Las alas de la mariposa

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  Un súbito escalofrío se apoderó de mí esa noche luego de que me dijese aquello; cada uno persibe la vida de distintas formas, un acontecimiento puede cambiar nuestra forma de pensar y de actuar, sin embargo es un poco aterrador ver como un pensamiento es la base de toda la  verdad que escojamos creer.

No pude darle consuelo; no tenía la respuesta a su inquietud, incluso no podría contestarme esa pregunta a mí  mismo. Estaba algo desesperado, me quedé en silencio tratando de luchar consigo mismo. No podía ayudarlo, no lo hice cuando nos conocimos y ahora no era tan diferente; a pesar de que había estudiado por largos años para esto me sentía inútil, estaba junto al problema pero no sabía si se resolvería.

Él me miró un tanto desconcertado, y luego bajó su cabeza para seguir jugando con sus dedos,    -Una vez encontré un capullo cerca de mi casa- comentó luego de un largo suspiro. -Sabía que pronto saldría una mariposa de ahí; así que con todas las ansias esperaba su metamorfosis. Cada que pasaba por allí lo ojeaba sigilosamente por si veía algún progreso, pero como no lo conseguía, volvía triste a casa. Una mañana de abril me levanté temprano, quería revisar el capullo como usualmente lo hacía, así que me amarré los zapatos rápidamente y corrí hacia donde estaba. Bajé sin precaución las escaleras y salí por la puerta principal sin decirle nada a mi madre, ya que ella estaba enterada de lo que yo esperaba ver con tanto esmero. Para mi sorpresa el mencionado capullo estaba lleno de diminutos hoyos donde se podía ver claramente una mariposa tratando de escapar de su sofocante encierro. Me apresuré hacia ella y con una pequeña rama golpeé suavemente la envoltura; mis intenciones eran las mejores, no quería que sufriese , no quería verla sofocada; sin embargo aquella hermosa mariposa murió no  mucho después de aquello. Su gran prueba en la vida era derrumbar ese capullo, ya que si lo hacía sus alas se fortalecerían y podría cumplir su misión...-. Al terminar con su historia levantó su cabeza y me miró fijamente

-Yo soy esa mariposa ahora- dijo con una voz quebradiza, hizo una pausa y continuó, - Y tú eres aquel pequeño niño curioso; sé que tienes buenas intenciones, las mejores en realidad, sin embargo sé que mi propio capullo es el cáncer y no hay mucha probabilidad de que lo pueda desmoronar, así que no quiero que intentes romperlo por mí, haces lo mejor que puedes pero no quiero que te culpes toda tu vida si yo fuese a perder la mía. Es como si tomaras aquella pequeña rama y trataras de romper el capullo con todas tus fuerzas; pero éste no se desmorona, sino soy yo el que no aguanta verte de ese modo-. 

Terminó de hablar y el silencio invadió aquel cuarto. Tan siquiera había notado que él sabía lo desesperado que yo me sentía al querer curarlo de alguna forma posible, no me había concentrado en lo que él pensaba al respecto, yo no era un simple doctor para él; sino su mejor amigo. 

Los ojos se me inundaron de lágrimas, no pude decir nada; no tenía una sola palabra que quisiera agregar así que me acerqué a él y lo abracé fuertemente. Esa triste sensación que se embarcaba en mi pecho la había sentido hace años atrás, sabía lo que pasaría, sabía que era una despedida; sin embargo mis sentimientos se desbordaron antes de que abriese la boca y dijera "Lo siento"...

Desde el OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora