Audrey
Llegó con un cuadro más que de costumbre, se acercó a mí, no mucho, pero sí lo suficiente para dejar el cuadro cerca de mí. No podía ver qué era lo que estaba pintado, ya que el cuadro estaba cubierto por un trozo de tela blanca.
- Es un regalo para ti. Espero que te guste. - Dijo él. Agarré el cuadro y quité el trozo de tela.
Era yo. Me pintó, sentada debajo del árbol y con un libro en las manos, parecía que estaba leyendo.
Me gustó. Me encantó.
Tenía ganas de darle las gracias, pero hablar con extraños me ponía nerviosa. Y como la cobarde que soy, salí corriendo.