El Domingo por la mañana, Damon esperaba a Lucero sentado en una de los pequeños sillones verdes de aquel café. La lluvia no quería parar y el viento corría con muchísima fuerza, al punto de sentir el frío calando en el rostro.
Lucero saludó a Damon con un beso en la mejilla y se sentó frente a él, comenzando a quitarse el abrigo y dejándolo a un lado. Él la observó sin decir palabra hasta que ella habló.
─ Siento haberte molestado un Domingo en la mañana. Creo que no debe haber nada tan molesto.
─ Lu, no me molesta para nada. Los Domingos en la mañana suelo mirar programas de televisión que son horribles. No te preocupes.
─ Gracias Damon, en serio.
─ No tienes que agradecerme nada. Te repito que mis planes de Domingo no son nada entretenidos.
─ Podrías estar durmiendo ahora mismo.
─ No creo, no puedo dormir muchas horas. ─ Sonrió. ─ Es una costumbre que nunca pude quitarme.
─ A ver si me la pasas porque creo que duermo más horas de las que vivo.
Damon rió y asintió suavemente.
─ ¿Quieres hablar de algo? ¿Contarme algo? ¿Hablarme de un libro?
─ Si te cité un Domingo lluvioso a la mañana creo que tengo que contarte por qué es.
─ Si no quieres no tienes por qué hacerlo.
─ Estoy cansada de mis padres, de que peleen y griten. No sé con quién hablar esto, Alex últimamente está ocupado en sus cosas y encerrado en su burbuja de felicidad. No quiero molestarlo.
─ ¿Tus padres pelean mucho?
─ Demasiado para creer que se aman.
─ Tal vez el amor que se tienen no es el amor que buscaron.
─ El amor no se busca, el amor se encuentra. Llega solo.
─ Consideraba como una burla de su travieso destino haber buscado el mar sin encontrarlo, al precio de sacrificios y penalidades sin cuento, y haberlo encontrado entonces sin buscarlo, atravesado en su camino como un obstáculo insalvable. ─ Guiñó el ojo izquierdo. ─ Cien años de soledad sirve para mucho más de lo que imaginas. Tal vez tus padres sólo necesitan recordar el amor de la juventud.
─ En cualquier lugar que estuvieran, recordarán siempre que el pasado era una mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más destinado y tenaz, era de todas modos una verdad efímera.
─ La verdad efímera no es más que una mentira. El amor jamás será una verdad efímera, porque siempre habrá alguien que te ame y siempre amarás a alguien. El amor está en todos lados y jamás podrás librarte de él, te perseguirá hasta el último segundo de tu vida, hasta el último respiro. Te dolerá y te lastimará, te quemará hasta la última parte de tu organismo; pero lo necesitas.
Lucero volvió a casa con las palabras de Damon revoloteando en su cabeza, tal vez el amor era necesario, pero dolía tanto que no podía entender cómo es que algo que lastime tanto fuese tan importante. No le dolía el amor, le dolía ver cómo el amor de sus padres desaparecía poco a poco, cómo el amor con el que ella creció se desvanecía día a día.
Luego de dejar el paraguas mojado y la ropa de lluvia en la entrada de casa, subió las escaleras rápidamente, la puerta de la habitación de sus padres se encontraba abierta, pero más se abrieron los ojos de Lucero al ver la situación que sucedía dentro.
Su padre se encontraba metiendo ropa hecha un bollo dentro de una maleta, su madre se secaba las lágrimas mientras repetía "Javier", el nombre de su marido una y otra vez, como si aquello fuese a hacer que él se quede. Lo único que lograba era alterarlo más con el correr de los segundos. Lucero sólo consiguió quedarse estática en el mismo cuadrado de madera, su padre notó la presencia de su hija y sólo atinó a acercarse a ella.
─ Explícame esto, por favor.
Las palabras cayeron de su boca como si fuese una oleada de viento llevándose las hojas de los árboles, sus ojos ya cristalinos se posaron en el hombre de ojos marrones y no pudo evitar mirar a su madre.
─ Hija, necesito que te calmes.
─ Estoy calmada, explíquenme qué es lo que está pasando.
Su padre no podía hablar, los músculos de todo su cuerpo se tensaron y sólo pudo seguir observándola.
─ Mamá. ¿Tú no piensas decirme nada?
─ Debemos hablar tú y yo. ─ Dijo por fin su padre. ─ Espérame abajo.
Lucero bajó las escaleras aún sin entender que era lo que sucedía, jamás pensó que las peleas de sus padres podrían llegar a ser tan fuertes al punto que él decida irse de casa.
─ Lu, he decidido irme, por el bien de todos.
─ ¿Por qué te vas?
─ Es difícil de explicarte esto, mi amor.
─ Papá, ya dime qué es lo que pasa. No tengo diez años.
Su padre suspiró, dudó. Hasta que comenzó a hablar titubeando y tartamudeando.
─ Me iré porque tu madre me engañó.
Las palabras cayeron como una bomba. Lucero procesó cada letra de la frase que su padre le dijo, aquella oración pareció ser una explosión en su cerebro. ¿Realmente su madre había sido capaz de engañar a su padre? Pero poco a poco todo comenzó a cobrar sentido, el cambio repentino de horario en el trabajo de su madre, las noches que Lucero y su padre pasaron solos cuando ella decía estar de viaje de trabajo.
─ Lucero, por favor. No te asustes, me iré ahora, pero hoy por la noche prometo llamarte.
─ Quiero irme contigo.
─ Cariño, por favor coopera conmigo. Necesito que te quedes aquí. Con los días iremos viendo qué sucede, pero por favor, quédate aquí.
Minutos después Javier bajó con su maleta y la cargó en el maletero del auto. Besó la frente de Lucero y luego se metió al carro. Mientras él daba marcha atrás, su hija sentía su cuerpo como una bomba de tiempo, como si algo fuese a explotar segundos después y tal vez aquella explosión se daría con su madre.
─ Lucero.
La chica inhaló aire para luego exhalarlo con muchísima más furia que antes. Pasó una mano por su rostro y luego la dejó a un lado de su torso, hecha un puño.
─ Por favor, no hables.
─ Lucero, hija, tenemos que hablar.
─ No quiero hablar y mucho menos ahora.
Lina sabía que cuando su hija estaba furiosa, simplemente tenía que dejarla tranquila hasta que el enojo desaparezca un poco, pero aquella mañana no tuvo mejor idea que insistir.
─ Hablaremos, quieras o no.
─ ¿De qué quieres hablar? ─ Preguntó acercándose. ─ ¿De tu amante? ¿De cómo te cagaste en tantos años de relación? Vamos, mamá. ¿Sabes que acabas de meter la pata hasta el fondo? ¡Te lanzaste hacia un volcán en erupción! No tienes derecho a hablarme ni a reclamarme que te escuche. No quiero hablarte, no quiero escuchar que me digas algo de tu segunda vida o que mucho menos intentes disculparte. Acabas de cagarme la vida y lo sabes bien.
¡Hola!
Espero les haya gustado.
Las frases en letra "cursiva" que Damon y Lucero se dicen, son de Cien años de soledad.
Otra vez, gracias a Javi por ayudarme con mi bloqueo de escritor.
Se viene un giro drástico en la novela, no se lo pierdan.
Que tengan un lindo domingo.
China.
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La última batalla de Morfeo. |EN PAUSA HASTA MARZO|
Roman pour AdolescentsMorfeo, también conocido como el dios de los sueños, tiene que enfrentarse a una de las misiones más difíciles, una misión para la cuál viene preparándose hace años: enfrentarse a su hermano. Su padre viene preparándolo hace años, su madre teme por...