A la mañana siguiente Hana despertó con un dolor de cabeza infernal, además de que todo su cuerpo le pedía a gritos que no moviera ni un solo músculo. El sueño la podía, unas grandes ojeras adornaban sus ojos rojos e hinchados por la llorera de la noche anterior y no podía mantenerlos abiertos mucho tiempo a causa de no haber dormido casi.
Se removió en la cama mientras se quejaba entre balbuceos poco entendibles, abrazando a su almohada con fuerza y haciendo un lío de sábanas mientras más se retorcía sobre el colchón. Fue entonces cuando se acordó de todo, de nuevo, y el papel que ejercía el sueño como aislante del mundo se derrumbó. Aunque con aquella pesadilla, ni siquiera dormir la ayudaba a escapar: Tenía que volver a clase, era un nuevo día.
No quería ir a clase, no quería ver a nadie.
Quería quedarse en casa y desaparecer.
Las lágrimas volvieron a aparecer, cayendo en cascada por sus mejillas mientras se restregaba contra la almohada para dejar de llorar y secar éstas. Ya no solo era su estado físico y el malestar que sentía, era el dolor interno. El miedo a la rutina que cada vez era más insoportable y la mataba poco a poco. No quería volver a ponerse aquella máscara, y fingir que todo estaba bien.
Aunque nada podía remediarlo, había sobrevivido a otro día.
-Cariño, vas a llegar tarde a clase, levántate... -La voz de su madre al otro lado de la puerta la alarmó, y tuvo que reunir fuerzas para poder responder un "Está bien" decente y que pudiera entenderse.
No quería que su madre notara que estaba llorando, de nuevo. Después de haberla estado consolando durante casi dos horas en mitad de la noche a pesar de tener trabajo en día siguiente. La había abrazado y se había tumbado junto a ella hasta que se había vuelto a dormir. Y se lo agradecía, la quería mucho. Pero sabía que nunca llegaría a entender lo que le pasaba, incluso si se lo explicaba. Es más, la propia Hana tampoco lo sabía.
Finalmente, más seria que nunca y sin ganas apenas de hablar se levantó de la cama y caminó hasta el baño para someterse al mismo tratamiento de belleza de cada mañana. Una ducha, planchas para el pelo y maquillaje. Todo eso en un récord de veinte minutos, cada vez tardaba menos por la práctica.
Cuando abandonó su habitación se había transformado en aquella chica perfecta, con familia perfecta y reputación perfecta. Ya no era la Hana que lloraba por las noches por culpa de un pasado que la tenía atada por cadenas de cabeza a pies, no, era la que regalaba sonrisas agradables a todo el mundo con quien se cruzara. Y aquella mañana las primeras víctimas de su juego serían sus padres.
-¡Buenos días! -Exclamó con una amplia sonrisa en sus labios rosados.
Tomó asiento frente a su madre, que leía el periódico mientras su padre terminaba de servir zumo de naranja para desayunar. Ese era el único día que se podían permitir desayunar juntos, el resto de la semana tenían horarios diferentes.
-Buenos días Hana, aquí tienes tu revista... La compré ayer. -Murmuró su madre sin apartar la mirada de lo que leía, tanteando un par de veces con su mano a ciegas sobre la mesa hasta dar con aquella revista de moda que leía semanalmente-. ¿Sabías que los tonos claros se vuelven a llevar? ¡Por favor, todavía es otoño! No sé en qué están pensando esta vez...
Su hija la observaba sin decir ni una sola palabra, aceptando la revista que le tendía para colocarla dentro de su mochila y leerla cuando tuviera un rato libre entre clases. No le gustaba la moda ni un poco, al menos no el estilo que solía llevar su madre y en el que era experta, pero era necesario estar informada sobre las tendencias.
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Tormenta || iKON || Bobby
FanfictionJiwon se esforzaba una y otra vez por escapar de la rutina en la que había quedado atrapado. Hana intentaba encajar y resaltar en un mundo de sonrisas y amistades falsas. Ambos eran los más populares del instituto. Ella fue la única que pudo ver l...