Capítulo 2

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Esa misma tarde Norman subió para limpiar la habitación solicitada, simplemente llevo los utensilios de limpieza necesarios. Giro el picaporte y entro. La habitación estaba limpia; todo en orden y en su lugar, pues nadie la había usado ―bueno desde que él había llegado a la hacienda―, y nunca había entrado a esa habitación.

Tomo una bayeta empapada de un líquido limpiador y comenzó a limpiar cada objeto de la habitación; artesanías, lámparas, cuadros.

Acomodo la cama, abrió las cortinas para que la luz entrase. Al abrir las cortinas percibió que a la derecha se veía la cabaña en la que se hospedaba, y a la izquierda se percibía el establo donde trabajaba Gabriel (su amigo) ―Él era un chico de cabello castaño y ojos marrones claros― Gabriel vivía en el pueblo, viajaba en su caballo (color blanco con la crin color rubio pálido, casi llegando al crema). Era una persona muy simpática y cariñosa con Norman pues siempre era muy sobreprotector y cuidaba bien de él.

Al verlo sacando a Albo (así se llamaba el yeguarizo), no lo dudo dos veces ya que al terminar de barrer la habitación y sacar la basura se dirigió directo al establo.

Gabriel cepillaba el pelo de Albo, Norman dio unos pasos sigilosos y se acercó Gabriel ―estaba dándole la espalda―, y en un rápido movimiento se abalanzo sobre el castaño y ambos cayeron al suelo.

―¡Gabriel! – Norman pronuncio su nombre mientras reía, ya que estaba colgado de los hombros de Gabriel.

―Norman ―musito Gabriel con una cara de dolor―, creo que me lastimaste la espalda.

―Pe... perdón, no quería. ―trato de levantarse para que Gabriel se levantara, pero este lo tomo de la cintura y en un movimiento Norman quedo debajo de Gabriel.

―Te mentí. ―metió sus manos debajo de la camisa de Norman y con suaves movimientos toco su abdomen provocando que el de ojos grisáceos se riera.

―Ba... basta ―se carcajeo―. Ya basta.

―Pídelo por favor. ―Gabriel también reía, pues ver a Norman carcajeándose era sumamente adorable.

―Por favor... basta. ―suplico.

Gabriel se detuvo y Norman ceso las risas; terminando con una cara roja.

―Te he dicho que odio las risas. ― reprocho Norman mientras se giraba para no verle la cara.

―Tu expresión decía otra cosa. ―se levantó de encima de Norman y le tendió la mano para que este también se levantara.

―Solo quería saludarte pero me has hecho enfadar. ―se cruzó de brazos y miro al suelo.

―Venga, mi conejito. – ese apodo lo hizo sonrojar instantáneamente.

Norman no sabía si Gabriel también fuera homosexual pues nunca se lo pregunto, y nunca le conto su secreto ―solo su tía lo sabía, pues ella lo percibió cuando Norman miraba durante un buen rato al chico que vendía fruta en el mercado.

―N... no me digas así. – tartamudeo.

―¿Por qué?, eres igual a un tierno conejito. – le sonrió a Norman.

―Claro que no. – reprocho.

―¡Que sí! Eres mi conejito. ―fue ahí cuando Norman percibió un extraño sentimiento.

―Gabriel... hum, solo soy tu amigo. ―Norman tuvo que aclarar las cosas, pues temía que su amistad estuviera en juego. Y no quería perderla.

―Lo sé. ―Gabriel ceso su sonrisa y se acercó al caballo siguiendo con el cepillado.

―Iré a ver si Betty necesita mi ayuda ―Norman se sintió extraño―. ¿Tienes hambre?

―No, he comido en casa. ―siguió cepillando a Albo.

―Bueno... ¿Quieres ir al manantial al final del día?

―No puedo, debo hacer unas compras en el pueblo.

Norman percibió cierta incomodidad, ¿su amistad se estaba extinguiendo?

―Sí, bueno. De todas maneras yo también estaba ocupado... ―mintió.

―Oye, ¿Qué hacías en la habitación de arriba? ―pregunto el de cabello castaño.

―Am... la señora Clarisa dijo que vendría su hijo. – respondió algo triste, pues el anhelaba ir al manantial.

―Sí, le conozco. Es mejor que te alejes de él.

―¿Le conoces? – preguntó Norman.

―Sí, es un año mayor que nosotros, pero es un abusivo y déspota con los trabajadores de la hacienda. Sólo no te relaciones con él.

―Haré lo que pueda. ―musito.

―Bien ―quizá noto cierta tristeza en Norman―. ¿Qué te parece si mañana vemos el amanecer juntos?

―Sí. – dijo con unos ojos llenos de entusiasmo.

―Bien. Ahora ve a dormir para que te levantes temprano. ―le propuso.

―Sí, adiós. ―ambos sonrieron y agitaron su mano para despedirse uno del otro.

Se dirigió a la enorme casa para ayudar a Betty en sus labores y así ambos se fueran a dormir. Abrió la puerta y entro a toda velocidad. Estaba tan entusiasmado de querer ver el amanecer mañana, que no podía esperar más.

Pero algo se interpuso en su lugar provocando que el cayese, levanto la vista y capto un hombre de camisa morada, estaba de espalda pero se giró, unos ojos color azul zafiro se penetraron en los de él.

―¿No sabes caminar? Idiota. ―le bramo el chico que estaba parado delante de él.

Norman seguía en el piso anonadado.

―Lo siento no sabía... ―fue interrumpido.

―Claro que no sabías nada, aquí todos son unos neófitos. No puedo creer que tenga que vivir rodeado de personas tan ignorantes como tú. Ves, ni siquiera saben caminar. – gruño el de cabello rubio-castaño.

<< ¿Neófitos?, ¿Qué es eso? >>. ―pensó Norman.

―Mis más sinceras disculpas. ―musito Norman.

―Mejor dime quien eres. ―¿exiguo?

―Soy Norman, cocinero de aquí. ―se levantó con cierto temblor en sus piernas.

―¡Ah! Un empleado. Bien, lleva mis maletas a mi habitación. ―señalo dos maletas enormes.

¿Norman podía con tal orden?

<< Está más que claro que es el hijo de la señora Clarisa, debo obedecer; norma número uno >>, se dijo a sí mismo.

Con todas sus fuerzas y valentía se acercó a las maletas tomo una pero no puedo ni siquiera moverla.

―¡Hazlo rápido! ―bramo más fuerte que anteriormente.

―No... no puedo. ―estaba a punto de llorar. Lo estaba humillando.

―Eres un bueno para nada. ―le dijo manteniendo una postura firme.

―¡Déjalo Samuel! ―bramo el amigo de Norman.

Su amigo le estaba protegiéndolo.

―Mira ―fijo la mirada en el defensor de Norman―. Aun estas aquí. Entonces, lleva tú las maletas.

―¡Yo lo hare! ―le exclamó Gabriel― Norman ve con Betty, ella ya está en la cabaña. Te buscaré en unos minutos. ―le acaricio el mentón para que se tranquilizara, pues estaba temblando.

Norman asintió en respuesta y salió de ahí.

Estaba atónito, ¿Él era Samuel?, ¿Por eso Gabriel le pidió que se alejara de aquel chico?

Todo se le era confuso, pero una cosa tenía clara; no quería conocerlo.

~•~

Mi Vaquero Ideal  [Gay] *correcciones gramaticales/ortográficas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora