Capítulo cinco: Mi única amiga.

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La risa de Lucero resonó por todo el pasillo cuando Alex le mostró aquella imagen en su celular.

- No puedo creer que tengas esa foto de cuando teníamos diez años, en serio.

- Éramos horribles. - Rió. - ¿Nadie me avisó que mi cabello se veía como escoba? Eres una pésima amiga, de las peores te diría yo.

- ¿Por qué yo? ¿Viste mi flequillo? Alex, si tú eras escoba yo era nido de pájaros.

La cara de Alex cambió rotundamente cuando Damon se posó frente a ellos.

- Hola Alex. Hola, Lu. Siento molestarte. ¿Pero tienes los apuntes?

- Sí, los tengo. - Abrió su mochila. - Tenlos el tiempo que sea necesario, ya los pasé a limpio.

- Muchas gracias.

Lucero sonrió y Damon dio media vuelta para entrar al salón de clases.

- Te veo después, idiota. - Golpeó el hombro de su amigo. - Y presta atención a tu clase.

- Si mamá.

La chica entró al salón y pocos minutos después llegó la profesora de Matemática. Los cálculos eran tan complejos que el cerebro de Lucero apenas podía comprenderlos. ¿Quién necesitaba despejar una X? ¡Nadie! Nadie iba por la vida pidiendo tres x menos dos de caramelos y muchísimo menos utilizando la ecuación resolvente.

Damon observó a Lucero quejándose mientras tecleaba en su calculadora con los dedos casi echando humo.

- Lu.

- ¿Qué sucede, Damon? - Preguntó frustrada. -

- ¿Necesitas ayuda?

- Necesito un cerebro de repuesto para entender estos malditos cálculos.

- A ver, relájate porque si te pones nerviosa no va a salirte nada.

Ella bufó.

- ¿Ya sacaste los valores de a y b?

- Sí.

Damon tomó el lápiz de lucero y escribió sobre el papel a cuadros.

- Es cuestión de reemplazar. Reemplazas los valores en letras por los valores en números.

- ¡Pero, Damon! ¿Cómo puede ser que en la primer ecuación de positivo y luego de negativo?

- Tienes que pasar bien los signos. Si en la primer ecuación es positivo, no puedes pasarlo a negativo. ¿Comprendes? Es como si quieres reemplazar a un dios con u demonio, mujer.

- Estás obsesionado con los dioses. - Rió. - Los usas hasta en Matemática.

- ¿Entendiste o no?

- Entendí.

- Ese es el punto, Lu. Los dioses son para entender.

- ¿Entender qué?

- La vida.

El timbre sonó y Damon tomó sus cosas, se despidió de Lucero y salió del salón. Ella todavía no podía entender cómo él era capaz de saberlo y entenderlo todo.

Guardó todo dentro de su mochila y salió al receso para buscar a Alex, pero dio marcha atrás cuando lo vio hablando con Antonella, la chica argentina. Lucero rió y se dirigió hacia el patio, buscando respirar un poco de las estufas del colegio que hacían parecer el mismísimo verano acumulado en los pasillos.

La última batalla de Morfeo. |EN PAUSA HASTA MARZO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora