Externo

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Narrador omnisciente.


Adrian, Paula , Arantxa y quien sabe quienes mas bagaban por los pasillos, buscando una salida, una brecha en la pared, algo que les ayude como salir, como encontrar la salida. Sintiéndose mas cautivos que nunca, como animales salvajes encerrados, agotados, Adrian siendo llevado por ellas, con hambre cansados, no tenían esperanzas y es que ¿como tenerlas?.

Arantxa paro obligando les a los demás a parar con ella.

-No puedo mas, esto es una tortura. Tenemos que parar, no hay salida ya lo hemos recorrido todo!NO HAY NADA¡.-Exasperada grito a la pared, a la nada.

-Arantxa ¿Puedes tranquilizarte?-hizo una pausa mirando en  las dos direcciones del pasillo- que no lo hayamos visto no significa que este muerto.

-¿Es que quieres invocarlo?.-Rechisto Paula , notando la desesperación mas que nunca en su vida, el miedo, las ansias, el hambre, su paciencia y su humor no eran los mismos de siempre. Estaba segura de que si conseguía salir de esa, que lo dudaba, ella tampoco volvería a ser la misma nunca. Despertarse en las noches por las pesadillas, notar una constante sensación de que la observan, desconfiar de todo el mundo. La tortura no terminaría nunca.

- Vale creo que tenemos que tranquilizarnos un poquito todos.-Intento negociar Arantxa, aplicando un poco de sentido común.-Peleando no llegaremos a nada.

Adrian y Paula asintieron dándole la razón



No eran los únicos que estaban en el instituto, Samanta tenia que librar sus propias batallas que tampoco eran mas fáciles.

Su mente se había quedado pilla no podía pasar mas a allá de ese pensamiento<<¿Moriré aquí?>><<¿Sera este mi final?>>. Después que hubiera roto la cama ya no sabia que podría hacer. Se sentía desesperada, hambrienta. Acabo suponiendo que la desidratación la mataría. Ella era flaca, mucho y bajita, no tenia ninguna reserva a la que agarrarse.

Su barriga rugió por décimo quinta vez, recordando le la dura realidad.

Miro la sala una vez mas, ya se había hecho de día y ella no había dormido nada, casi ni pestañeaba. Al hacerlo tenia la sensación de que le atacaban. No soportaba sentirse devil.

La sala no había cambiado nada desde los ultimo cinco segundos que la observo. Su mente se puso a trabajar, se autoconvencio de que no iba a pasar lo que el malo quería, ella era la buena y el bien siempre triunfa sobre el mal¿No? Al menos eso creía ella. Cogió una silla y empezo a darle golpes a todo, sin un objetivo concreto, solo quería descargar su rabia.

La silla golpeaba en todas partes, sus golpes resonaban como ecos combinados con los gritos que ella despulsaba, sin embargo ella solo oía su desesperación, su debilidad. La ira crecía dentro de ella, a la vez que la silla se le escapo de las mano. Con un golpe seco dio contra la puerta de madera. En la parte baja había un rectángulo que tembló vertiginosamente, inestable, mas frágil que ella.

Una risa alegre se le escapo de los labios, se pregunto como había sido tan tonta, recordaba una vez en segundo cuando los de su clase cerraron tan fuerte la puerta que sacaron el rectángulo de debajo .

Podía salir, había una salida. Se acerco a la puerta, agarro el borde, cogio fuerza, suspiro y le pego una patada, la tabla no callo, pero poco le falto. Se dijo que con un par de intentos lo tendria, que eso era fácil, que ella era fuerte.

Otro golpe, esta vez pudo notar como se desencajaba. Mas motivada que nunca le dio, mas fuerte que todas la anteriores. 

Se alejo de la puerta y miro por el ahora especia de la puerta baja. El agujero no era muy grande pero si lo suficiente como para que ella pasara. Se acerco y con cuidado de no clavarse el trozo puntiagudo que había en el medio, paso primero las piernas, luego el tronco . 

Cuando estaba pasando la cabeza algo la detuvo, no algo mas bien alguien.

Su primer instinto fue gritar, y así lo hizo. La madera se le estaba clavando en la cabeza, sentía como un chorro de sangre, no muy grueso, le baja por la nuca, la ansiedad creció en su pecho mientras el agresor le agarraba desde las costillas, paralizando la, incitándole a que se dejara.

El agresor estaba disfrutando de sus gritos, de su intento de defenderse, como no podía hacer nada comparado con la fuerza que ejercía sobre ella. Samanta se estaba retorciendo debajo de el, mas sangre salia y ella entendía que si no le paraba moriría desangrada. 

El agresor hizo mas fuerza procandole mas dolor, ella sin poder soportar mas, empezaba a perder la conciencia. En el momento en el que El Agresor se dio cuenta decidió terminar con ello, sin darle ni un segundo de paz.

De un golpe seco hizo que se la cabeza se le undiera del todo saliendo le la punta entre las cejas.

Ni se molesto en cerrarle los ojos. Se fue, dejándola ahí tirada, con una expresión de sufrimiento que no podría describir mejor sus últimos minutos de vida. 

Ganando el malo, perdiendo el bueno.

Encerrados en el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora