Como una hoja seca traída por una ligera brisa de otoño era él; un pequeño esplendor que dejaba una gran conformidad para nuestros adentros, sin embargo fue pasajero y a diferencia de lo primero, mucho más doloroso. La vida cuelga de un fino hilo, el cual puede romperse si no tenemos jurisdicción. Algún día nos atormentará si no lo hemos asimilado; no obstante otras personas lo mencionan como un destino inevitable y preescrito al que llegaremos sin lugar a dudas. El ángulo en que fue visto mejoró la reacción, pudo aligerar la carga y hasta mejorar el ambiente; al principio no quiso tomarlo para bien, sin embargo entendió el propósito y se tranquilizó antes de que su alma decidiera escabullirse silenciosamente. Su último aliento no fue desesperado ni doloroso; al contrario, se sintió como si la diminuta hoja seca entrase al cuarto y volviese a salir, como si fuese esa su función escrita desde un principio. Aquella hoja, quién pensó que solo había dado un paseo por esta vida, no se imaginó que había quedado impregnada en el corazón de todas las personas que estábamos en aquel cuarto.
Ese preciso momento fue relajado, sin embargo sus parientes que se encontraban allí reunidos empezaron a sacar todo el sentimiento que tenían acumulado; y eso empezó a hacerme sentir débil ante la situación.
Logré salir de aquella sofocante habitación, luego de que los sollozos a mi alrededor intentasen robarme el aliento. Empecé a caminar por los pasillos hasta que logré dejar caer mi cuerpo en uno de los asientos de espera. La respiración empezaba a dificultarse y las lágrimas hicieron su aparición; mi mejor amigo había fallecido y ellas lo sabían.
Aquella fue una larga y dolorosa noche, mi pecho se encogía al punto de querer succionarme y mis ojos a hincharse cada vez más. Múltiples recuerdos inundaron mi cabeza, no podía creer que todo eso quedaría solamente como una memoria a la que acudiría cuando quisiese ver su rostro de nuevo. Las intensas imágenes aparecieron hasta que mi consciencia se diera por vencida.
Desperté aturdido de la noche anterior, ese día era su funeral y eso me hizo sentir un aire mucho más espeso. Me levanté con cuidado de aquella banca, ya que la espalda y mis pensamientos me oprimían en ese aspecto. Tomé mi frente con una mano y caminé desorientado por el hospital hasta llegar a mi auto. Las voces se escuchaban distantes, los pasos de las personas eran como un eco que retumbaba en mi cabeza. Antes de que abriese la puerta de mi auto sentí una mano en mi hombro, la cual hizo que me detuviese por completo.
"¿estás bien?" logré entender como si fuese una voz lejana, sin embargo logré decifrar que se trataba de Carl así que me volteé para pedirle mi ayuda. No dije una sola palabra, pero sin dudas él me entendió y me llevó hasta mi casa sin preguntar nada. Me cuidó y alimentó antes de irse, así que aproveché para tomar una ducha ya que si me recostaba de nuevo, no sabría si me levantaría ésta vez.
Dejé caer el agua en mi espalda y cerré mis ojos para intentar relajarme un poco; la sangre empezó a circular con más fluidez y mis músculos a destensarse. Salí de la ducha luego de más de una hora, me puse el traje obscuro el cual no pensé que lo usaría tan pronto esta vez y me dirigí hacia aquel indeseable funeral.
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Desde el Otoño
Teen Fiction¿Podrá ser algo más desesperante, que pensar en el suicidio como una opción? Leo siempre quiso abandonarlo todo; sin embargo una persona lo hace cambiar de parecer. Descubrir el propósito de la vida nunca ha sido algo particularmente fácil. "Desde e...