«No puedo estar cerca de ti y no pensar en sexo»

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POV Vegeta

¿Se había empalmado alguna vez con solo mirar a una mujer que estaba en la otra punta de la habitación antes de conocer a Bulma Brief? Mejor no pensar en la respuesta.

No tenía que preguntarse qué había debajo de esa pequeñísima falda, lo sabía. Unos muslos de ensueño con un liguero de algún color provocativo pensado para volver loco a cualquier hombre. Un tanga de encaje que revelaría mucho más de lo que cubría. Y debajo... la sensación y el sabor de sus pliegues resbaladizos e hinchados rugieron en su memoria y le hicieron hervir la sangre como si le hubieran inyectado algún combustible en las venas.

Tenía que trabajar con ella durante una semana. Santo Dios. ¿Cómo iba a evitar no recordar una y otra vez aquel encuentro que quería olvidar pero no podía?

«Eres un profesional. Tu obligación es cocinar, no tocarla». Además, no es que no tuviera más cosas en las que pensar. Las negociaciones que llevaba a cabo para realizar un programa para la televisión por cable estaban a punto de cerrarse y tenía que hacer la corrección de su último libro de cocina. No tendría demasiado tiempo libre durante esa semana y el poco que le quedara, lo ocuparía como fuera.

Era evidente que Bulma también sabía bien cómo ocupar su tiempo.

Aquel hombre enorme que tenía al lado y al que había besado en la mejilla hacía un momento, el que llevaba ceñida a un torso ancho y poderoso una camiseta de «Las sayas sexys», ¿sería un camarero?, ¿un guardaespaldas? Fuera lo que fuera, el gorila le había lanzado a Bulma una mirada tan posesiva que Vegeta no pudo dejar de notarla; luego el hombre lo miró con una furia casi palpable.

Aplastando los irracionales celos que se apoderaron de él, Vegeta se dijo a sí mismo que si Bulma quería tirarse a su empleado, era asunto suyo.

Aplacó el violento deseo de descuartizar al hombre.

Entonces, Bulma dio un paso en dirección a Vegeta, y luego otro.

—Señorita Bulma —gritó una mujer con voz aguda—. ¡Su turno!

Bulma se detuvo. Cerró los ojos. Suspiró. Entonces, como si aquella vacilación no hubiera ocurrido, ella le dirigió a él una fría mirada azul, le indicó una silla delante del escenario y se dirigió a la parte de atrás de las bambalinas. Vegeta no pudo evitar seguir con los ojos el balanceo de sus curvilíneas caderas como atraído por un canto de sirenas. Mierda.

De haber estado solos, nada hubiera impedido que Vegeta la tocara. Nada.

Pero a menos que quisiera volver a dejarse llevar por su lado salvaje e incontrolable, tenía que recordar la temeraria promesa que se había hecho: no tocarla y renunciar a ese trabajo.

A regañadientes, Vegeta se dirigió con paso tranquilo al escenario y se sentó en la silla que Bulma le había indicado. En cuanto ella terminara de hacer lo que fuera que tuviera que hacer y hablara con él, le diría que no podía cumplir su parte del trato. Estaba dispuesto a pagarle por las molestias.

Porque si se quedaba, su polla le metería en problemas. Vegeta acabaría por desnudarla y colarse debajo de su falda en menos que canta un gallo. Y eso sería malo. Debía recordar que estaba buscando a una mujer tranquila, alguien dócil y familiar a quien le gustaran los niños tanto como a él y le ayudara a mantener a raya a su bestia interior. Bulma Brief, la diosa de las strippers, no era, definitivamente, esa mujer.

De repente, la música comenzó a retumbar en los altavoces, con un gran estruendo y una cadencia provocativa y ardiente. Era la versión de Christina Aguilera de "Fever". Cada nota que sonaba hablaba de sexo. Sexo caliente, sudoroso y sin restricciones.

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