Capítulo cuatro: Incapaces.

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Lucero se encontraba frente al gran piano de cola negro que había en su casa, las partituras se encontraban directo a sus ojos, como invitándola a tocar esa melodía que tanto extrañaba.

Negó para ella misma, yendo hacia atrás y sentándose en el sofá junto a su libro. El piano no volvería hasta un largo, largo tiempo.

Los ojos celestes de Lucero se concentraban en el libro, mientras que su cerebro pensaba en algo más: Damon. ¿Por qué estaba pensando en Damon? Porque Alex le había repetido unas diez veces que el chico no le daba buena espina y ella estaba obsesionada en saber qué era lo que causaba desconfianza en Alex.

Tal vez no había sido buena idea pasarle su número al chico, pero ¿cómo iba a negarse? él le admitió que fue la única persona con la cuál habló en todo el día y era su primer día de clases, cuando el resto de la gente suele atormentarte con preguntas.

De todas formas no creía que él iba a escribirle, tal vez tenía otros amigos fuera de la escuela, otros amigos con los cuáles hablar y obviamente serían más interesantes que ella.

Lucero se concentró por fin en el libro, obviando pensar en Damon, se dedicó a pensar en Augustus Waters, el personaje principal del texto que se encontraba entre sus manos.

Mientras tanto, Damon desplegaba sus alas para volver hacia el Olimpo y hablar con su padre.

- ¿Supiste algo más de él?

- Él está en la Tierra. - Admitió Hipnos. - Morfeo, deberías prestar más atención a lo que haces.

- ¿No entiendes que él me paraliza, padre? No depende sólo de mí.

- No creo que él esté cerca de la chica, Morfeo. ¿Pudiste averiguar algo de ella?

- Se llama Lucero y tiene diecisiete años.

- ¿Sólo eso?

- Hace un día estoy en la Tierra, no pretendas que sepa más que eso.

- Eres un dios, no eres un chico que está atravesando la pubertad, Morfeo. Vives hace miles de años.

- Mañana averiguaré más sobre ella.

- Recuerda que no puede saber nada de ti como Morfeo.

- Lo sé, papá. Lo sé perfectamente.

Morfeo volvió hacia la Tierra para cumplir su misión del dios de los sueños. Lucero dormía plácidamente cuando todo comenzó a suceder. Fobétor estaba ahí, otra vez.

Abrió los ojos, moviéndolos desesperadamente de un lado a otro, sintiendo la presión sobre su cuerpo. Oía voces lejanas, como risas, como si alguien se estuviese burlando de ella.

Pronto la cama comenzó a llenarse de arañas y ratas que iban hacia ella. Lucero quería gritar, Morfeo quería sacarla de todo esto, pero Fobétor era más fuerte que cualquiera de ellos, él tenía el control. Morfeo intentaba moverse, pero estaba clavado al suelo como una estaca, Lucero sufría, Fobétor disfrutaba.

Las ratas comenzaron a desaparecer de a poco, junto a las arañas. Fobétor desapareció rápidamente, Morfeo empezó a moverse junto a Lucero, viendo cómo las lágrimas caían de los ojos de ella.

El dios de las alas azules se sentó a su lado, acariciando sus brazos despacio, con calma y un poco de miedo. Se sentía tan culpable, sentía que no podía hacer nada para ayudarla, sentía que algo entre Lucero y él le prohibía actuar frente a la situación.

La chica poco a poco comenzó a dormirse y Morfeo desplegó las alas para seguir con sus tareas durante la noche.

Lucero luego de más de diez episodios, se dispuso a contarle a su madre sobre lo que pasaba durante las noches. Le daba vergüenza admitir todo lo que pasaba, sabía que probablemente su madre haría un mundo respecto a eso.

- Mamá, quiero que hablemos de algo que viene pasando hace algunas noches.

- ¿Qué pasa? - Preguntó Lina. - ¿Estás teniendo pesadillas?

- No es eso, o eso creo. La cosa es así, me despierto en la noche, pero no puedo mover mi cuerpo ni hablar, sólo puedo mover los ojos de un lado a otro. Veo cosas sobre mi cama, como si fuesen reales. Pero luego desaparecen. Siento el cuerpo paralizado; como si miles de kilos estuviesen sobre mí.

Lina entrecerró los ojos y sus cejas se fruncieron hacia el centro.

- ¿Cuántas veces te pasó esto?

- Van como diez.

- ¿Diez? ¿Por qué no me dijiste antes?

- Porque creí que eran pesadillas.

- Creo que esto sabrá solucionarlo el neurólogo. No encuentro otra solución, cariño.

Lucero asintió y se levantó del taburete de la cocina para volver a su cuarto. Su celular vibró sobre su cama y tomó el aparato entre sus manos.

- Hola Lucero. ¿Estás ahí?

- Sí, aquí estoy. ¿Qué sucede, Damon?

- Siento molestarte. Pero ¿tienes los apuntes de Filosofía del mes pasado?

- Sí, los tengo. ¿Los necesitas?

- Me harías un enorme favor.

- Mañana te los llevo a clases. ¿Cuál es tu primer asignatura?

- Matemática.

Damon respondió con un emoticono llorando.

- Coincidimos.

Lucero envió una cara sonriente.

- Gracias, Lucero.

La chica bloqueó el celular y se lanzó sobre la cama metiendo los brazos debajo de la almohada, boca abajo. Miró hacia el lado derecho y observó las hojas volando con el viento que soplaba sobre la ciudad. Se levantó rápidamente de la cama y se dirigió hacia el escritorio, buscando la cámara de fotos.

Abrió la ventana y tomó rápidamente una foto de los árboles desprendiendo las hojas secas y el viento llevándoselas.

"El viento es como el agua, viene para llevarse algunas cosas y traer otras. El viento es incontrolable, eres incapaz de pararlo. Por eso tienes que apreciarlo, porque simplemente se llevará lo peor y traerá lo mejor."

Lucero estaba a punto de apagar la cámara de fotos, cuando un pájaro de plumas azules se posó en su ventana y no pudo evitar fotografiarlo. Parecía que el ave estaba muy a gusto, por lo que se quedó ahí, observando a la calle y cada tanto hacia la chica.

Ella fue incapaz de quitarlo, él fue incapaz de irse. 





¡Hola! Nuevo capítulo. 

Espero que les haya gustado, me ayudan mucho compartiendo, votando y comentando.

Les recuerdo que Nick Robinson es quien se asemeja mucho a Damon, pueden buscarlo para darse una idea.

Nos leemos en otro capítulo.

Muchas gracias por leer. Buen fin de semana.

China. X. 

La última batalla de Morfeo. |EN PAUSA HASTA MARZO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora