Cuando Hana cerró la puerta tras ella pegó una gran bocanada de aire en un intento de calmarse, se apoyó en ésta unos largos segundos con la mirada clavada en el suelo e intentando que su respiración fuera acompasada y no comenzara a hiperventilar. Su mente era un caos. Sus piernas temblaban.
Hundió los dedos de sus manos entre las hebras de su pelo y comenzó a destrenzar aquél peinado que le había costado hacer, hasta soltar su cabello, totalmente despeinado. No quería verse bonita, porque era una completa mentira. Ella no era bonita, apestaba, y se merecía lo peor de este mundo. Comenzó a caminar hasta su habitación cuando notó como comenzaba a faltarle el aire al comenzar a hiperventilar en un ataque de nervios.
La luz de la cocina estaba encendida y escuchaba a su padre abrir y cerrar carpetas, ojear hojas y escribir en su portátil, seguramente terminando parte de su trabajo.
—Hana, ¿eres tú?
Se asomó por la puerta y la miró con una pequeña sonrisa en los labios, con sus gafas de pasta gruesa puestas. Haciéndolo aparentar más joven, dándole un aire juvenil. Aunque frunció el ceño en un gesto de preocupación al ver a su hija.
—¿Estás bien?
—Sí.
—¿Segura?
—Sí.
Después de eso, pese a que la respuesta de Hana no había sido para nada creíble, no volvió a insistir más y volvió a sentarse en la amplia mesa de la cocina para continuar su trabajo. Ella no se decepcionó en lo más mínimo porque aquello ya había pasado antes, sus padres siempre adoptaban la postura cómoda con ella.
Subió a su habitación lo más rápido que pudo, encerrándose en ella para tirarse en la cama y hundir la cara en su almohada, abrazándose a ella. Los recuerdos la hundían hasta lo más profundo de su ser, las voces volvieron y se sentía insegura. Muy insegura. No supo cómo consiguió no llorar, ni tampoco cómo consiguió dormir.
De nuevo en aquella habitación iluminada por la luz de la tarde atravesando los amplios ventanales del aula. La suave iluminación de ésta hacia verla un tanto siniestra, pues marcaba con énfasis cada sombra de los pupitres vacíos, las sillas y los hierros delgados de estas. Más allá sus amigos la esperaban. Alessa la miraba con los ojos entrecerrados y una sonrisa socarrona. Dio un paso, y otro más, y otro, hasta llegar hasta ellos. Se sentían extraños.
Unas tijeras afiladas en mano, plateadas, que brillaban con intensidad cuando recibía aquellos rayos de luz —como aquél Rolex brillando en la muñeca de Junhoe— Las alzó ante la atenta mirada de todos y las hincó con fuerza en uno de los pupitres, el que todos rodeaban. Las risas estallaron, y colisionaron contra su mente cuando comenzó a rayar este con fuera y precisión. Todos reían menos ella, ella lloraba sin lágrimas.
Muere. Muere. Muere. Muere.
Las tijeras arañando la superficie del escritorio. Las risas.
Hana eres increíble. Hana eres la mejor.
Hana, ¿ves cómo esto es mucho más divertido que ser la que sufre?
Poco a poco su visión se fue haciendo más y más borrosa, la mano temblorosa que agarraba las tijeras apuñalaba una y otra vez la madera vieja. Risas y aplausos. Trazando hasta que quedaron grabadas en el escritorio las palabras: Puta, nadie te quiere.
Hana ganando confianza, Hana riendo, todos reían mientras la felicitaban.
Hana, ¿por qué haces esto?
Quiero sobrevivir, quiero ser fuerte.
Su cabeza era todo un cúmulo de distintas voces y las lágrimas empañaban su visión, acompañadas con una sonrisa falsa. Falsa como toda ella.
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Tormenta || iKON || Bobby
FanficJiwon se esforzaba una y otra vez por escapar de la rutina en la que había quedado atrapado. Hana intentaba encajar y resaltar en un mundo de sonrisas y amistades falsas. Ambos eran los más populares del instituto. Ella fue la única que pudo ver l...