Ésto sí que pesa

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Viajar en pegaso es cómodo y seguro, pero cuando llevas doce horas montada (sin contar la parada en Quebec) acaba cansando, tanto a la persona que monta como para el pegaso.

Beyoncé estaba agotada. No se lo decía, pero Becca lo sabía.

"Puedo continuar señora, de verdad." le decía sin parar. Becca se sentía terriblemente culpable al verla así.

Finalmente, parecieron llegar al monte Tam. Medía unos setecientos u ochocientos metros de altura. No era demasiado grande en comparación con otras... Pero desagradaba. Podía sentir la Niebla que había en aquel lugar, lo peligroso que era. Y olía a pastillas para la tos, por los eucaliptos.

Becca ordenó a Beyoncé que la dejara sobre la ladera de la montaña.

—Ve a pastar y descansar a un sitio seguro. Después vuelve al campamento. Ya me las apañaré yo.

Beyoncé relinchó, asustada.

"Señora, ¿está segura de que no quiere que le acompañe? No tengo inconveniente en pegarle coces al Señor de los Titanes."

Becca negó con la cabeza.

—Ya has hecho mucho. Vuelve y tómate un descanso.

Beyoncé no parecía contenta, pero no rechistó. Le dio un cabezazo cariñoso a Becca.

"Tenga cuidado"

—Lo tendré, no te preocupes.

Beyoncé levantó el vuelo. Becca empezó a subir la montaña. Entre tanta piedra, tanto eucalipto, tanto hierbajo... No era fácil subir, pero Becca estaba acostumbrada a caminos difíciles. Su vida entera había sido un camino difícil. Comparado con ello, la montaña no era tan dura.

Vio un dragón enorme, con muchas cabezas, horrible, en un jardín, enroscado en un árbol de frutos dorados. Aquellas debían de ser las manzanas doradas, las de la inmortalidad y todo ese rollo, el dragón debía de ser Ladón, el guardián, y debía de ser el jardín de las hespérides. A eso Becca no le dio buena espina. Algo le decía que Cronos no era lo único inmortal que podía encontrarse allí (aparte de Ladón y las ninfas).

Dobló el camino, para alejarse del jardín. A unos pocos metros, vio los vestigios de una fortaleza. Parecía una ilusión, que se iba haciendo más sólida a cada segundo, hasta convertirse en realidad. Cuanto más lo miraba, más real parecía.

A apenas unos metros, había una especie de caverna, hecha de nubes o algo parecido. Dos chicos algo menores que ella observaban a otro muchacho, de unos diecisiete, que estaba bajo la caverna, como evitando que se cayera.

—Padre, puedo hacerlo. Solo hasta que consigamos que aparezca. Él está aquí...

—¡No! Te lo prohíbo, William. Ni se te ocurra intentarlo. No puedo permitírtelo.

Becca conocía a los chicos, salvo al de bajo la caverna. Que estuvieran allí le hizo entrar en pánico.

—¡¿QUÉ HACÉIS VOSOTROS DOS AQUÍ?!—les dijo, quizá demasiado alto. Will y Hazel pegaron un salto. El primero le tiró con el arco una flecha sin mirar, y casi la atraviesa.—¡Ahora me intentas matar, encima!

—¡Becca!—gritó Hazel. Fue corriendo hacia ella. Becca pensó que le iba a abrazar, pero lo que hizo es pegarle. Will se le unió. Aquello le recordó al reencuentro de Piper y Leo de hacía menos de dos días.

—¡Ay, ay! ¡Parad, joder! ¡No soy un saco de boxeo!

—¡Inconsciente! ¡Hija de gorgona!—le gritó Hazel.—¡Hemos venido a rescatarte! ¡Ahora están ahí dentro! ¡Están ahí dentro!

La Batalla del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora