Anatomía

1.9K 99 6
                                    

(Haiba Lev & Yaku Morisuke)

ACLARACIONES: Meh, estoy aburrida, hago fics por cumpleaños o por yo qué sé, solo pongan la pareja y una mínima trama y tendrán su historia en menos de una semana si no me duermo. Ando algo vaga... Disfruten.

~♡~

- Vale, muchachos, se acabó el entrenamiento por hoy, podéis ir a daros una ducha - anunció el entrenador Nekomata. La frenética actividad del equipo menguó de súbito; un entrenamiento especial de casi dos horas y media había mermado todas sus fuerzas.

Bueno... O al menos a casi todos.

- ¿Va a ducharse, Yaku-san? - inquirió curioso el ruso, inclinándose con expectación. El número tres le miró extrañado y soltó un suspiro.

- No sé si quedarme... Todos van a irse porque es muy tarde, pero es que realmente he sudado mucho... - murmuró pronunciando una mueca de asco. Cerciorándose de que, quizás, hubiese sido demasiado sincero, se ruborizó mínimamente - Y no creo que nadie quiera esperarme...

Al pasar por su lado, Kuroo le dio una palmadita en el hombro, siseando un cansado "buen entrenamiento, hasta mañana" y escabulléndose por el umbral de la puerta en un caminar vacilante. Apresurado, Kai le siguió, tomando de la muñeca a Kenma, quien se había distraído con su PSP.

Morisuke se despidió también, olvidándose por un momento de la presencia del de cabello plateado, tras él en una muda vigilia. Cuando el de pelo claro se giró, el continente de su compañero le asustó de la impresión.

- ¿Acaso a Yaku-san no le gusta estar solo? ¿Tiene miedo a la oscuridad? - de sus bigotes colgaban goterones de sudor, paralelos a los de su senpai, quien, agotado, le mandó a la mierda sin siquiera levantarle la mano.

Antes de que el líbero pudiese entrar a los vestuarios, Haiba le agarró de la mano y musitó:

- Estaría encantado de esperarle.

- ¿Estás seguro?

Lev se rascó la nuca, ahondando su tímida sonrisa.

- Sí. Nadie me espera en casa.

Cuando todo el equipo excepto ellos dos y el entrenador -quien antes de irse dejó a cargo las llaves del gimnasio a Yaku, pues de Lev no se fiaba ni un pelo- emprendieron sus correspondientes rutas, ambos muchachos entraron en el baño del vestidor. Sentado en un banco, Lev conversaba -aunque en realidad se tratase su parlancheo de un apresurado soliloquio- sobre temas triviales mientras observaba a Morisuke hacer amago de desnudarse.

Este, muerto de vergüenza, rogaba por que el monologista se diese cuenta de lo mucho que necesitaba su intimidad; o, al menos, que dejase de hablar sin parar.

- Lev... - pidió, y asombrosamente el mencionado censuró sus palabras al instante - ¿Puedes... darte la vuelta? ¿Mirar hacia otro lado...?

- ¿A qué se refiere?

El rubio sintió arremolinársele la sangre en las mejillas. Abrió los labios y los juntó sucesivamente, intentando excusarse decentemente. Mientras que este luchaba contra su orgullo, Lev memorizaba sus gestos sin perder detalle. ¡Pues claro que sabía que su Morisuke era así de tímido con lo que a su cuerpo respectaba!

En realidad no era tan imbécil como aparentaba, mas disfrutaba de sobremanera hacerle perder la compostura de aquella forma; además, gran parte de él deseaba que Yaku se rindiese y le dejase admirar su cuerpo tranquilamente.

Hecho, obviamente, imposible.

- Oh, ya comprendo, Yaku-san, discúlpeme - murmuró, fingiendo bochorno por la situación. Se dio la vuelta y, con los ojos cerrados buscando la concentración absoluta, imaginó en la oscuridad de su mente cómo se desarrollaba la realidad a sus espaldas. Observaba cómo el pequeño se desprendía de sus ropas con torpeza, cómo a veces le lanzaba miradas furtivas, para asegurarse de que su kouhai no le espiase, cómo su olor a sudor y a desodorante ahogado impregnaba cada poro de su piel, cada extensión de sus pies y manos. Podía sentir la suavidad de su piel y la delicadeza de sus curvas; sus delgadas y contorneadas piernas y las voluptuosas esferas que enunciaban sus glúteos.

En definitiva, se sabía de memoria el cuerpo de Yaku Morisuke y la sensualidad y delicadeza que este reflejaba. Inclusive, tras una relamida a sus bigotes, había recordado e idealizado el descaro de sus ingles.

Cuando, aliviado, oyó el chasquido del pestillo a sus espaldas, el de doble nacionalidad dio un giro de 180 grados para encarar los cubículos de las duchas, ensanchando su sonrisa hasta afilarla como una daga.

Y la verdad era que, Lev Haiba tenía un secreto. Profundo y a la vez primario, mas digno del crédito; desde que sus ojos se posaron por primera vez en el líbero de Nekoma, no había habido anatomía que le hubiese seducido más que aquella. Era, por desgracia o agraciadamente, un adicto a su cuerpo.

Lo miraba desde lejos, le acompañaba a la ducha, quizá le sacaba fotos desprevenido y puede que alguna que otra vez hubiese tenido algún accidente que los hubiese involucrado a ambos en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Pero, y que su dios le perdonase, ¿quién en su sano juicio no caería rendido ante ese campo de escarcha que era su piel?

Con sigilo y cautela, tomó su móvil y encendió la cámara, aguardando con paciencia a que el contrario siese señales de haber acabado. De improvisto, una apurada mano de niño se asomó por los bajos de la puerta.

Siguiendo la mano de Yaku, Haiba recibió la orden de buscarle una toalla, tarea que realizó casi al instante. A una estúpida cámara rápida se volvió a colocar en su lugar, con el móvil en alto simulando que escribía, mientras que el ojo de su teléfono ajustaba su objetivo.

Por fin, salió Yaku, casi seco y con una toalla enroscada alrededor de sus caderas de bailarina. Ni siquiera miró a Lev, y por ende no divisó su cámara, mucho menos difirió que estaba siendo grabado.

Intuyendo el fin del entretenimiento al ver a su compañero abrocharse el cinturón, Haiba guardó el móvil sin cuidarse de no ser muy obvio, pues la faena ya estaba hecha. Cuando el rubio giró sobre sus talones para plantarle cara y suscitarlo a que saliesen de allí de una vez, Lev sonrió complacido, memorizando la presencia de vello púbico escondido entre los plieges más ocultos del cuerpo de Yaku.

- ¿Quiere que le acompañe a la parada del autobús? No quiero que le confundan con un niño y le rapten, me sentiría culpable - comentó jocosamente el más alto, regocijando su triunfo en el pecado, esta faceta opuesta al deseo físico.

Pensándolo en frío, quizá mucha gente podría considerarlo un pervertido o algo incluso peor, pero mientras el anonimato de sus actos siguiese en escena, Lev Haiba aprovecharía al máximo el más preciado de sus pecados.

Haikyuu!! [one-shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora