«Dios... esto es el Cielo... y el Infierno»

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POV Vegeta

Cerré la puerta del dormitorio con la respiración jadeante. Pero no había sido subir las escaleras lo que me había provocado tal desasosiego respiratorio, sino que ella hubiera subido delante de mí. La faldita se ceñía a su trasero. El excitante liguero rojo asomaba de vez en cuando por debajo de la prenda, insinuando las nalgas desnudas, visibles a cada paso.

Maldición, tenía tantas ganas de acostarme con ella que apenas podía pensar. Pero liarse con Bulma sería igual que tomar drogas: estúpido y potencialmente nocivo.

La semana anterior, había salido con Zangya por tercera vez. Zangya era maestra de primaria en la Capital del Sur. No había estado mal. Era una mujer dulce y apacible, con el cabello ligeramente naranja y los ojos azules (ni tan intensos ni hermosos como los de Bulma, pero bonitos). Le gustaba la música clásica y no soportaba las blasfemias; no me avergonzaría presentársela a mi familia ni al pastor. Sería la esposa ideal. Una madre perfecta y hogareña, igual que la suya. Eso es lo que quiero. Necesito pensar en ella esta semana y no en Bulma.

Y después del jueves, jamás volveré a ver a esta stripper increíblemente sexy otra vez.

Una vez dentro de la habitación de invitados de Bulma, sacó el móvil del bolsillo y revisó la lista de contactos. Allí estaba el nombre de Zangya. Necesitaba con desesperación recargar fuerzas oyendo su dulce y tranquila voz, pero no podía despertarla a las cuatro y media de la madrugada. Le haría demasiadas preguntas que no podría responderle. Vegeta temía decirle cosas que no debía en lugar de centrar la conversación en la escuela en la que daba clases y en las actividades de la iglesia. Bulma lo había excitado de tal manera, que dudaba mucho que fuera capaz de tener el suficiente control para responder a las preguntas de su "inocente e insulsa novia". Las necesidades de su parte más oscura se ponían del lado de la sangre que le hervía en las venas. Todo su cuerpo le pedía a gritos una satisfacción.

Así que necesitaba actuar ya.

Se ducharía. Lo necesitaba con desesperación. El agua helada le enfriaría la piel, le tranquilizaría, le ayudaría a respirar con normalidad... Rebajaría su lujuria a unos niveles que le permitieran dormir.

Y dejaría de pensar en la mujer sexy y provocativa que yacía en su cama, a menos de diez metros de él.

Cogió el pantalón del pijama de la maleta de mano y salió al oscuro pasillo en dirección al cuarto de baño. Una suave luz salía por la rendija de la puerta del dormitorio de Bulma e iluminaba el pasillo. Se dijo a sí mismo que debía ignorarla. Pero cuando se metió en el cuarto de baño, buscando a ciegas el interruptor de la luz, no pudo evitar mirar por encima del hombro hacia la puerta entreabierta.

Y vio una pierna deliciosamente blanquecina.

Vegeta contuvo el aliento cuando un millón de imágenes de Bulma en la cama le bombardeó la mente. La vio con los brazos y las piernas abiertos para él, recordó las provocativas bromas y las roncas palabras de aliento que habían anulado cualquier tipo de lógica. Santo Dios, sentir aquella boca rodeando su erección fue la experiencia más asombrosa... Hasta que la penetró y perdió la cabeza. Entonces, ella le llevó todavía más allá y él se dejó llevar sin contención de ningún tipo, disfrutando las asombrosas sensaciones. Bulma se entregó durante seis horas completas sin importar lo que él quisiera hacer. Nadie le había afectado antes de aquella manera. Y tampoco después.

Quedarse en la misma casa que ella era tan peligroso como rociarse con gasolina antes de saltar por encima de una hoguera.

De repente, ella se retorció en la cama. La imagen de la perfecta pierna cambió cuando Bulma se movió, permitiéndole ver además la tensa pantorrilla y el interior del muslo.

Más que solo deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora