Desperté. Me levanté, fui a darme una ducha y me arreglé un poco.
Bajé a la cocina y pensé en desayunar algo, aunque no tenía hambre. Fui al baño a cepillarme los dientes, luego fui por mi bolso, tomé las llaves del auto y salí de mi casa. Comencé a manejar, ¿a dónde me dirigía? A mi apestoso empleo.
Llegué hasta ahí, estacioné mi coche y me dirigí hasta la entrada trasera del local, tomé mi delantal y mi gorra, lo mismo de siempre. Fui hasta el mostrador, donde se encontraban mis compañeras de trabajo.
-Hola chicas-. Musité, ya resignada de estar en ese horrible lugar.
-Hola mejillas-. Contestaron todas al mismo tiempo. Sí. Mi apodo era "mejillas", ¿por qué? porque mis mejillas son regordetas, me encanta que me llamen así.
-Buenos días-. Se escuchó la voz de un chico alto, con cara de mujer. Bastante guapo, por cierto. Llevaba una camisa roja con cuadros negros, una chaqueta de cuero encima, unos pantalones de mezclilla negros y unos vans del mismo color. También llevaba unos lentes de sol, mismos que se quitó cuando llegó al mostrador al mismo tiempo que sonrió. Tenía una sonrisa malditamente hermosa.
-Buenos días, ¿puedo atenderle?-. Dije una vez que terminé de admirarlo.
-Claro, un helado de menta por favor-. Su mirada se encontró con la mía, pero rápidamente asentí a lo que dijo y bajé la mirada hacia el ordenador. Estuve un par de segundos registrando a orden y luego de cobrarle y darle el recibo, fui a preparar la orden.
-Es un sueño, ¿verdad?-. Me susurró Camila cuando me encontraba colocando el helado en el barquillo, yo sólo solté una pequeña risa y terminé de llenar la galleta.
-Que lo disfrutes, buen día-. Estiré mi brazo para darle la orden al chico, el lo tomó y sonrió de nuevo. Diablos.
-Gracias, mejillas-. Pronunció antes de guiñarme un ojo y darse la vuelta, para caminar hacia la salida. Las chicas me veían, y yo sólo me quedé ahí parada, sonriéndole a la puerta.
El día continuó igual que siempre, cansado y aburrido. Al final de la jornada, las chichas y yo fuimos a cenar, luego de ahí fui directo a mi casa, a donde llegué a dormí directamente.
No podía dejar de pensar en él.
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El precio de amar.
Romance¿Quién no se ha llevado una decepción con alguien que ama? ¿Quién no ha sido engañado alguna vez? ¿Quién no ha tenido que derramar lágrimas?, o lo que es peor derramarlas hacia dentro, sin que nadie lo sepa. Copyright: All Rights Reserved.0