Conocí a este hombre durante mis viajes. Olvide preguntar su nombre pero los lugareños le apodaban simplemente como «El loco del espejo». Cada mañana aquel hombre se levantaba muy temprano. Se aseaba, vestía y desayunaba de la misma forma en que lo hacia cualquier otra persona. Al terminar esta rutina dejaba atrás su pequeña choza para adentrarse en el bosque. Tras andar un par de metros se detenía frente a un viejo espejo abandonado al pie de un gran roble. Lo que ocurría entonces es la razón por la que se había ganado el apodo de «El loco del espejo»
El día en que lo conocí se encontraba precisamente en esta situación. Estaba parado en solitario frente al espejo discutiendo acaloradamente. Vestía un traje morado de terciopelo con un bombín a juego y una camisa satinada de color verde limón. Además de un pequeño moño rojo a modo de corbata. Si el atuendo de por si era extraño resultaba aún más inusual considerando la época del año. Aquella era una cálida tarde de verano y el sol estaba a su máximo esplendor. No es de extrañarse que el hombre debajo de aquel peculiar atuendo estuviese empapado en sudor.
Al percatarme de tan colorido personaje no pude contener mi curiosidad y me acerque cautelosamente. Estaba listo para entablar conversación con él e inclusive creó haberle saludado. Sin embargo el loco del espejo se hallaba exhortó en su labor.
— Mira ese traje tan ridículo — Dijo de manera burlona.
— ¿Disculpa? — Respondí confundido
— Aquel hombre al otro lado de la ventana es mi vecino. Su casa está frente a la mía y sin embargo nunca sale de ella para saludarme. Aunque a menudo se asoma por esta ventana. Es un entrometido. Pero eso no es lo importante. Mírelo con detenimiento ¿No cree que lleva puesto un traje ridículo?
Me mantuve en silencio tratando de asimilar la situación. El extraño personaje no parecia darse cuenta de que aquello que el llamaba «vecino» no era otra cosa que su propio reflejo. Y aquel traje ridiculo del que se burlaba era justamente el que llevaba puesto. Tras unos segundos de silencio el hombre se percató de mi incomodidad
— Descuide, podemos hablar con libertad — Golpeo con la palma el espejo — Este vidrio es bastante grueso. No puede escucharnos al otro lado.
El hombre se quedó mirando el espejo y tras pensarlo un momento bajo el tono de su voz. Casi como si no estuviera del todo seguro de su última afirmación
— Ese traje morado es sumamente anticuado — Continuó habiendo recuperado su actitud desinhibida — La moda actual rige el uso del color púrpura. Así como este hermoso modelo.
Sacudió vigorosamente su saco y se giró nuevamente en mi dirección. Ambos sacos eran exactamente iguales. Se trataba despues de todo de un simple reflejo y no de una prenda real. Pero de alguna forma el loco del espejo se habia convencido de que eran distintos. ¿Es si quiera el purpura un color distinto al morado?
— Además ese sombrero claramente es una imitación.
Se quitó el bombín y lo puso en mi mano.
— Puede sentir la calidad con solo tocarlo.
Señalo nuevamente el espejo.
— El bombín que lleva puesto mi vecino el día de hoy es claramente de una calidad inferior. Después de todo no cualquier persona puede costearse un sombrero como este.
No supe que contestar y me mantuve en silencio pero el loco del espejo no pareció inmutarse por esto y continuó la conversación sin esperar respuesta alguna de mi parte.
— Sabe, no es una cuestión de dinero — Dijo con un tono más altivo — Aun si mi vecino pudiese comprar un traje de este calidad le sería imposible llevarlo con el porte adecuado. Especialmente con ese cuerpo tan escuálido propio de la clase baja.
Me miro con detenimiento y su expresión cambio. Se notaba molesto por un recuerdo pasajero. Se acercó a y dijo en voz baja
— ¿Sabe cuál es la peor parte?
Se volteó discretamente hacia el espejo como vigilando que el hombre al otro lado no estuviera escuchando.
— la peor parte es que mi vecino nunca se calla. Siempre está presumiendo aquello de lo que carece. Pero cuando algo se tiene no es necesario presumirlo. ¿No cree?
Respondí por primera vez durante toda la conversación.
— Tiene usted toda la razón.
— Por supuesto — Respondió de manera altiva — Desafortunadamente no todas las personas son tan humildes como deberían.
No espero por mi respuesta esta vez. Algo le llamo la atención. El hombre al otro lado del espejo se había percatado de su presencia y ahora lo miraba directamente a los ojos. O almenos eso es lo que mi caricaturesco amigo creyo ver. El loco del espejo sonrio e hizo una reverencia. Su reflejo por su puesto le devolvio la cortecia. Provocando asi que ambos entraran en un bucle sin fin de cumplidos. Después de unos minutos el loco del espejo agoto su paciencia y se volteó nuevamente hacia mí.
— Descuide — Dijo confiado — Estoy seguro de que no pudo escucharnos. Sin embargo será mejor que me retire.
Se despidió vigorosamente y se giró una vez más hacia el espejo antes de volver a su choza.
— Amigo siga mi consejo — Me dijo antes de cerrar la puerta tras de si — Evite ser como mi vecino. Las personas como el son sumamente odiosas.
Asentí con la cabeza y estuve dispuesto a seguir su consejo. Resulta estupido criticar a tu propio reflejo.
ESTÁS LEYENDO
La sociedad de las mulas y otras fábulas
Short StoryBreve compendio de fábulas y otras historias cortas que exploran diversos aspectos de la sociedad.