"Nana"

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  La cabeza me empezó a dar vueltas, recuerdos tras otros se colaban en mi memoria; cosas que no quisiera haber escuchado jamás. La primera imagen que tuve fue a Henry en mi cabeza; el recuerdo era borroso ya que habían pasado varios años desde entonces. Sus labios se movían tratando de decir algo pero mi cerebro aún se negaba a corresponder a su comentario, no estaba preparado para escuchar aquello. Mi respiración empezó a dificultarse; y mi pecho a estrujarse cada vez más. De fondo se escuchaba a Lizie tratando de ayudar; sin embargo quería averiguar lo que él me había dicho en ese momento, así que le hice un gesto de que no se preocupara.

Con todas mis fuerzas cerré mis ojos y repetí la escena una y otra vez, pero con fracaso volvía a terminar. No quería rendirme, parecía algo realmente importante así que me limité a solamente leerle los labios

  "Nana..." Fue casi la única palabra que pude decifrar de su boca. Esa sencilla expresión bastó para poder armar el rompecabezas; el cual desearía no haber unido nunca. Hubiese preferido dejar las piezas en un rincón y alegrarme de tan solo tenerlas, que unirlas y ver la horrenda imagen que se estaba formando frente a mí. Mi corazón empezó a latir muy fuerte, tanto que pensé que colapsaría en cualquier instante; empecé a sentirme fuera de sí, completamente desconcertado. Giré despacio y dirigí mi mirada directamente a la de Lizie

  -¿Eres aquella Nana?- Le pregunté, deseando estar equivocado. Mi duda provocó que ella se hechara para atrás, frunciendo el ceño como si no hubiese entendido mi interrogante, así que la planteé de forma distinta

  - ... ¿Eres la Nana que le cantaba a Henry hace unos años, y estaba enferma?, ¿Aquella misma que solía escaparse del hospital porque la agobiaba estar encerrada?- dije con una voz quebradiza, tratando con todas mis fuerzas por no terminar desmoronándome por completo.

Sus ojos parecieron abrirse de par en par muy sorprendidos, y a la vez se enrojecieron al cambiar de dirección.  Su amañado cabello le cubría el rostro y sus dedos empezaron a inquietarse; noté que luchaba consigo misma por darme una explicación, pero solo una cosa pudo salir de sus delgados labios

-Lo siento...- expresó con una voz apenas audible; luego tomó su bolso gris y se alejó rápidamente desapareciendo entre aquellos enormes árboles, tan siquiera dándome una justificación.

La rabia se apoderó de mí al recordar que Henry había mencionado que ella estaba realmente enferma. "No puede ser cierto..." trataba de convencerme a mí mismo mientras apretaba mis nudillos con toda la fuerza y enojo que guardaba. "Una persona... déjame solo a una persona" le gritaba al cielo en forma de súplica. No sabía a qué o a quién suplicarle que me ayudara; sentía toda la carga encima y eso me hacía temblar de pavor. No sabía que hacer, no sabía si sería capaz de sobrellevar las cosas de ahora en adelante...

Desde el OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora