ella cuando Morfeo puso las manos en sus oídos, haciendo que su enemigo comience a transformarse rápidamente en una de sus tantas caras: una víbora.

La víbora hizo que Lucero abra los ojos rápidamente, mientras comenzaba a hiperventilar, Fobétor se enroscaba en las manos de Morfeo, quien luchaba con su mente y cuerpo para poder quitar a la víbora.

En cuestión de segundos el animal comenzó a desplazarse sobre el cuerpo de Lucero, apretando en sus piernas. Dejándola todavía más inmóvil.

El dios de los sueños buscaba liberarse de la parálisis, pero le era imposible. La serpiente no se rendía, Morfeo estaba entre la espada y la pared, sintiendo cómo se debilitaba poco a poco.

Lucero luchaba con su mente, creyendo que todo lo que sus ojos veían era una alucinación, pero ella no sabía que en su cuarto y en su cama, se desataba una de las luchas más grandes del milenio.

Morfeo contra su hermanastro Fobétor.

La serpiente fue desapareciendo poco a poco, la chica conseguía despertarse de a poco, moviendo cada uno de sus músculos con temor, con el temor de no poder moverse. Morfeo sólo podía observarla desde su lugar, siendo invisible, despertando de a poco como la chica lo hacía. El dios la observaba detalladamente, como si la hubiese visto durante todos los años que llevaba siendo el encargado de los sueños del mundo.

Se acercó a ella, poniendo las manos sobre sus ojos, haciendo que el sueño comience a llenarla poco a poco. Logrando dormir sólo un par de horas más.

Morfeo volvió al Olimpo luego de desplegar las alas sobre la ventana y volar hasta el lugar más precioso del Universo.

Lucero despertó a las seis am junto al ruido del despertador, quejándose de su malísima noche de sueño, sin entender qué era lo que sucedía con su cuerpo.

Su madre chillaba desde el otro lado de la puerta, diciéndole que si no se apresuraba a salir de la cama llegaría tarde. La chica se quejó, seis y cinco am y la mujer que le había dado la vida tenía más ganas de gritar que de vivir.

Después de ponerse los auriculares y salir de casa, el viento del otoño se hizo presente haciendo volar su bufanda y que por inercia meta las manos en los bolsillos de su campera negra.

El autobús estaba más lleno que cualquier otro día, Lucero evitaba cualquier ruido de su alrededor subiendo cada vez más el volumen de la música. La chica bajó del vehículo cuando frenó a una calle del instituto.

El viento soplaba todavía más fuerte, ella entrecerraba sus ojos y tiritaba porque a pesar de los abrigos el frío parecía calar entre sus huesos y eso que todavía faltaban algunos días para el invierno.

El instituto estaba lleno de adolescentes gritones e insoportables, el sol todavía no salía por completo, por lo tanto el lugar no estaba completamente iluminado naturalmente. Lucero se dirigió al mismo lugar de siempre, buscando a Alexander que se retrasó como todos los días.

- Lo siento, lo siento, lo siento. - Repitió. - Siempre me quedo dormido, todavía no me acostumbro a esto de despertarme temprano.

- Alex, estamos terminando el otoño y comenzamos las clases los últimos días de verano. ¿En serio no puedes acostumbrarte?

La última batalla de Morfeo. |EN PAUSA HASTA MARZO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora