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A partir de esa noche, pude abrazarte cada vez que quería. Comenzamos a hablar todo el tiempo. Reías con frecuencia, y eso me hacía muy feliz.

Y es que, chica de la cornisa ¿acaso comenzabas a sentir lo mismo que yo por ti?


La chica de la cornisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora