Capítulo 13: No dudes más

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Capítulo 13: No dudes más

Es raro pensar que cuando decidí venir a Inglaterra, pensaba en viajar, conocer una nueva cultura, aprender a ser independiente y, entre otras cosas, encontrar mi verdadero yo. Nunca pensé que me iba a pasar algo así, caerme a una fuente y encontrar al chico de mis sueños. Nunca pensé que me iba a enamorar, que iba a pensar en un chico, el chico más tierno que he conocido en mi vida, día y noche, sin dar un respiro, pero sobretodo, pensar en sus ojos verdes, esos ojos salvajes e infinitos.

Pero nunca, nunca, absolutamente jamás pensé que iba a ser capaz de esto, lo que estoy haciendo en este mismo momento. No sé muy bien cómo, pero por suerte, he podido mantener a raya mis arcadas, gracias a Dios, he podido mantener mi cara de póker, e incluso he sido capaz de soltar unos cuantos -"Esto está delicioso Señora Montgomery"-. Se preguntarán qué es, qué es esto tan repugnante que estoy comiendo. La verdad es que no lo tengo muy claro, pero huele peor que los calcetines de mi hermano luego de un partido de rugby. Incluso huele peor, y ya es decir mucho, que mi casa cuando se rebalsó el alcantarillado. ¿Cómo es esto posible? Creo que se llama "pastel de carne" y según yo, está hecho de hígado e interiores del pollo, todo molido y caliente, bien compacto en un molde. Personalmente me estoy muriendo, no sólo no me gusta nada, sino que ¡soy vegetariana! ¿Qué hago yo comiéndome esta abominación? Bueno, puede que esté exagerando, pero no tanto. Todo partió así....

-"Así que.. ¿Cuál era tu nombre querida?"-

-"Gean Stoke"- contesté, algo nerviosa ante la penetrante mirada de la señora Montgomery. Debo admitir que me la imaginaba muy distinta. La nariz con verrugas estaba reemplazada por una delicada nariz respingada, el pelo negro pajoso era castaño oscuro, recogido en un moño súper prolijo. Sus ojos no estaban enmarcados por moradas ojeras como me imaginaba, al contrario, sus ojos eran como los de Theo, tan verdes que daban vértigo. Era en realidad muy bonita, y pese a que debía tener unos 50 años, se veía joven y en forma.

Sentí su mirada fija en nuestras manos entrelazadas, y rápidamente solté la mano de Theo, fue un acto reflejo, pero al parecer a él no le gustó, ya que inmediatamente volvió a tomármela. Seguimos caminando por un luminoso corredor, hasta llegar al comedor. El padre de Theo ya estaba sentado, y nos saludó cordialmente con una inclinación de cabeza. Ni siquiera se molestó en mirarnos, simplemente siguió comiendo. Miré a Theo, preguntándole con la mirada qué debía hacer a continuación. Él me sonrió como dándome ánimos y me señaló una silla. Me senté y el se sentó a mi lado. Era un poco cómico, la mesa debía medir aproximadamente unos 8 metros de largo, y en un extremo estaban los padres de Theo y en otro él y yo. Apenas podíamos conversar con los padres, ya que eso significaba levantar demasiado la voz, lo que me pareció un tanto descortés. Tampoco conversé con mi amado, estábamos los dos demasiado nerviosos como para emitir algún sonido.

Luego de lo que me parecieron horas de espera y silencio incómodo, llegó la mucama con dos bandejas enormes. Nos sirvió a cada uno un plato con ensalada, la cual estaba bastante rica. Una vez que terminamos, volvió a aparecer la mucama, esta vez con dos bandejas llenas de mi peor pesadilla, algo así como pastel de carne. Theo me miró, perplejo. Yo simplemente me quedé ahí, tiesa, inexpresiva, hasta que las náuseas me vencieron y tuve que toser para pasar desapercibida. Pero para sorpresa mía, sin pensármelo dos veces, me metí un bocado a la boca. Mala suerte, fue demasiado grande, tuve que hacer como que me limpiaba la boca y dejé la mitad de lo que estaba masticando en la servilleta. Asqueroso, lo sé, pero no se me ocurrió nada más. En todo caso, los padres de Theo no se iban a dar cuenta porque estaban muy lejos. Cuando ya llevaba más de la mitad, y estaba segura de que no podría comer ni un pedazo más, miré a Theo, suplicándole que hiciera algo. Él no dijo ni hizo nada. Me quería morir, ponerme a llorar ahí mismo, no soportaba esa situación ni un segundo más. De la nada, Theo "accidentalmente" volcó su vaso sobre la mesa, mojándonos a los dos. Yo me paré enseguida, aprovechando la situación, él también se levantó, y luego de decir que lo sentía unas mil veces, empezó a secarme con el mantel, pero en eso, los dos platos cayeron al suelo. El silencio era tal que se podía escuchar el tic tac del reloj de la pieza contigua. Los dos miramos a sus padres con cara de miedo, pero antes de que alguno de los dos dijera algo, el padre de Theo se levantó de la mesa, lo agarró del hombro y se lo llevó. Me quedé a solas con su madre, y muerta de miedo empecé a recoger los pedazos de plato rotos del suelo.

Tras sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora