Capítulo 23

28 1 0
                                    

      Domingo: día familiar, lo que significa que tengo que pasarme todo el día encerrada en mi casa con mi familia, sin invitar amigas —aunque tampoco tenía ganas de hacerlo—, y lo más importante, sin Harry. Pero hoy era la excepción de todos los domingos aburridos y derrochados que pasé hasta ahora: íbamos a tener una cena familiar con la novia de Nick y su familia, lo que signicaba que Harry vendría a casa.

      Cuando la hora en la que se presentarían se aproximó, corrí a bañarme. Me lavé los dientes, me bañé en perfume y desodorante (literalmente) y, solamente con la ropa interior puesta, comencé a buscar la ropa que me pondría. Elegí un jean ajustado negro con un cuadrado de cuero en las rodilla (mi favorito), una remera manga larga gris con las mangas negras y unas converse bajas negras. El frío acá no era mucho ni constante, por lo cual, estaba disminuyendo. En otoño e invierno, siempre habían dos o tres días de frío y luego estaba solamente fresco.

Bien, reiterando: me sequé el pelo, me peiné y lo dejé suelto, rezando para que no se inflara. Cuando sonó el timbre, bajé corriendo las escaleras lo más rápido que pude para ser yo quien abriera la puerta.

      — ¡Holaaaa! —saludé con una sonrisa, caminando hasta el portón de entrada y buscando la llave correcta para abrirlo.

      Abrí las rejas y dejé que pasaran. Primero entró Anne, que me dio dos besos en la mejilla como saludo; luego Gemma, que repitió la misma acción y por último Harry. Cuando las anteriormente nombradas se perdieron de nuestra vista, me acerqué a Harry para depositar un beso en su mejilla, pero rápidamente volteó la cara, dándome un rápido y casto beso en los labios.

      — ¡Harry! —lo regañé —. ¡Pueden vernos!

      Esbozó una sonrisa tímida.

      Caminé delante de él y nos dirigimos hacia el interior de la casa. Anne y mi mamá salieron al patio con mi papá, que estaba haciendo el asado. Nick y Gemma subieron a la habitación de mi hermano, lo que significaba que estaba sola con Harry.

      —Estamos solos... —dijo levantando las cejas y aproximándose a mí, poniendo sus manos a cada lado de mi cintura.

      Lo besé por muy poco tiempo y puse mis manos sobre las de él, separándolo de mí.

      —Vamos a mi pieza: vamos a estar más tranquilos. Además, ahora subí la Wii ahí.

      —Me saliste picarona, eh —dijo en tono burlón y me tocó la nariz con su dedo juguetonamente.

      Subimos a mi pieza y cerré la puerta.

      —Ahora sí —dije para abalanzarme a sus brazos posteriormente.

      Pasó sus brazos a mi cintura y atrapó mi labio superior. Coloqué mis brazos al rededor de su cuello y correspondí el beso. Seguimos unos minutos más hasta que nos cansamos de estar parados, así que nos recostamos en mi puff para jugar una partida de Mario Kart. Después de las cuatro carreras (cabe decir que Harry ganó), continuamos besándonos un rato más, probando cosas que antes no conocíamos, hasta que nos llamaron a comer.

      —Amber... —me llamó antes que cruzara la puerta. Me di vuelta—. Te quiero.

      «Awwwwwn».

      —Yo también te quiero, Harry. —Lo abracé.

      Era raro pasar de ser amigos a ser algo más de un día para el otro. Harry era diferente a los otros chicos, así que deseaba con todas mis fuerzas que no me lastimara, aunque sabía que no iba a hacerlo, o eso me gustaba pensar.

      Bajamos y fuimos hasta el comedor, donde la mesa estaba servida. Nos ubicamos de la siguiente manera: Mi papá en la punta, mi mamá al lado, después yo, luego Harry, Anne en la otra punta, y Nick y Gemma del otro lado, en frente a nosotros. Mientras que comíamos, Gemma nos daba una mirada cómplice. Ella ya sabía sobre nosotros porque nos vio besándonos en el balcón cuando estaba entrando al edificio. Como ella siempre nos pinchaba sobre cuándo íbamos a estar juntos, decidimos contarle, pero tuvo que prometer no delatarnos. Yo confío en ella, en que va a guardar nuestro secreto y en que nos va a apoyar. Es más, nos obligó a besarnos en frente de ella para luego salir corriendo mientras que chillaba. Sin duda la mejor cuñada.

      Salí del baño y caminé por el pasillo, atándome el cordón de mi short de algodón que utilizo para dormir. Prendí el aire y me acosté en la cama. Agarré el celular y abrí varias aplicaciones. Un mensaje saltó en la pantalla del aparato: «Buenas noches, hermosa. Que duermas bien. Te quiero 😘😘».

      Sonreí como boba, agradeciendo internamente a Dios por haber conocido a Harry y, como consecuencia, tener el mejor novio del mundo —al menos para mí lo era—. «Buenas noches, Bebé. Te quiero 😘❤. Besos 💋», tecleé.

      « ¿Qué mierda tengo con “Bebé”? »

      Harry: Es mejor que vaya yo y me los des.

      «¡Oh, Dios mío!

      »¡Aaaaaaahhhhhh!».

      Amber: Por mí ningún problema. Te espero. 😉

      Al no recibir más mensajes, conecté el cargador al celular y lo dejé en mi mesita de luz. Me acomodé en la cama y cerré los ojos. Unos minutos después, ya me encontraba dormida.

      Estábamos paradas en frente de la escalera que se usa para subir a la biblioteca, charlando sobre nuestros tontos temas triviales. Luke, el chico que le gusta a Maddie, —habían salido anteriormente, en mayo, y yo corté con él porque Maddie me pidió, ya que él llevó a su mejor amiga al Bautismo y no le dio bola a ella, siendo la novia —se acercó a nosotras y se paró en frente de ella. Con su tono de voz y su pose de «Me Chupa un Huevo Todo», habló:

      —Eu, Maddie, quién te gusta? —Nos miramos furtivamente.

      —Nadie —mintió.

      Así sin más, giró sobre su eje y se alejó, pero no tanto como para darse vuelta y darnos una extraña mirada tipo: « ¡¿Qué mierda?! » al escucharnos gritar y chillar como dos típicas adolescentes en las películas. Él no fue el único que se dio vuelta a mirarnos, aunque es obvio, no todos los días se ve gritar a dos locas retrasadas en medio del patio del colegio en un recreo.

Notas » Harry Styles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora