La propuesta

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SOFI

El fin de semana se había pasado volando. La resaca me duró más de lo que tenía pensado. El sábado me tiré todo el día tomando aspirinas. Creo que me pasé bebiendo en el botellón que hicimos el viernes. Todavía tenía el sabor tan agrio de las aspirinas que había comprado mi madre. El domingo, por suerte, estaba mejor. Aunque desgraciadamente tuve que estudiar durante todo el día, ya que, a pesar de estar en Noviembre y los examenes de fin de trimestre no empezaban hasta Diciembre, todos mis profesores se habían compinchado para llenarme esa semana de examenes. Ya sé que soy la chica popular, pero este es mi penúltimo año y no pienso arriesgarme a quedarme aquí otro estúpido año. Eso de repetir no va conmigo.

Además quien dice que no tengo planes de futuro. Quiero sacarme una carrera, para ser más concretos la de medicina. Quiero ser pediatra y mi madre está muy ilusionada que me quiera dedicar a eso. Pediatría mezcla las cosas que más me gustan: la medicina y los niños. Tengo muy decidido tener hijos. Aunque tenga que adoptarlos. Lo sé que para los diecisiete años que tengo es un poco pronto y, a la vez, un poco locura pensar en formar una familia y esas cosas, pero es que soy un poco apasionada a vivir.

Lo peor de ser quien soy, es que no comparto ninguno de estos pensamientos con alguien de mi entorno, exceptuando a mi madre. Para mantener una buena reputación estas cosas no se sacan a la luz, por lo menos es lo que yo pienso. Una chica como yo: arpía, guapa, popular, pija e incluso malvada no puede andarse con esas cursiladas. Aunque en esos planes de futuro entra también Sam.

Os preguntareis el por qué quiero ser así. Muy fácil. Me gusta hacerme respetar y que me traten como una reina. Me gusta ser el centro de atención de todo ser vivo que va al instituto. Y para conseguir todo eso tengo que dejar a un lado esta parte de mí.

Llegué al instituto con tiempo de sobra. Como siempre, iba sola. No me gustaba que mi séquito, por llamarlo de alguna manera, me molestara desde esas horas tan tempranas de la mañana. Entré por la entrada de afuera y en el patio delantero no había nadie. El patio delantero del instituto, donde se encontraba la entrada, era muy extenso. A mi derecha estaba el aparcamiento donde los profesores guardaban sus coches y a mi izquierda estaba cubierto por césped, la cual ahora está cubierta por nieve.

La puerta para entrar al edificio estaba en el medio. Cuando entré por la puerta derrepente la gente se volteó hacia mi. Estaba acostumbrada a eso, pero en esa ocasión las miradas eran totalmente distintas y los cuchicheos eran más bajos de lo normal, por tanto no pude oir a que se debía todo esto. Pasé de largo y entonces vi un grupo lleno de chicas hormonadas que rodeaban a su "dios". Me acerqué y todas me dejaron pasar a besar a su "dios", Sam. La verdad es que era la envidia de todo el instituto por tener la suerte de salir con él.

Cuando me separé de él sonó el timbre y eso solo significaba que desgraciadamente tendría que entrar en clase. Sam no me acompañó, ya que tenía un examén muy importante y tenía que repasar antes de que llegase el profesor. En resumen: me dejó sola con mi séquito de hormonadas.

Terminamos la primera hora. ¡Bien una menos para lo que queda de día! La verdad es que no me enteré mucho de la clase de... ¿Qué era? ¿Matemáticas? ¿Biología? ¿Lengua? Ni idea. Estaba muy ocupada con mis pellejos de las uñas. No los soporto.

Me quedé en mi asiento. Estaba tan cansada que no me apetecía levantarme. Miré por la clase. Todos estaban levantados y en grupos. Todos menos el empolloncito de clase. Estaba solo en su sitio preparándose para la siguiente clase. Me daba un poco de pena. Apenas tenía amigos. Creo que se juntaba con un grupo muy reducido de personas que tenían etiqueta de ser bichos raros. Pero esa pena se esfumó cuando recordé la discusión que tuve con su primo horas antes del botellón.

Mi Romeo con acnéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora