Capítulo doce: Aristóteles y Ed Sheeran.

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El reloj marcaba la una a.m, Damon se encontraba sentado en la sala de espera del hospital mientras Lucero estaba siendo conectada a todos los aparatos que iban a controlar su sueño, al parecer la máquina era bastante compleja, tres cables llegaban a sus piernas, otros siete en su cabeza, uno en su nariz siguiendo el ritmo de su respiración y otros tantos en su pecho. La enfermera que iba a ingresar a la habitación vio a Damon sentado y preguntó si era el novio de Lucero, él contestó que sólo era un amigo y cuando ella preguntó su nombre él respondió con los nervios a flor de piel, esperando que a la chica no le moleste que él estaba ahí sin haber avisado previamente. Cuando la enfermera desapareció la mente del chico comenzó a preguntarse demasiadas cosas en muy poco tiempo, no sabía qué era lo que le molestaba a Lucero, nunca la había visto lo suficientemente enojada como para poder saber qué era lo que realmente la sacaba de sus casillas, sólo conocía su sonrisa y sus lágrimas, la frustración y el dolor, pero no, no sabía qué le gustaba, cuál era su comida preferida, qué banda le gustaba más o qué color odia. ¿Le gustarán más los gatos o los perros? ¿Es alérgica a algo? ¿Pensó en probar las drogas alguna vez? ¿Cuál es su mayor miedo? Morfeo entendió que no sabía lo suficiente de Lucero como para poder adentrarse en su mente y alejar a Fobétor de ella.

El padre de Lucero salió de la habitación y Damon se levantó rápido de su asiento.

─ Disculpe. ¿Es usted el papá de Lucero?

─ El mismo. ¿Con quién tengo el gusto? ─ Dijo extendiendo su mano.

─ Damon, Damon Tavalas. Soy amigo de Lucero. ─ Tomó la mano de Javier. ─ Siento haber aparecido así, realmente me preocupa esto de la parálisis del sueño.

─ Créeme que a mí también me preocupa. ─ Dijo el hombre sentándose a su lado. ─ Espero que el médico pueda ayudarla.

─ Estuve investigando algunas cosas, al parecer la psiquis de Lucero influye en esto del sueño.

─ Seguramente sea así, estos meses fueron difíciles para todos en casa, pero en especial para ella. Estuve tan concentrado en el trabajo que la descuidé. ─ Suspiró. ─ Lo siento, estoy usándote como si fueses mi analista. El analista que no tengo.

─ No hay problema, señor.

─ Dime Javier, me siento más viejo cuando me tratan de usted.

─ Está bien. ─ Sonrió. ─ No tengo problema en escucharlo, digo, escucharte.

─ Estos meses estuve con mi cabeza en el trabajo, en mis problemas. No me di cuenta que Lucero también sufría todo esto de los problemas con mi esposa, bueno, mi ex esposa. Los adultos somos bastante descuidados y obsesivos, Damon. A veces intentamos ser los padres perfectos y nos acercamos a lo más imperfecto.

─ Nadie es perfecto, Javier. Hasta los dioses se equivocan. ─ Sonrió. ─ Lo importante ahora es acompañar a Lucero en lo que siga, digo, debe ser difícil también para ti. ¿No crees que es momento de tomar las riendas y dejar que todo fluya? El universo pone piedras en el camino, pero no son imposibles de superar.

─ Me sorprende con la naturalidad que hablas. ¿Eres mago o alguna de esas cosas? ─ Sonrió. ─ Muchas gracias por escucharme, Damon.

─ No es problema escuchar, todos necesitamos un oído alguna vez.

─ No todo el mundo está dispuesto a prestar su oído.

─ El problema es que no conocemos a todo el mundo, si lo conociéramos sería un gran problema.

─ Dime, Damon. ¿Hace mucho conoces a Lucero?

─ No, no mucho. Me mudé aquí porque mis padres consiguieron trabajo.

─ ¿Complicado, verdad?

─ No mucho, en Inglaterra no tenía muchos amigos.

─ Lucero es una gran persona, seguro se acercó cuando se enteró que eras nuevo.

─ Realmente sí, en realidad yo me acerqué a ella pero siempre estuvo conmigo, sabe que es complicado llegar a un nuevo lugar.

─ Es bueno saber que mi hija no perdió su esencia.

La esencia no cambia, Javier, cambian las características.

─ Así que conoces a Aristóteles, no imaginaba a un chico de tu edad conociendo sobre filósofos griegos.

─ Tengo una especie de obsesión con la mitología griega y la filosofía griega. ─ Sonrió. ─ Mi padre me lo inculcó mucho, desde que nací.

─ Dile de mi parte que hizo bien su trabajo, aunque, tu apellido me suena a griego. ¿No?

─ Sí, Tavalas es un apellido griego. Todo tiene un poco que ver ¿verdad?

─ El apellido tiene todo que ver con uno, Damon. La herencia no es algo que pueda quitarse uno de encima.

A las seis y media Javier entró a la habitación por pedido del médico, media hora más tarde Lucero salió de allí con el pelo recogido en una trenza y con la almohada casi pegada a su rostro. Al ver a Damon parado frente a ella sonrió y abrió los brazos esperando un abrazo al cual Morfeo no pudo negarse. Sin soltarlo se acomodó al lado de él y le habló a su padre.

─ ¿Vamos a desayunar? Muero de hambre.

Javier sonrió.

─ Ni un estudio de seis horas te quita las ganas de comer.

─ Eso jamás.

El brazo derecho de Damon pasaba por la espalda de Lucero hasta llegar a su cintura y reposar su mano ahí, mientras tanto el brazo de ella no era lo suficientemente largo como para alcanzar la cintura de él pero sí para que su mano toque su espalda. Lucero aún estaba un poco adormilada, con la cabeza apoyada en el torso de Damon cerraba los ojos y parecía dormirse durante unos segundos hasta caer en cuenta en que estaba caminando y volvía a abrir los párpados.

─ ¿Cómo estuvo?

─ No fue nada grave, pero me costó demasiado dormir. La máquina hace un pitido infernal.

─ Cuando llegues a casa vas a poder dormir todo lo que quieras.

─ Es lo que más quiero, eso y aprobar matemática.

─ No pidas milagros, Lu.

─ ¡Hey! Juro que pongo todo mi esmero, no nací para los números.

─ ¿Entonces para qué naciste?

─ Para el arte, la música de Ed Sheeran y Oasis y para leer.

─ ¿Te gusta Ed Sheeran?

─ No te atrevas a decir nada sobre Ed porque puedes amanecer sin pelo.

─ ¡No dije nada sobre Ed!

─ Menos mal, porque algún día voy a casarme con él.

Tú te casarás con Ed Sheeran y yo soy Morfeo.

Ja, ja. Muy gracioso.

Damon rió en sus adentros.

─ Si supieras...

Después de un desayuno lleno de preguntas por parte de Javier, Lucero volvió a la casa de su padre y Damon fingió ir a la suya para esperar tras la ventana. Las frazadas azules abrigaban el cuerpo de la chica que intentaba conciliar el sueño y la tarea se estaba haciendo bastante difícil. Damon comenzó a transformarse en Morfeo cuando sus alas se desplegaron y las plumas se hicieron tan visibles que brillaban con el sol que ya salía. Se sentó en la cama y puso sus manos en los costados de la cara de Lucero, acarició con sus dedos sobre su cabello y vio cómo empezaba a relajarse para poder dormir en paz. Morfeo permaneció ahí, calmo, con sus manos cerca de la chica y con la vista en la ventana. Pudo irse tranquilo cuando Lucero ya había despertado y Fobétor no había aparecido.

La misión estaba comenzando.

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⏰ Última actualización: Nov 05, 2016 ⏰

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La última batalla de Morfeo. |EN PAUSA HASTA MARZO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora