98. Apuestas y promesas II

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—Hola preciosa—dijo la inconfundible voz de Dallas detrás mío. Rodé los ojos y evité mirarlo a los ojos. Seguí mi camino sin apuro, rogando quitarmelo de encima. Pero Cameron es alguien persistente. No había ganado su reputación así porque sí. Su mano se deslizó en la mía de improvisto. La quité apenas sentí sus dedos queriendo entrelazarse con los míos.

—¿Que crees que haces?—dije entre dientes.

—¿Que es ilegal tomarle la mano a una preciosura cómo tú?—sonrió descaradamente y alzó una ceja. 

—Ahorratelo, Dallas—bufé exasperada.

—Recuerdas que tengo una apuesta que cumplir, ¿cierto?—se paró delante mío y sus manos tomaron mis caderas, acercandolas a las suyas suavemente—Ya quiero oírte gritar mi nombre. Me pregunto cómo sonará con esa voz sexy que tienes.

—Creo que te quedarás con la duda—tiré y me zafé de su agarre, entrando finalmente a clase. ¿Quien se creía que era? 

(...)

Para la próxima clase, mi mejor amiga le cedió su lugar a Dallas, permitiendole sentarse a mi lado durante dos horas de corrido. Que gran amiga la mía. Hice por supuesto mi mejor esfuerzo por ignorarlo, pero se la pasaba mirandome, tomandome la mano o rozando alguna parte de su cuerpo con el mío.

—¡¿Quieres detenerte?!—susurré/grité quitando su mano de mi muslo por enésima vez—Eres insoportable.

—Amo cuando te enojas—dijo él, divertido. Se inclinó hacia mi lado y comenzó a jugar con mi cabello—Y también amo tu cabello.

—Y yo amaría que me dejaras en paz—gruñí.

—Yo amaría...—dijo, pero tapé su boca.

—No. Sé que dirás alguna obsenidad—seguí escribiendo, intentando concentrarme en mi lectura

—En serio disfrutas mi compañía, ¿cierto?—dijo él, arrogante y molesto cómo siempre.

—¿Por que dices eso?—lo miré, enarqueando mis cejas.

—Porque ambos sabemos que no me iré hasta cumplir mi promesa contigo.

—Ah, ¿ahora es una promesa?—miré al pizarrón nuevamente. Él se alzó de hombros y prosiguió a acariciar mi muslo nuevamente. Cerré mis ojos y respiré profundamente. Me irritaba su actitud. No podía entender cómo las chicas caían por él tan rápido. Tampoco cómo era que "esto" era atractivo. 

—¿Que talle de brasier tienes?—susurró cerca de mi oído.

—No seas más idiota—espeté.

—Uy, heriste mis sentimientos—gruñó restando su espalda contra el respado de su silla. Lo miré brevemente y él sonrió altaneramente—Luego ajusto cuentas contigo—dijo guiñandome. Dicho esto, se irguió en su asiento y por el resto de la clase, no volvió a mirarme.

¿A que se refería con ajustar cuentas?

¿A que se refería con ajustar cuentas?

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Cameron Dallas Imagines IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora