Connor

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-Bueno...

-Ejem...

-¿Qué tal el día?- pregunto.

-Bien...

-¿Te vienes a comer conmigo?- ya lo he soltado.

Con Troye es difícil empezar una conversación. No es que sea tímido, es muy amigable de hecho, pero es el típico chico al que le cuesta empezar a hablar.

-¿Qué?

-Que... eh... si quieres... comer conmigo.

-Esto... Se lo pregunto a mis padres, ¿vale?

-Vale.

¡Bien! Ya tengo una "cita".

A ver, esto es muy extraño, ¿no? 

A mí el... pues me gusta... Y claro, he pensado en invitarle a tomar algo...

Lo que pasa es que cada vez que lo intento viene ese...
espécimen... llamado Tyler.

No hay un sólo día en el que no le vea venir con una sonrisa y un alago para Troye.

Y al principio pensé que me podría acostumbrar, pero me he dado cuenta que eso de "compartir" no lo llevo en la sangre.

-Ya se lo he puesto por whatsapp.

-Vale. Cuéntame algo.

-¿Un cuento?

-No seas bobo, anda. Digo algo que te haya pasado hoy.

-Hahaha ya... déjame pensar...

Mientras me cuenta su día, yo conduzco al mejor sitio que conozco para comer.

Casi hemos llegado. Que extraño que Troye no diga nada tipo "por aquí no se va a mi casa" o "te has equivocado de ruta" etc.

Está contándome una cosa que le ha pasado en clase.

-Y, entonces, coge y me suelta... eh... esto...

-¿Sí? ¿Qué pasa?

-Connor...

-Dime.

-Esto no es exactamente mi casa...

Mucho estaba tardando.

-Claro, ¿no te he dicho que te invito a comer?

-Pero si no traigo dinero... creía que íbamos a pasar por mi casa antes...

-No lo necesitas, pago yo.

-Errr...

-No importa, en serio.

-Pero...

-Chsss...-pongo un dedo en su boca- no te quejes. Ya te he dicho que no es molestia.

-Bueno, vale- acepta al tiempo que baja la cabeza y se tapa sutilmente las mejillas, llevándose las manos a la cara.

Me encanta cuando se sonroja, pero casi nunca le veo claramente, le da tanta vergüenza...

-Espérame sentado un momento, ¿vale?

-Sí, sí...- continúa mirándose los pies.

Rodeo el coche y le abro la puerta. Extiendo mi mano para ayudarle a levantarse.

No la ve, sigue con la cabeza gacha.

Se levanta y me mira.

-Gracias- dice, recuperándose.

-No hay por qué darlas.

Me acerco al local, y pido una mesa para dos.

-Lo siento, va con reserva.

Mi Peor PesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora