Capítulo 4

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- Sandro ¿Qué haces?

- Lo que siempre desde que te vi en el museo he querido hacer. - dijo y se abalanzó sobre mi besándome, fuerte, notando su lengua invadiendo mi espacio, pero no me importaba, le correspondí. Notaba su mano subiendo por mi muslo mientras con la otra me agarraba fuerte de la nuca como si temiera que escapara.

- Sandro... - le supliqué, deseaba más.

- Dime que quieres, dímelo, quiero oírlo. - solo su voz hacía que sintiera mil y una sensaciones, su mano seguía un coordinado y tortuoso compás por mi cuerpo, acariciándolo, deseándolo, anelandolo.

- Te quiero a ti, te deseo, te necesito. - soltó un leve gemido en mi oreja que envío un escalofrío a mi entrepierna. Tocaba su musculada espalda, esta vez sin la camisa a cuadros que llevaba el día del museo y notaba su gran erección contra mis caderas, todo él era sensual.

- ¡Oh Megan! - se puso entre mis piernas y empezó a moverse, era hipnotizante, sus verdes ojos no apartaban mi mirada y notaba como se mordía el labio para no gemir.

Su mano empezó a bajar desde mi nuca por mi cuello, dejando a su rastro un excitante cosquilleo, acarició mi clavícula y después rodeo mi pecho derecho, deseaba que lo tocará pero no lo hizo, siguió bajando resiguiendo la curva de mi cadera y se paro justo al inicio de mi feminidad.

- ¿Qué quieres? - me preguntó mirándome, estaba respirando fuerte.

- A ti. - le supliqué, él sabía lo que quería.

- ¿ A mi, cómo? - me estiró sensualmente del cabello.

- A ti, dentro de mi.

Poco a poco separó mi braga...

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" I remember years ago..."  empezó a sonar. ¡NO! ¡NO! ¡No podía ser! ¡Había sido un sueño! ¡Maldita sea, maldito Sandro, maldito día que decidí ir al maldito museo!  Me levanté húmeda, excitada y acelerada, todo por culpa de un maldito sueño.

 Resignada me dirigí a la ducha para ver si me calmaba y fué un acierto.

Desayune de mala gana, este sueño me había puesto de mala leche, me arreglé bastante no se porque y salí hacía el trabajo.

Cómoda y relajante silla. Dios, lo único bueno de mi empresa. Pronto mi paz desaparecío.

- Hola Srt. Rich, buenos días, tengo que informarle sobre todo lo que ha ido progresando la empresa este fin de semana. - Pf, que palo. - Primero, los posibles cinco compradores del otro día vendrán a cerrar el trato, he enviado a Austin para que hable con ellos.

- Yo también quiero asistir. - Gloriett me miro con cara extrañada. - ¿Qué más tengo que hacer hoy? - dije para desviar la atención.

- Este fin de semana del 4 al 6 de Agosto tendrá que ir a Chicago a un encuentro de diversas empresas sobre este sector, si quiere claro, si no, enviamos a otra persona.

- Si quiero, me vendrá bien para desconectar un poco, te encargas de donde pasaré la noche y todo lo demás.

- Claro Srt. Rich. - Que haría sin ella... - También Arthut vendrá a hablar contigo sobre el progreso económico de la empresa y creo que de momento ya está.

- Gracias Gloriett, puede retirarse.

- ¿Quiere su capuchino?

- Si, adiós, aviseme cuando me tenga que reunir con Austin.

La mayor mujer se retiró y yo hize mis tareas de cada día en la empresa, revisar correos, peticiones y pasearme por las plantas revisando a mis empleados. ¡Maldita sea, tenía esa mirada en mis recuerdos cada segundo!

AMARGAMENTE DULCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora