Así seduce Jane García

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Thomas no me soltó en todo el camino de regreso, y al llegar allí tampoco.

-Thomas, ya pasó todo, ¿si?

-¿Y si hay agentes infiltrados? ¿Y si...?

-Chico, no creo que nadie quiera hacerle daño a Jane, es la más poderosa de por aquí- dijo Mel interrumpiéndole.

-Ya ves, soy incluso más fuerte que tú, soy el hombre de la casa- Thomas rió.

-Eso ya lo veríamos, te aviso que hice un par de clases de defensa personal- dijo retándome

-Si no me hubiesen disparado ahora estarías en el suelo, querido.

Sonrió pícaro y me besó.

-Oye, si la mente no me falla, me dijiste que cuando volvieras tratarías de seducirme.

-Verdad, mira, esta noche salimos, y ponte guapo.

-¿¡Más!?- dijo señalando su ropa desgastada, llena de polvo y sangre mía.

-Sí, ambos sabemos que eres capaz de ir con eso a una discoteca- Reímos.

Yo no era especialista en arreglarme, así que opté por llamar a Aida y Sarah para que me ayudaran, al final acabamos haciendo una videollamada

-A ver, muestranos tu armario.

-Chicas, lo más lujoso que me puse estando aquí fue un vestido negro con manga corta que llega hasta después de las rodillas.

-Enseñanoslo.

Les hice caso y saqué el vestido. No era para nada seductor, más bien parecía que era tres tallas más grandes de la que yo utilizaba.

-¿Tienes tijeras, hilo y aguja?- dijo Aida.

-¿Quieres que adapte el vestido?

-No, quiero que te lo cosas a la piel- dijo con sarcasmo.

-Ja-ja, pero te olvidas de que yo no sé coser.

-Si quieres te ayudo- intervino Mel.

Asentí y me despedí de las chicas.

Me puse el vestido y Mel fue adaptándolo a mi figura y haciéndolo más corto, también quitó parte de las mangas haciendo que se convirtieran en tirantes; tenía que cumplir mi promesa de seducir.

-Ya está.

Me miré al espejo y la verdad es que parecía una prostituta.

-Buf... Se va a poner celoso.

-Mejor, eso es lo que mola.

Para acabar dejé mi melena castaña suelta, me puse delineador y rímel en los ojos, y para acabar un rosa clarito en los labios. El vestido lo acompañé con unos botines negros con un poco de tacón.

-Perfecta- me dijo, a lo que le respondí con una sonrisa de complicidad.

-Estaría mejor sin esta venda en el brazo.

Thomas ya me esperaba. Mientras bajaba las escaleras él observaba cada centímetro de mí, estaba maravillado. Cuando acabé de bajarlas, lo primero que hizo fue taparme con sus manos.

-¿Quieres que los hombres de aquí te metan mano, o que?

-Claro, como en el A.P.E hay tantos hombres- dije con sarcasmo y recordándole que el A.P.E era una organización de mujeres.

-Ah, verdad, pero igualmente, si salimos los hombres te mirarán.

-Tenía que seducirte, ¿no? Pues vámonos.

-Ya me has seducido, venga, a dormir.

-No- le cogí de la mano y tiré de él -. Sino esta noche no hay tema.

Bufó resignado. Qué fácil es hacer que un hombre haga lo que quieras.

-Vale, pero, ¿puedes ponerte un chándal?

-No.

-¡Pero te van a mirar mucho!

-Ay que pena- dije sarcásticamente.

Como ir a una discoteca con sus celos y sobre protección era imposible, acabamos yendo a un restaurante, en el cuál casi mata al camarero, según él porque me miraba el escote, ¡para eso está!

-Vaya nochecita me has dado.

-Vamos, admite que te gustan mis celos.

-Me gustan, pero no cuando implica la muerte de alguien.

Se rió y se quitó la ropa quedándose en bóxers.

-Oye, me dijiste no sé que de que, si iba había tema, ¿no?

-Ahora mismo.

¿Destino? Cualquier parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora