119. La purga - Parte 3

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Permanecí en la habitación, con la sombra del miedo latente detrás de mí y la angustia al darme cuenta que era la única restante de mi familia. Abracé mis piernas, sentada en el frío piso junto a la cama, sosteniendo el arma con el dedo cercano al gatillo. Enjugué un par de lágrimas y sorbí por la nariz.

Estaba harta de llorar, de vivir con miedo.

Harta de vivir.

Alcé la cabeza y observé el arma con la mirada perdida. La giré y contemplé el agujero del frente de la pistola. Un balazo y se acabaría todo. Levanté el arma un poco más, a la altura de mi pecho. Se acabaría el dolor. El miedo.
Todo.

Apoyé la fría arma bajo mi mentón y mi corazón se aceleró. Mis manos comenzaron a sudar. Mi dedo índice tembló, dudoso de colocarse delante del gatillo. Cerré los ojos y el dedo índice tomó su posición. Apreté aún más el arma contra mi piel, tensando la mandíbula y alterando mi respiración. Lagrimas comenzaron a brotar nuevamente, quemando levemente mis ojos.

Y exhalando fugazmente, alejé el arma y la tendí sobre el piso.

Oculté mi rostro nuevamente entre mis piernas, prestándole total atención a mi respiración, lentamente retornándose normal. Me sentía débil. No sabía cuanto tiempo había pasado desde que el desconocido se había ido. Dijo que volvería, pero dudaba acerca de las razones. Y de como se desacera de sus compañeros.
Me pregunté que se sentiría el purgar. El arrebatarle la vida a alguien. Quebrar el espíritu y llevarlo al borde de la desesperación. ¿Será adictivo el asesinar? ¿será que al iniciar, uno no puede detenerse? La curiosidad me rebasó de preguntas que no lograría responder. Y antes de empeorarlo, me detuve.

Un golpe proveniente del frente de la casa me asustó. Me recosté boca abajo, no sin antes tomar el arma y pegarla bajo el firme sostén de mi mano y ocultándola debajo de mi pecho. Los pasos se hicieron más concisos conforme se acercaban. Pude oír el inconfundible sonido del cristal resquebrajarse y del destrabe del seguro de un arma.

Y cuando el chirrido de la puerta cortó el breve espacio de silencio, cerré mis ojos. Un 'click' se oyó junto a mis pies. Dos pasos más y sentí cómo pateaban mi pierna, en busca de una reacción. Patearon una segunda vez, cerca de mi torso y permanecí inmóvil.

— ¡Oye!— exclamó una voz, seguida de unos tres disparos y un ahogado gemido. Al caer el cuerpo, me giré y me senté de cuclillas torpemente, apuntando con el arma hacia la puerta. Mis ojos se abrieron cómo cuentas al ver el rostro del tal Cameron— ¡Woah!— exclamó éste, alzando las manos e inclinándose levemente hacia abajo, evadiendo la mira de mi pistola. Mi mirada se posó en el segundo cuerpo inerte del otro lado de la habitación y separé los labios, dejando salir un débil suspiro— Lo vi entrar de camino hacia aquí...— dijo el chico, dirigiéndose al cuerpo y buscándole pulso. Acto seguido, se me acercó, dedicándome una pequeña sonrisa— ¿Te encuentras bien?

Su pregunta me alteró más de lo que quería. Lo miré a los ojos, mi labio inferior temblando. Una vez más, mis ojos se cristalizaron y negué con la cabeza.

—No— musité débilmente— Lo perdí todo... No tengo nada. Nada.
— Ven— el chico tomó mi mano y tiró de ella. Me acercó hacia él y me rodeó en sus brazos, apretando su agarre de una manera resguardadora y cálida. Cerré mis ojos con fuerza y le devolví el abrazo, restando mi barbilla sobre su hombro— Ahora me tienes a mi.

(...)

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Decidí terminarlo ahí por una cuestión que les quería preguntar: ¿Les gustaría un fic aparte con esta ambientación?

¡No creí que les gustaría tanto esta historia! Posta, me hicieron re feliz y emociona que ustedes se enganchen con lo que escribo :) Las loveo too much <3

Cameron Dallas Imagines IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora