Es una lanza, no una espada

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BECCA
Becca salió del agua, contenta. Montauk estaba muy bonita ese día. Lástima que se tuvieran que ir tan pronto. Estúpida pasma.

Becca di Rizzi era una chica de quince años (dieciséis en octubre), de estatura media, pelo negro y largo, piel bronceada y ojos verdes mar. Sus padres le habían abandonado en un orfanato de Arizona cuando tenía unos días de vida. Llevaba casi toda su vida escapándose de orfanatos, centros penitenciarios y casas de acogida. A los diez años, Tyler, su mejor amigo, se le unió. Él era huérfano de padre, pero su madre... Eso era otra historia.

Tyler la miró, riendo. Era rubio, con ojos azules, mas o menos alto, y con algunos rasgos de duende. Y el tipo corría a toda leche, además de ser un buen ladrón. Estaría mucho mas delgada si no fuera por él.

-Realmente eres un pez, chica delfín.-le dijo. "Chica delfín" era un apodo que le puso la primera vez que habló con ella. Becca le miró, chasqueando la lengua y con los brazos cruzados.

-Los delfines no son peces, estúpido.-le contestó. Tyler hizo un gesto desdeñoso.

-Deja de corregirme, chica delfín. Son peces y punto.-repuso.

Becca negó con la cabeza, riendo.

-Vamos, coge la mochila, estúpido. Nos vamos de aquí.

Se alejaron de la costa y empezaron a ir directos al bosque. Tenían dinero para un taxi, así que cogerían uno después para que los dejara en Booklyn. A ver si despistaban a los estúpidos policías. Tyler se descuidó mientras le quitaba la cartera a un tipo en Central Park. Habrían estado a punto de volver al maldito internado, si no fuera porque Becca engañó al policía para que la dejara irse, y Tyler y ella se fueran echando leches. Habían tenido que ir hasta Montauk para despistarlos. Les tomó un día entero.

Era bastante tarde y bordeaban el bosque. Se veían algunas colinas bastante cerca. Ya era noche cerrada.

-Por aquí ya no pasan mas taxis, me parece.-comentó Becca.-Ojalá no hubiera entretenido tanto en el agua...

Tyler hizo un gesto desdeñoso.

-Bah, para una vez que eres tú la que la cagas y no yo...-le pasó el brazo por encima del hombro, riendo. Pero la risa no duró mucho.

Delante de ellos había un bicho rarísimo y horroroso. Tenía el cuerpo de un león grande, y una cabeza de cabra adosada sobre el lomo. En vez de cola, tenía una gran serpiente venenosa. Era la pesadilla en persona. Bueno, en monstruo.

-¿Qué bicho es ese?-preguntó Tyler, echándose para atrás. Echaron a correr, y el monstruo les siguió, rugiendo. Era muy rápida, pero ellos lo eran mas.

Becca recordaba haber oído de un monstruo así... En la clase de latín y mitología. Vamos, piensa. Es la única asignatura que te gustaba, no te dormías... Piensa... Se dijo así misma. Entonces lo recordó.

-Quimera... ¡Quimera! ¡Es Quimera!-gritó, esquivando la rama de un árbol. A un kilómetro había una gran granja de fresas. Si tan solo pudieran llegar allí y pedir ayuda...

-Genial, ¿y qué mierda es Quimera?-dijo Tyler. A Quimera no le hizo gracia eso, porque rugió mas.

-¡La leyenda de Belerofonte y Pegaso y todo ese rollo! ¡El monstruo es igual!-entonces se calló.-¡Mierda! ¡Corre mas! ¡Hay que encontrar agua!

-¿Agua? ¿Para qué?-dijo Tyler sin resuello. Quimera les pisaba los talones.

-En el mito, decía que Quimera escupía... ¡FUEGO!

La Batalla del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora