Epilogo.

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          [Siete meses después]

|Drake Henrie |

—¡Toma mi mano! —Phoenix gritó, al mismo tiempo que el doctor se ponía en medio de sus piernas abiertas. Ella tenía su frente sudada mientras que desde su boca salían varios quejidos debió al dolor que estaba provocando su parto.

— La tengo sujetada, cariño. —Respondí, sintiendo que en cualquiera momento caería desmayado.

— Muy bien Phoenix, llego la hora de sacar al bebé —El doctor preparó sus guantes. — Cuando te pida que pujes, lo harás, ¿Estas lista?

— No, no — Ella intentó cerrar sus piernas.

— No hagas eso cariño, debes hacerle caso al doctor —Retire un poco de su sudor.

— Tú no me digas que hacer — Me miró con enojo. Levante mis manos
en forma de derrota — ¡No me sueltes, Drake!

— Aquí vamos —Anuncio el doctor al mismo tiempo que Phoenix apretaba mi mano.— Uno, dos y tres. ¡Puja! —Apreté mis labios para evitar  quejarme por el fuerte apretón de Phoenix — Uno, dos y tres. ¡Puja! —Ella obedeció. — Un poco más, ya estoy viendo su cabecita así que esta vez intenta pujar con toda la fuerza que te queda en estos momentos. Uno, dos y tres. ¡Ahora, puja!

— ¡Bien, cariño! —Felicite cuando siguió orden demás doctor. Lágrimas de emoción, rodaron por mis ojos cuando el llanto del bebé se hicieron presente en la habitación,  combinándose con los de su mamá.

Una enfermera salió con él en sus brazos, cuando iba a preguntar el motivo, ella ingreso nuevamente pero con el bebé ya limpio y envuelto en una frazada.

— Felicitaciones —Dijo la enfermera. Entregándome al pequeño, mientras que el doctor revisa a Phoenix una ves más antes de marcharse para darnos privacidad. Caminé hasta Phoenix, quién me sonreía con cansancio. Le entregue al bebé mientras me recostadaba aún lado suyo.

— Es un niño hermoso —Murmuró ella, besando la pequeña frente de nuestro hijo, quién había detenido cualquier llanto cuando estuvo en los brazos de Phoenix. — Mira, tiene tus ojitos celeste.

— También tiene tus labios hermosos

              
           [Cinco años después]

— Logan, deja de hacer enojar a tu hermana —Pidió Phoenix entre risas, pues el niño repartía varios besos en la cara de su hermana pequeña, la cual estaba muy fastidiada mientras que con su manito intentaba alejar al empalagoso de Logan.

— ¿Cuándo podré jugar al fútbol con ella? —Se quejo mi hijo, pronunciando de manera incorrecta la R.

— Recién cumplido los ocho meses, deberás esperar hasta que tenga más edad, hasta puede que sea tan fanática como tu en el fútbol. —Respondí, levantándolo para sentar lo arriba de mis piernas.

— Pero falta mucho para eso — Se quejo. — Además, mamá la consiente mucho, hasta pasa más tiempo con ella que conmigo. —Phoenix le mostró la lengua al pequeño celoso.

— Cuando eras un bebé, tú mamá también me dejaba de lado por estar contigo. — Phoenix nos miro ofendida.

— Pero re consentía todas las noches Drake Henrie, motivo por el que nació Ariadna. —Hizo referencia a nuestra hija. — Logan, yo si te pongo atención pero tu hermana es pequeña aún, por lo que no puede atender sus necesidades básicas por ella misma.

Ariadna dejó de beber la leche materna para mirarnos con seriedad, ya imaginaba como seria de grande.
Phoenix sonrió de repente para luego entregarme al bebé, el olor que desprendía su pañal entró en mis fosas nasales y cuando quise devolverla, Phoenix ya no estaba en el salón, tampoco Logan.

— ¡Traicioneros! —Reclamé. Me encaminé hacia su mudador, dónde la cambie de pañal con cuidado de no ensuciar mis manos. Cuando estuvo limpia, di un corto paseo por toda la habitación para que durmiera un poco, cosa que funcionó.

— ¿Dónde está Logan? —Pregunté cuando noté la presencia de Phoenix entro en el umbral de la puerta, formó  luna sonrisa en sus labios. Dejé a la bebé ya dormida, en su cuna para acercarme de forma coqueta hacia Phoenix.

— En su habitación jugando con su primo

— Eso es bueno —La levante del suelo para que en volviera sus piernas en
mi cadera y así me dirigí hacia nuestra cama. Se recostó sobre mi pecho para ambos empezar un apasionado beso.—Te amo tanto, más de lo que imaginas

Siempre había querido todo lo que ella me dio, tener un hermosa familia con mis propios hijos y una esposa tan increíble como Phoenix lo era.

—De verdad, gracias por hacerme tan feliz, mi amor.—Continué. — Nunca me arrepentiré de todo esto, Te amo.

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Gracias por sus votos y comentarios pero mucho mas por sus hermosos mensajes tan inspiradores. Los quiero

Mi esposo gruñón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora